Un amigo de Lolo – Un santo decálogo - VII
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
Un santo decálogo - VII
Digamos, antes de empezar, que Manuel Lozano Garrido, en Mesa redonda con Dios, pp. 167-168, escribe un decálogo que vale la pena tener en cuenta.
Dios mediante, vamos a dedicar tantas semanas como puntos tiene tal decálogo a contemplar su significado.
“Todo por Ti y para Ti, nuestro Buen Segador. Y para que veas que te lo digo de corazón, aquí te dejo, Señor, la bandera y el programa de un humilde decálogo. Ojéalo y, si vale, échale tu bendición:
VII. Cuando des, da bienes, corazón y gracias, porque ¡menudo favor te hace Cristo con dejarse socorrer en el pobre…!
El Beato Manuel Lozano Garrido sabe que no siempre somos generosos con el prójimo y que no estamos dispuestos a dar o a darnos de una forma generosa.
Esto lo decimos por el lenguaje utilizado en este punto, el que hace siete, de su catálogo. Y es que dice “Cuando des” porque bien sabe que no siempre damos. Sin embargo, al menos a veces, sí damos.
Dar se puede hacer de muchas formas pero, en general, se resume todo en hacerlo bien o hacerlo mal. Si es el segundo el caso en el que podemos encontrarnos, no lo haremos con fruto sino, casi seguro, de una forma que nos perjudicará porque a Dios no le puede gustar según qué tipo de procederes.
Pero podemos hacerlo bien. En este caso podemos mirar en el prójimo como si estuviéramos viendo al mismo Cristo.
Decimos esto porque cuando damos es que, sin duda, hay alguien que está necesitado o, en todo caso, cuando demos si es alguien que está necesitado… en tal caso, es al mismo Cristo a quien damos.
¿Acaso si Cristo estuviera delante de nosotros actuaríamos de una forma rácana, con pocas ganas o, en todo caso, dando como si no quisiéramos dar?
Muchas veces hemos escuchado aquello de que a muchas personas les gustaría haber vivido en tiempos de Jesús para conocerlo. Sin embargo, San Pablo se encontró con el Hijo de Dios sin haberlo conocido y eso cambió su vida para siempre y, con él, la de toda la cristiandad.
Por eso, tampoco es necesario tener a Cristo ante nosotros porque Él está en todo necesitado. Se hizo querer por los más pobres, por los más enfermos y, en general, por todo aquel que, como Zaqueo, necesitaba una verdadera salvación espiritual, física o social.
Eso es, precisamente, lo que Dios espera de nosotros y eso es lo que debemos dar.
Se nos pueden pedir muchas cosas pero, en general, suele tratarse de bienes necesarios para la existencia. Hagámoslo, entonces, como si los diésemos al mismo Hijo de Dios.
Pero también se nos pueden pedir esas cosas que no se pueden contabilizar en materia sino en entrega muy personal: tiempo, paciencia, auxilio espiritual, etc. Hagámoslo, entonces, como si lo hiciéramos con el mismo Cristo.
Pero, sobre todo, podemos dar gracias. A Dios Padre por habernos creado y hacernos capaces de dar bienes y corazón; a Jesucristo por haberse puesto de ejemplo con su decir o su hacer; en fin, con el Espíritu Santo que nos guía a Quien, tantas veces, no queremos escuchar.
Y es que el Hijo de Dios quiere que hagamos como si a Él mismo se lo hiciéramos. Es más, en una ocasión dijo, exactamente, eso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Cristo está en todo aquel que nos necesita.
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1 comentario
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EFG
Amén. Estoy totalmente de acuerdo con usted.
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