18.01.15

Hacia Asia

No es sólo un juego de palabras. El Papa nos invita, y nos lidera con el ejemplo: hay que mirar Hacia Asia.

Reconozcamos que el continente que contiene al país más extenso del mundo (Rusia) y a los dos países más poblados del mundo (China y la India), sigue siendo distante para nosotros. Vagamente sabemos que la empresa Apple hace sus productos en condiciones laborales muy duras en algunos países de Asia, y también sabemos que cada vez más gente se interesa por hacer negocios con China, y por supuesto sabemos que los japoneses y coreanos son impresionantes en sus logros de precisión tecnológica.

Pero, ¿a quién le interesa que crezca el Evangelio en ese continente, que contiene más de la mitad de los seres humanos que hoy vivimos en este planeta? Le interesa al Papa Francisco.

Asia no es sólo tecnología de última hora y civilización milenaria: es ante todo hombres y mujeres que han sido amados hasta el extremo por Jesús; hombres y mujeres redimidos por la Sangre del Cordero Inmaculado.

El Papa Francisco se agota y gasta visitando Corea, Sri Lanka y Filipinas porque sabe que ya no podremos decir que somos fieles a Cristo si no amamos con mayor claridad, intensidad y visibilidad a esa porción del mundo.

 

11.01.15

Ser o no ser Charlie Hebdo: cinco preguntas

1.

¿Por qué el mundo es más sensible a unas tragedias que otras? Ejemplos de otras tragedias: En su última avanzada, Boko Haram asesinó dos mil personas; en Iraq continúa la persecución sistemática de kurdos y cristianos; los abortos voluntarios se cuentan por miles y miles cada día. ¿Dónde están esas otras marchas?

2.

En las marchas de París, y otros lugares, ¿qué concepto hay de “libertad de expresión"? En particular, ¿cómo se supone que debe articularse esa libertad con la responsabilidad social de tener una voz pública? ¿Estamos dispuestos a respaldar la libertad para insultar, denigrar, humillar, y todo queda resulto con decir que es un lenguaje “sarcástico"? ¿El antisemitismo, la islamofobia, la blasfemia quedan automáticamente aprobados por las marchas en Francia?

3.

Una muerte violenta, a manos de cobardes armados, no hace automáticamente buena la vida así mutilada. Hay en esto un extraño principio hermenéutico que ha sido implantado exitosamente por el comunismo en muchos lugares, y que pretende exaltar al agredido con el propósito de castigar al agresor. ¿Somos conscientes de que entre la consigna “el que sufre es inocente” y la consigna “el que sufre se merece su sufrimiento” hay una amplia serie de matices? ¿Nos damos cuenta que en el caso del periodismo irresponsable de Charlie Hebdo nos quieren obligar a saltar del extremo de la reprobación al extremo de la canonización? ¿Y si yo prefiero rechazar A LA VEZ la violencia de esa clase de periodistas y la de los terroristas, sin caer en ninguno de los dos extremos?

4.

Es clara la hipocresía política de una marcha en la que lo único que parece grave es no hacerse presente. Como anotaba Michele Tribalat, ¿cuántos de los medios de comunicación que cubren las marchas estarían dispuestos a republicar las grotescas caricaturas contra Mahoma que hicieron tristemente famoso a Charlie Hebdo? ¿Cuántos países que envían altos representantes a las calles de París contienen leyes que de hecho impedirían la publicación o reimpresión de Charlie Hebdo en su propio territorio? ¿No resulta excesivamente fácil ser valiente con los muertos ajenos?

5.

¿Qué sigue después de las marchas? Reivindicada así la “libertad (irresponsable) de expresión,” queda claro que las religiones deben aceptar que en una “sociedad democrática y libre” cualquiera puede blasfemar y que lo malo es oponerse porque ello, según esa mentalidad, lo sitúa a uno del lado de los terroristas salvajes, primitivos, ignorantes, fundamentalistas y dogmáticos. ¿Tienen consciencia de ello los sacerdotes y religiosos que pasan un cheque en blanco de respaldo a los manifestantes de “Je Suis Charlie“?

10.01.15

2.01.15

Las tres grandes intenciones para el 2015

Se abre ante nuestros ojos un año nuevo. Quiero presentarte las tres grandes intenciones que considero indispensables en nuestro corazón, si somos creyentes y católicos convencidos.

(1) Hay que orar mucho por la Iglesia perseguida con la violencia y buscar caminos de expresar nuestra solidaridad con los hombres y mujeres que arriesgan su vida y su todo por permanecer fieles a Jesús. Hablo de muchos de nuestros hermanos en África (Nigeria, por ejemplo, y en parte, Egipto), o en Asia (Siria, Iraq, por ejemplo, y en partes de la India y otros lugares).

