23.11.14

(44) Que si te apoyas en ti mismo perecerás

1.- Llevamos demasiado tiempo aplaudiendo al hombre, pervirtiendo el humanismo, y repitiendo, con boca satisfecha de sí misma: sea el ser humano engrandecido. Sea rey el ser humano de sí mismo. Nosotros no queremos que el hombre sea indigno, sino que, como clama el salmista (Sal Vg 69,5), “Sea Dios engrandecido”, ¡Magnificetur Deus! ¿¿Por qué?? Te lo repite el salmista:  -porque somos…

“un pobre mendigo”, ego autem miser sum et pauper (Sal Vg 69, 6)

 2.- El pobre PIDE, no se gloría de sí mismo, y ruega con boca de lágrima:

“apresúrate, oh Dios, a prestarme auxilio, tú eres mi ayuda, y mi libertador, oh Señor, no tardes! (Sal Vg 69,6) Domine, ne tardaveris!

 

3.- Amigo, ¡deja ya de hablar como si fueras autosuficiente y te bastaras a ti mismo! Dile al Señor con lengua justa la verdad, que

“desde las entrañas de mi madre fuiste mi apoyo” (Sal Vg 70, 6)

Si te alejas del Señor perecerás.  Si te alejas de Él estás muerto. Mira, yo no voy a ponerme a cantar las supuestas  glorias del ser humano caído de su estado original, sino a decirle: si te alejas de tu Dios y Señor PERECERÁS. Y lo voy a repetir al hombre, a la mujer, al adolescente, a la familia, a la sociedad, a las naciones, a las instituciones, al orbe entero.

 

4.- Católico,  has de reflexionar en qué sustentas tu apostolado, tu familia, tu empresa apostólica, tu labor eclesial, tu servicio a los pobres, tu pastoral, tu catequesis, tu movimiento, grupo, asociación, familia, todo. Si sustentas todo ello en ti mismo estás perdido y más que perdido. Si sustentas tu vida en ti mismo caminas hacia el absurdo. Si sustentas tu salvación misma en tu voluntad estás perdido.

 5.- Si no te percibes a ti mismo como un ser que está en ruinas, no aniquilado, pero hecho inmundo por el pecado, como enseña el Tridentino, no tienes solución. El Espíritu Santo te mueve a adquirir conciencia de tu estado. Y sólo entonces podrás pedirle:

“Dirige tus pisadas hacia estas ruinas sin fin , Dirige gressus tuos ad ruinas perpetuas, (Sal Vg 73,3).

 

6.- Aquella pastoral familiar de un tiempo atrás, autocomplaciente consigo misma, y que no nombraba la gracia, el pecado, la salvación, jamás, ¡cómo gustaba de ensalzar lo humano, darle operatividad por sí mismo, como si lo tuviera! La salvación de la sociedad residía en la familia. Y la familia entonces se estrellaba una y otra vez contra sí misma, cegada por mirarse el ombligo. Tópicos pelagianos que ignoraban una tremenda verdad punzante, y astillada, que duele pero sana como preciso bisturí. Robert Spaemann lo sintetiza así, en “El rumor inmortal”, V:

“la situación histórica del hombre ya no se puede medirse en absoluto con referencia a su estado original”

En efecto, la situación actual del ser humano ha de evaluarse con relación a su Caída original, que ha infectado su estado originario hasta el punto de hacerlo inmundo, aunque sin destruir su bondad original ni aniquilarlo totalmente.

Esta deformación originada por el pecado no es total. Pero es suficiente para convertir al hombre en un mendigo de Dios, sin cuyo auxilio queda reducido a su propia indigencia originada.

7.- ¿Tiene sentido tomar partido por la Ley Natural, etsi deus non daretur (como si Dios no existiera)? En esta lucha bienintencionada podemos cometer sin darnos cuenta la impostura del antropocentrismo: se substituye el sustento divino por la arena de la propia autoconfianza. Como vacuna, hay que confesar al Señor:

“desde las entrañas de mi madre fuiste mi apoyo” (Sal Vg 70, 6)

Cristo sigue siendo nuestro único apoyo y nutriente en toda tarea apostólica.

