J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media – La tentación de Boromir
Es bien cierto que, como sabemos, Boromir, el hermano de Faramir e hijo del Senescal de Gondor, a la sazón Denethor II, tenía en mente algo distinto a la voluntad mayoritaria que había acerca del Anillo Único.
El caso es que, cuando se perfiló la posibilidad de llevar a cabo un Concilio, llamado de Elrond por razones obvias, a celebrar en Imladris/Rivendel, su hermano Faramir iba a acudir al mismo. Sin embargo, valióse Boromir de su mayor edad y fue él quien acudió a la tan importante reunión.
Digamos, para empezar, a aquello no fue, sino, el comienzo de la tentación de Boromir o, digamos, una especie de prólogo de lo que luego pasaría porque, si hilamos el hilo que todo esto une podemos decir que sí, que aquella decisión de acudir a la citada reunión tenía más de una razón de ser. Al menos, para aquel hombre, descendiente de los númenóreanos antepasados de Gondor.
No podemos negar, por otra parte que Boromir no era un hombre apocado o venido a menos sino, exactamente, todo lo contrario: arrojado y valiente eran las virtudes que lo adornaban y eso hizo que pocos dudaran de que, al fin y al cabo, no estaría nada mal que fuera él quien acudiera Rivendel.
Boromir lo tenía más que claro: el Anillo Único debía ser utilizado en la lucha contra Mordor porque el poder que se podía derivar de un uso adecuado del mismo sólo podía ir en beneficio del Bien y en perjuicio del Mal. Y por eso siempre defiende la idea de que sea destruido sino, al contrario, que sea llevado en mano de quien pueda defender, atacando, a quien tanto daño había hecho y estaba haciendo a los pueblos libres de la Tierra Media. Y eso era lo que defiende siempre.
Ya tenemos, por tanto, algo más que aportar a la tentación que cogiera el corazón de Boromir: quiere un destino distinto para el Anillo Único.
Y podemos imaginar que cuando en el Concilio de Elrond se acaba decidiendo que sea el Mediano Frodo quien lleve el Anillo al Monte del Destino para ser destruido (que era lo que debía hacer hecho, muchos años antes, aquel que se lo quitó del dedo a Sauron, a saber Isildur no pudiendo resistir, el hombre, el poder de la obra del Mal) a Boromir no le pudo parecer nada bien que se hiciera aquello que se quería hacer con algo que podía resultar muy beneficioso para ellos y para sus pueblos.
De todas formas, no tuvo más remedio que aceptar la decisión. Y estamos más que seguros que, en su corazón, aquello supuso un duro golpe. Sin embargo…
Conocida es la ocasión. Cuando Frodo se retira del grupo para estar solo, Boromir lo sigue. Y habla con el Mediano pero no puede convencerlo de que le entregue el Anillo Único que porta sobre sí, como una carga terrible pero, al fin y al cabo, esperanzada.
Boromir se da cuenta, en el acto, de que sólo le queda una posibilidad de hacerse con aquel objeto maléfico. La tentación acaba perfeccionándose en su corazón y trata de arrebatarle el Anillo Único a su portador el cual, para evitar males mayores se lo pone en el dedo y desaparece. Todo, pues, se ha cumplido: el poder de aquel engendro había podido con la voluntad de aquel hombre que lo ansiaba, él creía, para bien y no para hacer mal uso del mismo.
Aquella tentación pudo más que el honrado proceder de un hombre valiente y, al fin y al cabo, supuso que creyese él mismo que no había actuado nada bien cuando se dio cuenta de su proceder contra Frodo, que cargaba con el Anillo, seguramente, a su pesar.
Podemos decir, y esperamos no equivocarnos, que aquella tentación no era, en sí misma mala o, mejor, que la intención de Boromir no era hacer uso del Anillo Único en beneficio exclusivo de sí mismo o, siquiera, sólo de Gondor. No. Él quería, de verdad lo quería, vencer a Mordor. Y bien sabemos, de todas formas, que nunca supo que, en efecto, se había vencido al Mal con la destrucción, no querida por él, de aquella joya terrible y maléfica.
De todas formas, Boromir supo cumplir con su obligación y, a lo mejor, a modo de resarcimiento de su mala acción, supo defender la vida de Merry y Pippin cuando, en una refriega con los orcos, uno de ellos, un Uruk-Hai le dispara una flecha y, luego, otros otra y otras… Y así murió, defendiendo a sus amigos y partícipes de la Compañía del Anillo de la que él formaba parte como miembro más que activo.
Nosotros, de todas formas, creemos que Boromir, en su valentía y arrojo, no podía hacer otra cosa que la que hizo: convencido de la necesidad de usar el Anillo Único, reclamarlo para tal fin; viendo en peligro la vida de los Hobbits, defenderlos con su propia vida.
Y es que hay valores que en la Tierra Media tienen su forma de ser y siempre se ponen en práctica porque donde es no, nunca puede ser sí, aunque la vida vaya en ello.
Eleuterio Fernández Guzmán - Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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