Un nuevo año, sí, y gracias a Dios
Hoy es el primer día de un nuevo año. Ya han pasado 2024 desde entonces…
Cuando esto pasa, es decir, únicamente hoy, muchas cosas tenemos por delante. Por así decirlo, con el dicho tan conocido, es el primer día del resto de nuestra vida.
Como creyentes también tenemos esa nuestra vida por delante. Pero en nuestro caso es algo especial porque no se trata, al menos no se ha de tratar, de un tiempo al que aferrarse sin mayor sentido. Muy al contrario, el considerarnos hijos de Dios nos da un plus de responsabilidad porque no estamos aquí para pasar, sólo, por este valle de lágrimas sino, sobre todo, para que se note de Quién somos creación.
De todas formas, el año nuevo es futuro que ya está aquí. Es muy posible que para comenzar un año nuevo sean necesarias algunas realidades espirituales sin las cuales estaríamos vacíos y nuestra vida de cristianos sólo sería una apariencia de nada. Como ejemplo esto que sigue:
Fe para no perderla…
Fe para tenerla siempre sobre nosotros…
Fe para recordar de Quién proviene…
Esperanza de lo porvenir…
Esperanza cierta en Dios…
Esperanza en que nos sostendrá en las tribulaciones…
Caridad que haremos propia…
Caridad para los demás…
Caridad infinita ante el agravio…
Ganas de enfrentarse a lo malo…
Ganas de resurgir…
Ganas de dar…
Lucha por conseguir el definitivo Reino de Dios… llamado Cielo.
Lucha por dejar de lado los odios y rencores…
Lucha por ser fruto…
Ambición por transmitir la Palabra de Dios…
Ambición nunca exagerada de vencer al Mal…
Ambición nunca desmesurada de ser cauce de Bien…
Corazón para amar…
Corazón para perdonar…
Corazón para ser sobre el tener…
Espíritu para ser luz y ser sal…
Espíritu renovado ante el mundo que no cree…
Espíritu indomable ante la adversidad…
Manos para ponerlas en las necesidades ajenas…
Manos que no conocen el descanso…
Manos que son caricia y beso del alma…
Esfuerzo para querer ser ilimitadamente buenos…
Esfuerzo para permanecer, en oración, ante el mundo…
Esfuerzo para no dejar, de lado, a Dios…
Luz para transmitir…
Luz no escondida bajo el celemín…
Luz que guíe, que sea cauce, que sea camino…
Sonrisa para alegrar las tristezas ajenas…
Sonrisa perenne ante los adioses procurados por la vida…
Sonrisa calmante…
Capacidad para ser mejores…
Capacidad para vivir sabiéndonos hijos de Dios…
Capacidad para fructificar…
Restitución del espíritu en nuestras ajetreadas vidas…
Restitución de la calma en nuestro corazón…
Restitución de la filiación divina como sentimiento cierto…
Ser, así, hijos, para merecer un tal Padre.
Seguramente se podrían decir muchas cosas más sobre lo que ha de suponer, para cada uno de nosotros, el inicio de un nuevo año en nuestra vida; sobre lo que ha de suponer dar un paso que, desde el primero al último, sea sentido y querido por nuestro corazón de cristianos, aquí católicos, agradecidos a Dios; sobre lo que ha de suponer reconocer, como huellas, las que el Padre deja a nuestro alrededor para que las reconozcamos y, siguiéndolas, alcancemos su definitivo Reino donde tantas estancias nos está preparando Jesucristo; sobre lo que ha de suponer vernos alejados de la tibieza que tan poco ha de gustar a Dios.
¡Dios, Padre Nuestro!… Que estás en los cielos.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hoy todo vuelve a empezar; pedir a Dios… también.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.