 

8.- No hemos de seguir un falso camino. Nuestra fidelidad es para el Señor, el Señor es nuestro único camino, no tú mismo. Y sólo en este sendero hallamos el nuestro, para participar de sus pasos. Como afirma Spaemann:

“Permanecer fiel a sí mismo s una máxima bien conocida. ¿Pero qué quiere decir eso? Esa forma de hablar es extraña al cristianismo. este más bien de abnegación por fidelidad a Dios. Y de forma correspondiente, de la fidelidad de Dios” (El rumor inmortal, VI)

¿Acaso no justificó Renan su apostasía, en su Autobiografía, como un camino de fidelidad a sí mismo, como un continuar seguir siendo su propio apoyo? Todos los conversos, sin embargo, coinciden en su cambio total de rumbo, en su no-continuidad con el camino propio, en su renacer, en su transformación, y nunca en un continuar siendo fiel a sí mismos. ¡No te conviertes para seguir igual! No retornas a ti mismo, sino al Señor de la Vida.

 

7.- No podemos renunciar a producir conversiones. No nosotros, sino Dios con su poder en su Hijo, a través de nuestra misión, guiados por el Espíritu Santo. Olvidar esto es afirmar que un ser humano puede vivir sustentado en sí mismo y que no nos importa su perdición.

 8.- Desde aquí llamamos al combate sobrenatural, con las buenas armas de Cristo, contra todo engrandecimiento indebido del hombre o de su sola voluntad. Llamamos a la resistencia contra todo culto impropio al ser humano.

 9.- Del absurdo de un cristianismo sin Cristo, reducido a pura ética, quiera el Señor apartarnos y mantenernos despiertos contra su sueño mortal. La máxima de Chamfort, que nos dedicó para herirnos, no ha de resonar jamás entre nosotros:

“M…decía: no me importaría ser cristiano, pero…me sería  IMPOSIBLE creer en Dios”.

Ya el malvado Voltaire se burlaba de los cristianos citando otra anécdota de este tipo, que también recoge Chamfort para atacar a los hijos de Dios:

“Luis XIV, tras la batala de Ramilies, cuyos resultados acaba de conocer, dijo:

Dios se ha olvidado de todo lo que he hecho por Él”.

 No, hermanos, nosotros no hemos de fijarnos en lo que nosotros hacemos por Dios, para pedirle nos pague lo que nos debe. Nosotros nos fijamos en todo cuanto hace Dios por nosotros, para darle gracia. ¡Magnificetur Deus!

 

10.- No nos coronemos de flores a nosotros mismos. Como enseña el Catecismo, con bellas palabras:

2011 La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La gracia, uniéndonos a Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y, por consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres. Los santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia.

No se autocorone de flores la familia. Ni los jóvenes por el mero hecho de ser jóvenes, ni el católico por el simple nombre de católico. Que de nosotros, fieles de Cristo, no se ha de decir lo que canta Hölderlin de los griegos, en su religión natural:

“los fieles se coronaban de flores en las festividades”.

Nosotros no cantamos, como ellos, “la felicidad de los fuertes”, sino la tribulación de los débiles, de los mendigos de Dios, nutridos por la fortaleza del Vencedor, del Bello, del Viviente! Por eso no nos coronamos de flores en nuestras festividades.  Sino adoramos a Dios. ¡Magnificetur Deus!

 

11.- Sabemos que la fe conlleva una correspondencia a la gracia que es movida y activada por la gracia misma, y que a menudo se transparenta en múltiples formas de cruz. Esta crucifixión del cristiano produce horror al que confía en sí mismo.

De aquí procede el horror al martirio, que es común a todo apostolado antropocéntrico y voluntarista, que vicia toda labor apostólica. De aquí el superhumanismo del que quiere ser hijo del hombre antes que hijo de Dios.

Sin embargo, en nuestro actual estado caído, sólo siendo, primero, hijos de Dios, podemos ser en verdad hijos del hombre. Tras la Caída, el hijo de Adán necesita ser restaurado, sanado, mediante la filiación sobrenatural. Sólo en Cristo podemos ser verdaderamente humanos, porque, como clama la Redemptor hominis, 7:

“la única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo, Redentor del mundo.”