(2) Hay que orar por la Iglesia perseguida por la seducción de la mundanidad, y pedir a Dios que se levanten voces claras y vigorosas que sepan tapar la boca a los sacerdotes, obispos y cardenales irresponsables, o en complicidad de pecado, que proponen barbaridades, como los que hablan de reconocimiento de matrimonio gay o de dar la sagrada comunión a los divorciados. Ese tipo de personas hacen mucho daño y van a presionar mucho para que en la segunda parte del Sínodo de la Familia, a celebrarse en este 2015, se imponga su punto de vista y la Iglesia produzca un documento traidor a Cristo y al Evangelio. Si algo así sucede, pasarán siglos antes de que el daño se repare, aunque por supuesto la Iglesia no se acabará. Esta intención implica interceder fervientemente por el Papa aunque sabemos que un error suyo en esto no termina la autoridad de la Iglesia ni del papado mismo. Pero sería un daño espantoso y hay que suplicar que Francisco sea claro en sus palabras y firme con la firmeza de Cristo en lo que hay que defender en cuanto al matrimonio y la familia.

(3) Hay que orar por las graves tensiones internacionales, que no cesan, sobre todo con Corea del Norte y con Rusia. En esto no se trata de creer que nosotros los de Occidente somos “buenos” porque hay grandes valores morales en esos países, sobre todo en Rusia, que están siendo despreciados y prostituidos en nuestros países, sobre todo en el Atlántico Norte, o sea Estados Unidos, Canadá y Europa, donde pareciera haber una guerra contra la familia y un afán tenebroso de imponer lo que San Juan Pablo II llamaba la cultura de la muerte. Muchos temen que la situación de Ucrania y la simultánea presión económica sobre Rusia desencadenen desastres irreversibles.

Así que hay que orar. Todos. Con amor. Con perseverancia. Con la mirada puesta en Cristo, Hijo de Dios vivo y Rey de Reyes.

31.12.14

Mensaje de Año Nuevo 2015

Si hay algo que puede enseñarnos la astronomía es que la Tierra no se renueva simplemente con dar vueltas al sol. El paso implacable de miles de años–miles de esas vueltas–produce más sedimentos en las continentes, más sales en los mares, pero falta mostrar si el corazón de los faraones era menos egolátrico que el de los secretarios sempiternos de los partidos comunistas en el gobierno; o falta ver si eran menos lascivos los mediterráneos de Pompeya y Herculano que algunos grandes ejecutivos del siglo XXI, verdaderos alimentadores del tristemente llamado turismo sexual.

La vida no se renueva simplemente con amaneceres y atardeceres, y a pesar de todas las poesías, la primavera no parece que haga sustancialmente mejores a quienes viven en regiones que tienen bien delimitadas las estaciones.

Las antiguas culturas estaban firmemente convencidos de la repetición de los ciclos climáticos, económicos y cósmicos. Por eso el budismo promete sacarnos de la rueda del Sámsara; por eso los mitos del “eterno retorno” entre los griegos (para extemporánea fascinación de Nietzsche); por eso las círculos del calendario maya; por eso Egipto mide su pulso con las periódicas inundaciones del Nilo; por eso la combinación de desencanto doloroso y cinismo divertido en tantos historiadores cuando se dan cuenta que registrar la secuencia de los siglos es como ver muchas veces la misma película con apenas algunos cambios de ropaje y utilería.

Y por todo ello el hastío que hace insoportable la vida a muchos hasta hundirlos en la depresión o el absurdo.

No: la vida no se renovará simplemente dejando que este planeta Tierra siga dando tumbos por un rincón de lo que hoy llamamos la Vía Láctea. Tampoco bastan las modas en el vestir ni la demencial carrera hacia placeres más exóticos, intensos o frecuentes. “No hay nada nuevo bajo el sol,” constata el Eclesiastés, cansado, ya en su tiempo, de ver cómo la cascada de los pequeños y grandes egoísmos se lleva la tajada más generosa de nuestros breves años en este suelo.

Y nada más habría que decir si no pudiéramos pronunciar el Nombre de Jesús. Su llegada, como acabamos de celebrar en Navidad, no es el comienzo de un ciclo: es, de hecho, el decreto de culminación de la historia humana en su conjunto. Sólo hay “año nuevo” para aquel que presiente, en Cristo y desde Cristo, que la Historia tiene un punto focal, una meta, un desenlace irreversible, de modo que cada año nos aproxima, como especie, como raza de Adán, a esa meta.

Precisamente porque la Historia no es cíclica; precisamente porque Cristo ha insertado para siempre una dirección irreversible en el conjunto del ser y quehacer humanos; precisamente por ello nosotros los cristianos sabemos qué decimos cuando saludamos: “¡Feliz Año Nuevo!” Es “nuevo” porque es inédito; porque pertenece a una secuencia irrepetible; porque no volverá jamás. Y es “feliz” solamente porque lleva el sello de Cristo, Buena Nueva de Dios Padre para todos los siglos.