La (nueva) Iglesia clandestina. Una reflexión
En tiempos en que los intelectuales católicos eran capaces de denunciar la infiltración marxista en la Iglesia, hubo algunos entre nosotros, Carlos Sacheri, que se animaron por estos lares (como Genta) a decir cuatro verdades en ese famoso libro que, al parecer, le costó la vida misma: “La Iglesia clandestina”.
Fue allí donde el joven filósofo y padre de varios hijos, declaró con parresía el lento pero seguro acecho de la progresía eclesial para tomar el poder. Era “la Iglesia clandestina", la que avanzaba por las alcantarillas conforme al lema de Descartes: larvatus prodeo ("avanzo escondido").
Hoy, al parecer, se han invertido los tantos pues, gran parte de la “Iglesia clandestina” de ayer, ha llegado al poder haciendo que el resto fiel pase a la clandestinidad.
- “¿Cómo?".
Claro como el agua: hoy quienquiera que intente seguir la Fe de nuestros padres es la “Iglesia clandestina", la invisible, la tildada de “conservadora", “fundamentalista” e “hipócrita". Tal es la aversión que genera tanto dentro como fuera de ciertos sectores que algunos hasta son echados de los templos, vituperados, calumniados y reprobados por aquellos pastores mercenarios de los que hablaba el Buen Jesús.