Y esto es así porque:

“(Como)  enseña el Concilio Vaticano II: «En realidad el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”

Por eso:

La Iglesia no cesa jamás de revivir su muerte en Cruz y su Resurrección, que constituyen el contenido de la vida cotidiana de la Iglesia. En efecto, por mandato del mismo Cristo, su Maestro, la Iglesia celebra incesantemente la Eucaristía, encontrando en ella la «fuente de la vida y de la santidad»,36 el signo eficaz de la gracia y de la reconciliación con Dios, la prenda de la vida eterna. La Iglesia vive su misterio, lo alcanza sin cansarse nunca y busca continuamente los caminos para acercar este misterio de su Maestro y Señor al género humano

 

12.- No puede ser “solamente nuestra” nuestra labor apostólica. Sólo siendo labor de hijos de Dios podrá ser labor de hijos del hombre. ¿O acaso nuestra lucha por la vida humana, por el bien, por la verdad, por la belleza, puede entenderse bajo otra óptica que la del Verbo Encarnado, que es la piedra de toque para entender el misterio de lo humano? El antropocentrismo es superhumanismo. El superhombre de Nietzsche no es más que el icono del ser humano sustentándose en sí mismo y sin entenderse a sí mismo, porque ha rechazado al Verbo de Dios, que pronuncia las palabras que definen lo que el hombre mismo ha sido, es y será.

 

13.- NO puede haber peor maldición que ser miembro muerto, sin fe viva, ignorante de la gracia, habitante del pecado, embajador de sí mismo. Ser cáncer en el Cuerpo del Señor, que no podrá llevarlo a la extinción, pero sí herirlo; ser cómplice de una pandemia pavorosa, la del culto al hombre caído; fachada pavorosa de un vacío terrible pero aparentemente moralizador: la de la ausencia del Dios Vivo. Muerte. Apostasía.

 

14.- El ataque de Bloy a los católicos tibios, burgueses y mundanizados, pero superhumanistas de su época, con toda la potencia de su mirada indignada, incide siempre en lo mismo:

“Han suplantado la Revelación por la moral, y ya nadie entiende nada de las Escrituras”

Ya sabemos que el moralismo pelagiano con apariencia de piedad idolatra la técnica, como la muleta de la falta de gracia.

“Sus gustos burgueses los habían hecho más accesibles a la técnica”,

comenta Bouyer.

Técnica y moral antropocéntrica van de la mano, como la pezuña de dos dedos del culto pelagianísimo a nuestra humanidad caída. Por eso el católico tibio no duda en tecnificar su vida conyugal mediante la anticoncepción, sus deseos mediante la fecundación in vitro, etc., etc.. Y es que a menudo el católico moderado, tibio y mundano es tecnócrata de la voluntad, y moralista para no tener que tener fe viva. Moralista autorredentivo, simplemente, para no tener que ser santo.

 

15.- Hermanos, he hablado con dureza en este post, para que nos demos cuenta de la centralidad absoluta de Jesucristo y de la necesidad absoluta que tenemos de Él. Dejémonos de tanta moderación, tibieza, mundanidad, burguesía y superhumanismo homolátrico. Disculpad si os molesto siendo anunciador de desgracias y faro de sombras, pero es que es necesario.

Católico, entérate de una vez, ¡estamos en guerra!

Recuerda la máxima de León Bloy:

“Este mundo actual es incomprensible sin considerar la acción del diablo”. 

Que explica la Escritura:

“el mundo entero está bajo el Maligno” (1Jn 5,19)

Deja de mirarte a ti mismo y pon los ojos fijos en la promesa de Cristo. Mira que vas a perderte. Y no pierdas de vista el futuro, que te muestra el Catecismo con su bella palabra de la Iglesia:

1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado:

La Iglesia […] «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo» (LG 48).

1043 La sagrada Escritura llama “cielos nuevos y tierra nueva” a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 10).

1044 En este “universo nuevo” (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21, 4; cf. 21, 27).

CONCLUSIÓN

Ora sin descanso, nutrido por la santa Eucaristía, con nuestra Madre Inmaculada, Madre de Gracia, y signo de predestinación.

Pide con insistencia ser contado entre los elegidos, porque tú por ti mismo no puedes.

No te centres en lo que sientes por el Señor, sino en lo que el Señor hace en tu vida a través de su Iglesia. Sé objetivo en tu piedad.

No eres capaz. Mentalízate. Por eso, para ser capaz, pide el auxilio divino, que hará que lo seas.

Quien ha de mendigar es el ser humano, no Dios.

Pídele a Dios lo que Dios mismo quiere darte en su Hijo. Róndale como mendigo de su auxilio.

