(309) La libertad religiosa en la encrucijada
Respecto a las religiones adámicas, el pensamiento clásico ha defendido siempre la necesidad de un principio de tolerancia que las relativice en orden al bien común y al reinado social de Cristo, garantía de vida social virtuosa en la unidad católica.
Este principio de tolerancia, rectamente entendido, tiene un fundamento teológico, que es la propia teologalidad de la fe. No cabe, por tanto, establecer un paralelismo indebido entre la religión revelada y las religiones adámicas. Ni siquiera fundamentándolo en la naturaleza humana.
Tampoco cabe, como pretende el constitucionalismo liberal, sustentar en la naturaleza humana una libertad religiosa absoluta en sentido moderno, esto es, como libertad negativa. Las religiones adámicas, como constructos surgidos del estado de enemistad original, no pueden considerarse “absolutos positivos” sin grave daño para el bien común.
Por influencia del personalismo, de raigambre liberal, las religiones adámicas han sido absolutizadas como derechos ontológicos privados. Como consecuencia, la vida social queda fragmentada y el estado reducido a mero árbitro de reclamaciones y contrarreclamaciones religiosas, dando lugar a innumerables conflictos.
1.- La ligazón originaria
Dios creó y elevó al ser humano «en un estado de inocencia y gracia» santificante (Catecismo mayor, 57). Esta creación y elevación constituían una auténtica ligatio, es decir, una verdadera ligazón del hombre con su Creador y Santificador. Esta ligazón no era sólo de imagen y semejanza, sino también de gracia: era una relación, además de natural, sobrenatural.
Contra la escuela personalista en general, y su Nueva Teología en particular, creemos que esta elevación sobrenatural fue gratuita, puesto que Dios pudo haber creado a la criatura racional sin ordenarla a la visión beatífica.
—Lo que fue un regalo a la naturaleza humana no lo hemos de considerar una exigencia de la misma en orden a su autorrealización. Viene bien recordarlo, como hizo Pío XII en 1950 con esa segunda Pascendi que es la excepcional Humani generis, 20:
«Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica. Y, no contentos con esto, contra las definiciones del concilio de Trento, destruyen el concepto del pecado original, junto con el del pecado en general en cuanto ofensa de Dios, así como también el de la satisfacción que Cristo ha dado por nosotros.»
Por tanto, la ligazón originaria del hombre con Dios era en definitiva un estado de amistad gratuito que Dios no debía al hombre, pero que quiso dárselo.
2.- La des-ligación originada por el pecado
Mas el hombre, por el pecado, cayó de este estado de inocencia y gracia, y quedó en un estado que Trento describe con precisión:
«habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán, hechos inmundos, y como el Apóstol dice, hijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte» (Ses. VI, cap. I)
La desligación originada del hombre con Dios es, en definitiva, un estado de enemistad.
Una vez caído del estado de amistad, al ser humano le resulta imposible volver a re-ligarse a Él sin haberse reconciliado antes. Resultándole imposible, además, reconciliarse a su manera. Es precisamente este manierismo religioso, como deseo de “autodeterminación religiosa", la pretensión que ofende sustancialmente al plan de Dios. Porque toda tentativa de forzar a Dios a reconciliarse no en los términos de Dios, sino en los términos y desvarios del hombre caído, es un abuso de la libertad. Es, de hecho, la esencia del abuso original.
3. Una manera irreconciliada de religarse, que es des-ligación
La conocida etimología de la palabra religión, religatio, religación, nos remonta a la religatio adámica, es decir, al intento de re-ligación sin reconciliación del hombre con Dios tras la Caída. Un intento que está marcado indefectiblemente por el deseo de independencia, fruto del estado en que queda el linaje humano tras la pérdida del estado de amistad.
Un estado que Trento denomina, como hemos visto, de inmundo, objeto de la ira de Dios, esclavitud y oscuridad. No absoluta, sin embargo.Por eso Trento en su sesión VI cap. I matiza que «el libre albedrío no estaba extinguido […] aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.» El hecho es que, como sigue enseñando el tridentino, de tal Caída del estado de amistad no podía el hombre levantarse […] por las fuerzas de la naturaleza».
4.- El entendimiento de la religación, dañado aunque no destruido
La razón religante, tras la Caída, no queda destruida, pero sí profundamente dañada. La enemistad con Dios ha dejado al hombre des-sobrenaturalizado, y con su entendimiento (de la ligazón con Dios) muy dañado.
