(59) Que sólo el Señor puede enderezar nuestros pasos, y no los maestros del error.
¡De cuánta incapacidad, espesa como bosque oscurecido, nos libra el auxilio de Dios, estremeciendo la espesura como sendero de plata, hacia el fulgor indiviso!
La red de la alabanza, y la oración litúrgica de la Iglesia, sondean las profundidades de la Redención, y emerge repleta de tesoros: gratuidades sin cuento y condescendencias sin fin, para los miembros de Cristo.
Señor, es indecible tu delicadeza. El alma asiente a tu salvación llevada por ti tan inefablemente…
Oh Madre, cuán hermoso es tu Hijo.