Como enseña y recuerda a menudo el P. Iraburu en numerosos textos, la devaluación de la oración impetratoria que sufrimos hoy día se debe a esto:

a que se cree, pelagianamente, y en sentido autorredentivoque es Dios el que pide y el hombre el que da a Dios de lo suyo,

 y que lo que el hombre da de sí mismo es lo que le salva,

y no lo que Dios le da. -Como si tuviera algo que no hubiera recibido.

Nosotros sin embargo decimos: Que el hombre pida sin cesar, para que Dios le dé al hombre lo que el hombre debe dar. 

Pidamos a Dios, en todo tiempo y a toda hora

Y no olvidemos que el Espíritu Santo, moviéndonos a cruz,  disuelve todo horror al martirio. ¡Magnificetur Deus! 

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

¡Santidad o muerte!

Alonso Gracián

21.11.14

(43) Que somos tierra muerta sin Cristo.

1.- Nosotros somos la tierra, el Hijo del Hombre es el Agua.

2.- Llevamos ya demasiado tiempo con los ojos vueltos hacia la tierra. Ya es hora de volverlos hacia lo alto, hacia el oriente, hacia el Nuevo Edén, cuya tierra es azul transfigurado, transida de olivos transparentes y corderos que pacen con leones.

3.- La tierra está llena de la gracia del Señor, “Gratia Domini plena est terra” (Sal Vulg 32, 5). Porque

“Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo, 2:4).  

Por eso, tema al Señor toda la tierra, timeat Dominum omnis terra (Sal Vulg 32, 8). Por su voluntad antecedente, quiere el Señor que todos se salven, y a todos proporciona su merced suficientísima. -Cuantos se condenen, será por propia culpa, no por falta de auxilio. Así, quien no quiere a Dios no tiene excusa, porque

“la gracia del Señor llena toda la tierra” (Sal 32 Vulg, 8)

4.- A lo largo y a lo ancho de su Reino el Señor derrama su Agua. Levantamos los ojos, y vemos en primicia la Tierra Nueva prometida, eucarísticamente anticipada, en una primicia sacramental; camino que pasa al otro lado, tras el muro de romero azul de la gracia, al norte, y al este y al sur, y al oeste de todo este polvo que somos.

Génesis 13, 14: El Señor dijo a Abrám, después que Lot se separó de él: “Levanta los ojos, y desde el lugar donde éstas, mira hacia el norte y el sur, hacia el este y el oeste, 15 porque toda la tierra que alcances a ver, te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. 16 Yo haré que tu descendencia sea numerosa como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar los granos de polvo, también podrá contar tu descendencia. 17 Ahora recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque yo te lo daré”.

5.- En el desierto de los eremitas la tierra es transparente. Los monjes alaban a Dios cristalizando la Tierra, en una epifanía de la Jerusalén celestial.

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6.- El unicornio terrestre, narval de la belleza, ¿recorrerá tal vez los bosques de la Tierra Nueva, cuando todas las especies vivas recuperen su perfecta identidad creada, soñada por el arte y los cuentos de hadas? Y es que el legendario unicornio, a hechura de un icono del Edén perdido, parece concentrar en su figura subcreada el insaciable anhelo del Jardín, cuya melancolía baña todo nuestro ser, como escribe Tolkien a su hijo Christopher:

“hubo un Edén en esta muy desdichada tierra. Todos lo añoramos y tenemos constantes atisbos de él; nuestra entera naturaleza, en lo que tiene de mejor y menos corrompido, de más gentil y humano, está todavía bañada por la sensación de exilio”

7.- Con qué sobreabundacia de forma bella y gratuita el Señor creó al narval, el unicornio delfín y marino, príncipe del hielo y la blancura. ¿Será tal vez la forma realista y acuática de los cuentos de hadas, la adaptación del unicornio al Tiempo Caído? ¿Representa el narval la fuga de lo bello del dominio de la tierra?

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8.- Sólo con oración y ayuno se aleja a los demonios que quieren inundar la tierra con la sangre del nasciturus.

9.- Cristo escribía en la tierra frente a corazones de granito. Qué estaría escribiendo, sólo pudo saberlo la que no fue herida por las piedras, la que besó sus pies y al levantarse contempló su palabra, escrita con los dedos.

10.- Los pobres de los pobres comen tierra, mientras los ricos empachados reclaman libertad para pecar.

11.- Sobre la Tierra Media extiende Tolkien las figuras de nuestro combate contra el mal, que canta Gaudium et Spes con épica teológica. La espada de Aragorn, como palabra de un Rey que ha de volver, también tiene doble filo.