La Humani generis describe muy bien el estado en que queda el entendimiento humano caído respecto a las verdades de «las relaciones entre los hombres y Dios» (Humani generis, 1):
«para adquirir tales verdades, el entendimiento humano encuentra dificultades, ya a causa de los sentidos o imaginación, ya por las malas concupiscencias derivadas del pecado original. Y así sucede que, en estas cosas, los hombres fácilmente se persuadan ser falso o dudoso lo que no quieren que sea verdadero.»
Asimismo, recuerda que existen una serie de obstáculos en esta adquisición de verdades, que:
«impiden a nuestra razón cumplir eficaz y fructuosamente este su poder natural. Porque las verdades tocantes a Dios y a las relaciones entre los hombres y Dios se hallan por completo fuera del orden de los seres sensibles; y, cuando se introducen en la práctica de la vida y la determinan, exigen sacrificio y abnegación propia.»
Por eso no ha de extrañarnos la proliferación de errores al respecto:
«Ni es de admirar que siempre haya habido disensiones y errores fuera del redil de Cristo.»
5.- En qué quedan las religaciones adámicas
Los hombres, en estado de enemistad, están persuadidos de ser falso lo que es verdadero y verdadero lo que es falso, aunque no del todo. Esta persuasión del error explica el rechazo de la religación verdadera:
«En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.» (Jn 1, 10-11)
Las religaciones adamicas, siendo en el fondo deseos de autorreligación no reconciliada, son en realidad, como se dijo, desligaciones, cada cual a su modo, en distinta manera y grado y según la mayor o menor persuasión de error en que se encuentren. Por lo que son falsas en mayor o menor medida y desligantes en mayor o menor grado, según el grado de autonomía original que pretendan.
Dado, sin embargo, que ni la libertad está extinguida, ni la razón destruida por la Caída, pueden hallarse algunas verdades.
6.- Pero las verdades son de la razón, no de los proyectos autónomos de autorreligación
Dado que el hombre, aun en estado de enemistad, no está en sus potencias totalmente destruido, tiene cierta luz natural de la razón para alcanzar verdades morales y religiosas. Y esta luz natural es semilla del logos.
Pero ni las idolatrías, ni los politeísmos, ni todo otro constructo de autorreligación surgido del estado de enemistad pueden ser semillas del logos.
Más bien son semillas del error y de la enemistad. Como constatan los hechos.
Pero ojo, la razón, repitimos, no está destruida, puede acceder a ciertas verdades. Por eso :
«La Santa Madre Iglesia, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas» (Concilio Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, c.2: DS 3004; cf. Ibíd., De revelatione, canon 2: DS 3026; Concilio Vaticano II, Dei verbum 6).
Aunque:
«en las condiciones históricas en que se encuentra, […] experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón» (Catecismo, 37)
Las dificultades, pues, son muchas, y están repartidas de diversa manera. Debido a «los malos deseos nacidos del pecado original» (Humani generis, 2) no sólo quedan afectadas los personas concretas, sino también las sociedades y las instituciones, que inventan proyectos autónomos de re-ligación con Dios persuadidos de que son buenos siendo malos: y así, como decimos, aparecen y reaparecen en la historia del estado de enemistad las idolatrías, los politeísmos, los animismos, las herejías y los pecados contra el primer mandamiento. Sin que ello impida encontrar algunos bienes y verdades que proceden de la razón, de esa imagen y semejanza aun no perdida del todo.
7.- La libertad religiosa como derecho al estado de amistad ofrecido por Dios
El hombre no es libre para rechazar la forma de unirse a Dios que Dios mismo le ha entregado ni para religarse sin abandonar el estado de enemistad. Porque este estado, precisamente, es el causante de la pérdida de ligazón del hombre con Dios.
La libertad en materia de religación, tal y como se entiende tradicionalmente, es la libertad de poder religarse a Dios de la manera que Dios mismo, tomando la iniciativa, ha concedido al ser humano a través del Sacrificio de su Hijo. Un derecho absoluto que emana de un deber absoluto: el de acoger el estado de amistad que ofrece Dios mismo en su Hijo, el único Reconciliador del linaje humano.
Entendemos, por eso, que la libertad de religación no es la libertad de elegir cualquier religación sin reconciliación, (esto es, la libertad religiosa tal y como se entiende hoy día), sino la libertad de elegir la única religación que reconcilia, que es la religión inciada por Dios mismo en su Hijo.
