Un amigo de Lolo – Estamos destinados, sus hijos, a Dios
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
Estamos destinados, sus hijos, a Dios
“La primera Aleluya de la oración hay que cantarla así: por este milagro de liberación colectiva. De tejas abajo, uno no puede menos de sentir el temblorcillo por las piernas por la carga de tantas criaturas, pero, la meta de Dios, que es inmensa, no se pisa con la arrancada solitaria, sino tirando de todas las criaturas que nos rodean y atravesando el portón de los cielos alabando a Dios a coro, como en el himno de cierta sinfonía de Beethoven.” (”Los pantanos se construyen en las afueras“, de “Desde este lado de la tapia")
Sin duda alguna, la salvación es personal. Es decir, que cada uno de nosotros nos salvamos según actuemos o hagamos a lo largo de nuestra vida. Nos salvamos o no nos salvamos, claro.
Sin embargo, como bien aporta el Beato Manuel Lozano Garrido, no podemos olvidar ni tener por no real otra posibilidad que tiene que ver con lo que somos como hermanos y como hijos de Dios. Y es que no vivimos solos ni somos islas en el mundo. Es más, no se puede entender nuestra realidad espiritual sin la del prójimo, del que formamos parte dando forma y sustancia colectiva, no por casualidad, a la Esposa de Cristo.
Pedir a Dios por lo que supone que, como pueblo suyo, nos salvemos, no debe estar lejos de nuestras oraciones. Cierto es que solemos orar por realidades muy personales pero nada hay más cercano a nuestro corazón que el prójimo a quien debemos amar como a nosotros mismos. Por eso, lo común debe estar en nuestro corazón porque en él es donde el Espíritu Santo reside, templo suyos somos.
Es bien cierto, a este respecto, que, como somos poca cosa ante Dios, puede suponer una gran carga para nosotros soportar, aunque sea en la oración, al común de hermanos en la fe. Sin embargo, bien sabemos, primero, que Dios eso quiere; en segundo lugar, que nunca nos da obra a llevar a cabo (incluida la oración) a la que no aporte su gracia y, por tanto, la fuerza suficiente como para llevar a cabo una tal misión. Él nos quiere unidos en su definitivo Reino. Pedir eso no es nada descabellado sino una grave obligación de todo hijo suyo.
Confiamos, pues, en que Dios hará posible en nosotros, una voluntad, como dice Lolo, colectiva. Y lo creemos porque nunca nos decepciona Quien nos ha creado y mantiene, busca nuestro bien y, en fin, desea para cada uno de sus hijos, y para el conjunto de los mismos, lo mejor que pueda desear un Padre, un tal Padre, por sus hijos los hombres.
El caso es que Dios debemos ir todos juntos. Recordemos la maravillosa imagen del Apocalipsis cuando se nos presente a millones de almas que, juntas, han venido de la gran tribulación y se presentan, tras haberse lavado en la sangre del Cordero, ante Dios. Juntos, unidos, en unión ante el Padre.
Nada, pues, de eso, es imposible porque Dios quiere que sea posible. Y nos da auxilio y ayuda que es la oración, la petición, el agradecimiento, la voluntad de estar todos ante el rostro del Todopoderoso.
Y eso, se diga lo que se diga, no es nada ajeno a nosotros sino, al contrario, algo a lo que ni debemos renunciar ni podemos olvidar.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Orar pensando en Dios es la única forma de hacerlo bien y como debe ser.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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