12.- El Dios de los Ejércitos, cuando quiere, pone al malvado boca en tierra, para que calle y no difunda su maldad con lengua hereje y confitada. O bien aumenta su poder con su divina permisión, dejando al aire su obstinación afilada, su dentadura prometeica y apóstata.

13.- Pululan los demonios por la tierra buscando ahogar el Agua. Estamos en guerra. Pero Cristo es fuerte surtidor que irrumpe hacia lo alto, desde los pozos profundos de su Iglesia. Y sólo Él puede ahogar la idolatría tenebrosa de la superficialidad originaria, contra la que nos alertaba, con  bellísimo discurso, el P. Evagrio Lopez Alvarez en post De orquídeas, abejas, pájaros y ángeles:

“en uno de sus comentarios al Génesis, San Agustín respecto a la creación de los vegetales apunta al hecho de que no fueron creados en un día propio, sino en el mismo día en que Dios disipó las incomodidades de las aguas reuniéndolas en un solo lugar para que apareciera el suelo: «como por las raíces se unen a la tierra y permanecen fijas en ella, quiso que éstas perteneciesen al mismo día» (   ). En verdad, esta estabilidad ligada a la profundidad del arraigarse contradice radicalmente la girovagancia de los demonios,  siempre errantes, nunca estables, enemigos de toda profundidad, fascinados por la superficialidad originaria precisamente en cuanto que prefieren negar la creación.

A propósito de esta idolatría tenebrosa de la superficialidad originaria, me vienen a la mente las palabras con que se describe Mefistófeles en el Fausto de Goethe:

«Soy un espíritu que continuamente estoy negando la evidencia de las cosas, y no me falta razón en parte, porque todo lo que existe, al fin y al cabo, es una mentira que se convertirá en polvo y que, para llegar a este resultado hubiera sido preferible que no hubiese existido jamás. En una palabra, lo que ustedes llaman pecado y destrucción, y más especialmente mal, es el elemento que me constituye».”

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14.- De la Santa Eucaristía recibimos el nutriente, que rompe por dentro en nosotros la tierra caída, hasta que el sueño del pecado se quebrante, y quede el alma abierta en herida, y sangre con Cristo y nazca.

15.- San Antonio María Claret se describe a sí mismo como tierra en un pasaje sobrecogedor de su Autobiografía, 680:

“1859. En el día 6 de enero del año 1859, el Señor me dio a conocer que yo soy como la tierra; en efecto, tierra soy. La tierra es pisada y calla; yo debo ser pisado y debo callar. La tierra sufre el cultivo: yo debo sufrir la mortificación. La tierra, finalmente, necesita Agua para producir, yo necesito la gracia para hacer obras buenas”.

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

¡Santidad o muerte!

Alonso Gracián

17.11.14

(42) Que pidiendo al Señor que nos convierta, nos convertiremos

Pidamos sin cesar:

¡Conviértenos, Señor, y nos convertiremos!

En el capítulo 5 de las Lamentaciones, ante el pecado, abandono y calamidad del Pueblo de Dios, exclama el profeta:

21 ¡Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos!

No dice el autor sagrado, a secas: “volveremos a Ti”.

Sino: “Vuélvenos a Ti, Señor, y volveremos.”

En la Vulgata se dice:

21 converte nos Domine ad te et convertemur

Conviértenos, Señor, y nos convertiremos a Ti.

Piden al Señor que les convierta. ¿Es que acaso ellos no pueden convertirse por sí mismos, ellos solos? No.

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13.11.14

(41) Que dejar hacer a Jesús es fruto de su gracia, y su Palabra es respuesta

La gracia del Hijo de Dios responde a tu cabezonería, que le discute, y te convence.

Y sólo tras recibir la gracia de la palabra divina eres libre, y dejas hacer a Jesús, ahora.

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Me impacta un pasaje de Mateo 3 que suele pasar desapercibido, pero es tremendo: Jesús viene a ser bautizado por Juan. Y Juan se lleva las manos a la cabeza, y dice: ¿cómo va a ser eso???

Si. Le discute al Señor. ¡Él! Y mira que Juan es santo de verdad.

Porque… no te creas que Juan era un loco, o un mediosanto, un extravagante, o poca cosa en virtud. Era un santazo.

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9.11.14

(40) Las tentaciones del católico, II: De la falsa fuerza del número, o del pelagianismo de la cantidad.