Esta religación debe ser conforme a la imagen y semejanza, esto es, libre. Por eso, como afirma el Código de derecho cánonico de 1917 en su canon 1351: «A nadie se le debe obligar a que abrace la fe católica contra su voluntad»
Vemos, pues, que la religación incluye el derecho a religarse libremente de la única manera establecida por Dios en su Hijo, el Reconciliador. Pero no incluye el derecho a permanecer irreconciliado, ni a autorreligarse según fines y proyectos propios al margen de la reconciliación iniciada por Dios mismo.
La libertad de la religión, por tanto, es derecho de elección libre de la religación verdaderamente religante. Pero en modo alguno es derecho absoluto a elegir desligaciones adámicas, porque no existe derecho, propiamente hablando, a permanecer en el estado de enemistad.
8.- La tolerancia, principio de la prudencia política
Consciente de la debilidad del hombre adámico y de sus malos deseos, y al mismo tiempo de las semillas del logos que se hallan, aún, en su razón natural no destruida, la doctrina tradicional defiende un principio de tolerancia capaz de fomentar la paz de Cristo en el reino de Cristo.
Por este principio de tolerancia, no se reconocen como derechos positivos absolutos los deseos de autorreligación sin reconciliación. Antes bien, consciente de su carácter adámico, son tolerados en orden al bien común, pero como relativos, no como absolutos, y en cuanto hay razón natural en sus fieles, no en cuanto hay creencias desreligantes que dañan la paz social. Pretende por tanto la unidad católica, no la división adámica.
En conclusión, el pensamiento clásico no entiende como un “absoluto positivo” el estado de enemistad. No entiende que los proyectos adamicos de autorreligación constituyan reclamaciones y contrarreclamaciones que el ordenamiento jurídica deba satisfacer de forma absoluta, siendo el orden público la única limitación. El pensamiento clásico no entiende, por tanto, que exista un derecho ontológico a permanecer en el estado de enemistad, ni que esta permanencia sea un principio de paz, sino de división.
9. La libertad religiosa moderna
Sin embargo, la escuela personalista-constitucionalista, de raigambre liberal, interpreta como absoluto positivo la libertad negativa en materia religiosa (o sea la libertad religiosa) que la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Declaración universal de los derechos humanos, Artículo 18, París 1948, expresa de esta forma:
«Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.»
Es decir, el liberalismo católico, en su perspectiva personalista-constitucionalista, entiende que es “un absoluto positivo” la pretensión de permanecer en el estado de enemistad, y de elegir, abusando de la propia libertad, la autorreligación adámica que se desee.
Pero Según León XIII, encíclica Libertas n.15-16, 1888, enseña que:
«la llamada libertad de culto, libertad fundada en la tesis de que cada uno puede, a su arbitrio, profesar la religión que prefiera o no profesar ninguna»[…]
«esta libertad de cultos pretende que el Estado no rinda a Dios culto alguno o no autorice culto público alguno, que ningún culto sea preferido a otro, que todos gocen de los mismos derechos»
Esta supuesta libertad de autorreligación adámica es considerada por el pensamiento clásico, y por Libertas en concreto, una tesis «contraria a la virtud de la religión», «contraria a la verdad», y, en cuanto derecho concedido, una «depravación de la libertad y una esclavitud», cuyo objeto es «desnaturalizar impunemente una obligación santísima»,es decir, la obligación de abrazar la reconciliación ofrecida por Dios mismo.
Es el error que rechaza con precisión Syllabus, 15 en esta formulación condenada:
“15.º Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que, guiado por la luz de la razón, considerare como verdadera.
y 10.- La libertad religiosa en sus justos términos
Entendemos, pues, que la libertad religiosa, en clave personalista-constitucionalista, como “derecho absoluto” a elegir la autorreligación deseada o no elegir ninguna, y a manifestarlo y difundirlo públicamente, no es un absoluto positivo ni un absoluto ontológico. Porque el estado de enemistad no es un bien sino un mal fruto de la Caída y del pecado en general.
Por el contrario, de acuerdo con el pensamiento clásico, entendemos la libertad de autorreligión (autorreligación) como un relativo tolerable en función del bien común. O sea, que nadie tiene un derecho absoluto a elegir y difundir el estado de enemistad. Es sólo un relativo tolerable en función del bien común y del orden público, y en orden a la difusión de la paz de Cristo en el reino de Cristo.