Son muchos los males que nos aquejan. ¿Cómo reaccionar contra ellos? En este post lo veremos, tratando de diagnósticar una tentación insidiosa en que podemos caer, si no estamos prevenidos:

Utilizar al ídolo cantidad, como lo llama León Bloy,  para luchar contra el mal. Confiarnos a la falsa fuerza del número, a la guerra de cifras, al pelagianismo de la cantidad, a la pseudoseguridad de los muchos recursos y los numerosos medios.

Porque nunca venceremos al mal que nos aqueja a base de cuantificaciones pelagianas, sino con el poder de Dios..

A menudo esconde Cristo su poder en los corazones de los santos, para difundirlo cuando quiere y como quiere.

Por eso la Palabra de Dios te convence de esto: pensar en términos cuantitativos implica una reducción de confianza en la potencia del Dios de los Ejércitos.

Veámoslo.

LO QUE DICE EL MUNDO QUE HAY QUE HACER PARA DEFENDERSE DE UN ENEMIGO PODEROSO

Contra un enorme enemigo que nos ataca con intención de destruirnos, lo razonable parece ser armarse hasta los dientes y reunir unas buenas tropas, al menos para reunir el mismo contingente que iguale la contienda.

A esto apunta la sabiduría de este mundo, y lo confirma la historia, sobrecogida de guerras y sufrimiento.

El Pueblo Elegido se ha visto en situaciones de este tipo: unos cuantos, contra un poder maligno inmenso:

“19 Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados escogidos. 20 Lo seguía una multitud numerosa como las langostas y como los granos de arena de la tierra: su número era incalculable.” (Judit, 2)

Los israelitas contemplan esta amenaza con horror.

“2 Un pánico indescriptible cundió entre ellos ante la presencia de Holofernes y temblaron por la suerte de Jerusalén y la del Templo del Señor, su Dios.” (Judit 4)

¿Cómo entiende la postmodernidad esta batalla? Con parámetros cuantitativos: contra un gran enemigo, un gran ejército. Cantidad. 

El católico empeñado en estas lides, por ejemplo en el sufrido y siempre bienintencionado apostolado de la Ley Natural, si se deja llevar por el espíritu cuantitativocombatirá con armas ineficaces si pone en ellas su esperanza, que se resumen en la advertencia de León Bloy, Diario de mayo de 1910:

“La divinidad moderna, tanto para cristianos y judíos como ateos, es el ídolo CANTIDAD, el dios Quantum, con un culto más exigente, más implacable, que el que pudo tener el fatum antiguo".

Es decir, que hay una mentalidad cuantitativa que considera que el destino (el fatum) de las cosas es bueno o malo según su eficacia numérica.

En el mundo de hoy, en cualquier ámbito, la medida es el número, y el éxito depende de él. La fuerza del número es clave en el liberalismo, el comunismo, el socialismo… las grandes masas aclamando al líder, los entusiasmos colectivos, la presión del poder popular… El número determina las leyes, la ética de mínimos o máximos, la presión de la opinión pública capaz de transmutar valores y morales. Pero Dios actúa de otra manera.

Digamos de forma un tanto brusca para oídos buenistas:

La Postmodernidad inyecta la idolatría de la cantidad. Que consiste en preferir lo visible, la cantidad, a lo invisible (la cualidad divina, la gracia) como recurso decisivo y alimento de la acción moral. La fe sin embargo es potencia de no visión.

La acción de la gracia invisible da esplendor al testigo de Cristo, que hace visible el Amor del Señor en el mundo, y hace asomar la salvación que tanto se necesita.

La presencia visible del cristiano en el mundo descristianizado de hoy es tanto más necesaria cuanto más se proscribe la acción de la gracia invisible en las almas.

Pero esta presencia sería infecunda si no se sustenta en la gracia invisible que opera en los corazones. Cristo ha de ser ensalzado, porque es el Salvador. Por eso la santidad es la clave. La santidad determina la calidad de nuestro apostolado, por así decir: El Espíritu Santo difunde a través de ella, de esa calidad vital, la acción de Cristo que salva.

León Bloy da en el clavo al relacionar la sobrevaloración de lo cuantitativo con la adoración de lo visible en forma de falta de fe, de infidelidad, de idolatría incluso. Como dice en el Diario de julio de 1893:

“La idolatría consiste en preferir lo visible a lo Invisible".

Y pone como modelo y remedio la espiritualidad medieval:

“Si hubo una época en que los hombres descuidaron la Cantidad para dirigirse exclusivamente hacia la Calidad, esa es indiscutiblemente la Edad Media". “La cantidad es esencialmente destructora de la calidad, si a ésta no obedece y se rebela". “Igualar, nivelar, es para la cantidad de una importancia vital y exige la aniquilación de todo lo que aventaja. Es una sucesión indefinida de cantidades perpetuamente iguales".

Los cristianos, ante los horrores de la Cultura de la Muerte de la Postmodernidad apóstata, no hemos de reaccionar con este pánico, producto del espíritu de vértigo y de la falta de fe. Hemos de darnos cuenta de la formidable amenaza del Nabucodonosor de la apostasía liberal, y combatirlo con las buenas armas de Cristo. 

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Es una gran tentación para el católico confiar en el número como si el número diera la victoria; asegurarse el éxito en la cantidad, en los recursos, en el número de firmas conseguidas por la causa, en la guerra de cifras de las manifestaciones, en el número de votos, de objetivos y programas, en la abundancia de recursos humanos o materiales o técnicos.

Nos parece que cuantas más firmas reunamos, más poder va a tener nuestro apostolado. Por eso no nos importa hacerlo aconfesional.

Nada de eso. 

El espíritu de pobreza y debilidad es condición para seguir a Jesús y hacer fecunda la gracia del apostolado.

Con esto no queremos en modo alguno decir que no sea lícito usar medios humanos. Lo que decimos es que no podemos confiar en estos medios. Sólo Cristo es el vencedor.

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UN ENEMIGO CONTRA EL QUE ESTAMOS EN GUERRA.

El icono malo del mundo, de la Cultura de la Muerte, es el rey Nabucodonosor y su lugarteniente Holofernes.

Pero ¿qué quiere Nabucodonor? Veamos qué quiere, y reflexionemos si es posible o no la conciliación, llevarse bien, o imaginar que se le puede vencer con cantidad de recursos, medios, programaciones, firmas, etc.

Nabucodonorsor envía a Holofernes para esto:

destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19)

Los cristianos vivimos inmersos en esta época de muerte pacifista, en que el nasciturus, el enfermo, el débil, el inocente en general es el principal atacado, y el enemigo una fuerza poderosa capitaneada por el diablo.

Hay muchos católicos buenistas que niegan que estemos en guerra. Quieren llevarse bien con Holofernes, porque la guerra es cosa mala y molesta. Pero es bueno recordarles lo que nos recuerda la Gaudium et spes 37, que nos enseña una verdad que muchos católicos conciliadores con el espíritu del mundo parecen haber olvidado. Recordemos la enseñanza:

(37) “A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.”

Estamos en guerra con el maligno y el pecado. Es el tema central del Señor de los AnillosTolkien estaba empeñado en que nos diéramos cuenta de que, en el Mundo Caído, en esta Tierra Media azotada por el evento primigenio de nuestra caída en la sombra, es preciso librar batalla con armas espirituales. No son las tropas de Aragorn las que aportan la victoria decisiva, sino un pequeño hobbit y su fiel cirineo.

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Y QUE HAY QUE COMBATIR ANTE TODO NO CON LA CANTIDAD DE LAS ARMAS DEL MUNDO, SINO CON LA CALIDAD DE LAS ARMAS DE CRISTO.

Como hemos dicho, la calidad de Cristo está escondida en ciertos corazones: en los corazones de los santos. Y la difunde cuando quiere y como quiere. Con santidad es como debemos combatir. Y no serán muchos los soldados. A lo mejor es uno solo, unos cuantos, un puñado, los que sean. La cantidad no importa.

¡Santidad o muerte! Repetía el beato Spínola.

Sorpréndete de esto. Es la enseñanza de la Palabra de Dios. .

El Señor aconseja la pobreza voluntaria y sobrenatural. No hemos de confiar en la guerra de cifras.

“Poned toda vuestra esperanza en la Gracia” (1 Pe 1, 13)

Judit 4 nos enseña el camino:

“9 Todos los hombres de Israel clamaron insistentemente a Dios y observaron un riguroso ayuno.”

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A LA MANERA DE JUDIT, QUE VENCIÓ A HOLOFERNES

Judit habla con el poder de Dios: 

Non enim in multitudine virtus tua,  "tu fuerza no está en el número".