La primacía del bien común determina que, dado que Dios mismo ha tomado la iniciativa en su Hijo de re-ligar verdadera y eficazmente al hombre, esta religación no puede ser impedida por ningún poder temporal, y en este sentido la religación divina es un verdadero absoluto positivo.
Es sano y necesario que el pensamiento católico se libere de prejuicios personalistas y vuelva a reivindicar la sana doctrina de la tolerancia. Por ella, las religiones adámicas no son absolutos que se deban reclamar y contrarreclamar como “derechos ontológicos". Sino relativos ordenables por la prudencia política en función del bien común y de la vida social virtuosa.
David Glez. Alonso Gracián
8 comentarios
Leyéndole me venía a la memoria los intentos persistentes de cierto conocido de que abandone el anacronismo cristiano y abrace la autorrealización (auto-religación) yóguica. Por lo visto, afirma este conocido, sólo en el silencio de la mente se puede encontrar a Dios, pero con independencia de eso del pecado, que obviamente no existe.
Escuchando a la serpiente a través de su lengua incauta, caí en la cuenta del porqué de los esfuerzos y/o moda de traer a los orientalismos lejanos a Occidente, vamos, aquello de la New Age. En particular al budismo y su matraca de la autoextinción del Yo.
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A.G.:
Sean, esos intentos persistentes de los que habla, que tanto han cautivado a católicos; esos proyectos búdicos de silencio, de autorredención, de fusión con el todo que es nada; son en realidad fruto de la tremenda pérdida de identidad que sufre el hombre moderno.
Una vez perdida la armonía entre la fe y la razón, la primera afectada es la razón, que comienza a ser deconstruida. Y la deconstrucción de la razón es, precisamente, la esencia del budismo y concretamente del zen.
El problema es estar desarmado ante estos peligros. Y si el católico de hoy cree que en la deconstrucción budista puede haber semillas del logos, está perdido. Es lo que ha pasado en los últimos cincuenta años.
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A.G.:
Gracias Paul. De acuerdo, con lo que dice, esta crisis es castigo medicinal. El católico de hoy parece haber renunciado al pensamiento, sustituyéndolo por un concepto luterano de la obediencia, que no es la obediencia racional y sobrenatural de los santos.
Es difícil recuperar la racionalidad, pero no imposible, porque Cristo no nos abandona, y su poder sigue siendo el mismo.
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A.G.:
Desde luego, Juan Andrés, hay una confusión enorme en torno al concepto de libertad religiosa, confusión que una gran parte de la Iglesia docente ha contribuido a fomentar, adoptando la perspectiva personalista al respecto.
Como bien dice, la Iglesia nos alerta del adulterio espiritual que implica hacer amistades con ídolos y credos adámicos. El cristiano moría mártir por no reconocer otros dioses. El hombre moderno, sin embargo, cree que hay semillas del logos en el culto a esos dioses. Esta confusión, sin embargo, no es gratuita. Viene como consecuencia de adoptar elementos del pensamiento moderno. Pero Cristo vence, y podemos, con su capitanía, depurar la mente de la Iglesia militante.
Gracias Don Alonso Gracián por iluminarnos
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A.G.:
Gracias jaime astudillo. Como muy bien dice, la única religación eficaz es la que ofrece el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo. Por la aplicación de los méritos del Hijo, el hombre pasa del estado de enemistad al estado de amistad, en un nuevo nacimiento.
¿Pueden ser buenas personas los impíos?
Porque todos somos perdonados, Nuestro Señor lo perdona todo...según los sastres de una fé a medida.
La pregunta no es mía sino del psiquiatra...
"¡Vuelvan los impíos al seol, todos los gentiles que de Dios se olvidan! (Salmos 9, 18)"
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A.G.:
Oscar, quien se condena es aquel que muere en pecado mortal sin el arrepentimiento debido. Imagino que a muchas buenas personas que están en estado de pecado mortal, como no se arrepientan de sus pecados mortales, y recuperen la gracia mediante la confesión, les espera un destino espantoso en pago de haber rechazado a Dios.
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A.G.:
Si hay imposibilidad material de confesarse se entiende que debe hacer un acto de contrición.
Viene a cuento la plática del Padre Loring: "Con sólo tres palabras te salvas" (Se encuentra con facilidad, así)
Paz y bien.
(Nota: He cambiado el nombre a minúsculas)
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A.G.:
Ricardo no sabría decir exactamente la posición de Pío XII al respecto, no conozco el asunto.
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