También se dice en

Samuel 2, 9: el hombre no triunfa por su fuerza

Y fijaos en el poder material del mal. ¿¿Quién podría igualarlo??:

Judit 1, 16: Nabucodonosor posee “una inmensa multitud de soldados".

Con este ejército, capitaneado por el temible Holofernes, planea

“cómo llevar a cabo su idea de venganza contra toda la tierra” (Judit 2, 1)

¡Venganza contra toda la tierra!

Es una ingente fuerza de potencia nihilista, secularizadora, des-sacralizadora.

Nabucodonosor y Holofernes, su servidor, representan al Anti-Dios, el Anti-cristo, el Maligno y sus servidores, las fuerzas del mal.

Envía a Holofernes a destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19) Con su temible servidor va una

“confusa muchedumbre, incontable como plaga de langosta o la arena de la tierra".

Contra este enemigo tremendo, Israel cuenta con… una mujer viuda, sabia, bella y piadosa, que ora..

En 8, 17, dice al pueblo atemorizado:

” pidamos (al Señor) su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad.”

Es una prueba. Una prueba de confianza. Y para mostrarlo acude a la Escritura, y compara la situación en que se encuentran con otras pruebas de fidelidad:

8, 25 Más aún, demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos somete a prueba, lo mismo que a nuestros padres.

26 Recuerden todo lo que hizo con Abraham y en qué forma probó a Isaac, y todo lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, hermano de su madre

La victoria sobre este enemigo portentoso no reside en la equiparación (imposible para ellos) de fuerzas, sino en la confianza. Una cuestión de confianza en el poder de Dios.

Judit exhorta a la fidelidad. Ellos no adoran sino al Dios verdadero, no han caído en la idolatría de sus antepasados, que fueron masacrados por diversos enemigos. Ellos son fieles y adoran al único Dios, y en esta fidelidad se fundamenta la esperanza en el auxilio del poder de Dios contra Nabucodonosor y Holofernes, que odian al Señor y a su Pueblo, porque Israel no quiere vivir conforme a sus dictados, conforme a su imperio idólatra.

“20 Nosotros no reconocemos otro Dios fuera de él; por eso esperamos que no nos despreciará”

Con esta esperanza, Judit invoca el poder de Dios:

“9, 4: ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!”

9, 5:14 contiene lo más impresionante de su oración. Todo un tratado de apostolado cristiano y confianza en la potencia de Dios.

” Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir; Tú decides los acontecimientos presentes y futuros, y sólo se realiza lo que Tú has dispuesto.

Las cosas que has ordenado se presentan y exclaman:‘¡Aquí estamos!’.Porque preparas todos tus caminos, y tus juicios están previstos de antemano.

7 Mira que los asirios, colmados de poderío, se glorían de sus caballos y sus jinetes, se enorgullecen del vigor de sus soldados, confían en sus escudos y sus lanzas, en sus arcos y sus hondas, y no reconocen que Tú eres el Señor, el que pone fin a las guerras.

8 ¡Tu nombre es ‘Señor’! Quebranta su fuerza con tu poder, aplasta su poderío con tu ira, porque se han propuesto profanar tu Santuario, manchar la Morada donde habita la Gloria de tu Nombre, y derribar tu altar a golpes de hierro.

9 Mira su arrogancia, descarga tu indignación sobre sus cabezas:

concédeme, aunque no soy más que una viuda,

la fuerza para cumplir mi cometido.Por medio de mis palabras seductoras

10 castiga al esclavo junto con su jefe y al jefe junto con su esclavo.

¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!

11 Porque tu fuerza no está en el número ni tu dominio en los fuertes,

sino que Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.

12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria!

13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos.

14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que Tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!”.

Nosotros, armados con esta confianza, movidos por la gracia, ponemos todo nuestro empeño en adorar al único Dios verdadero y pedir su ayuda y su divino auxilio, para vencer con su poder las fuerzas que nos asedian.

En nuestra batalla contra las fuerzas del mal, con las buenas armas de Cristo, no olvidemos que el maligno se vale del pecado para construir su Anti-iglesia, con la que quiere devastar toda la tierra, como Nabucodonosor.

Y que nosotros, Pueblo Santo por la gracia, podemos hacerle frente, en nuestra debilidad, si imploramos fielmente su divino auxilio,

confiados en que el poder de su brazo no mengua en aquellos que le son fieles.