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4.05.17
24.04.17
Del cráneo carbonizado a la hipocresía del Lama
El diablo es “padre de la mentira”
(Jn VIII, 44)
I.
La espera epistolar y el interdicto anti-proselitista que se traduce en veda de mi libertad locomotiva, me dan algo de tiempo y oxígeno psicológico para escribir un poco. Ahí vamos.
Hace un tiempo, Nima me pidió que, por cortesía, vaya al funeral de un vecino budista. Con el fin de rezar por él y conocer más la cultura local, me dispuse a ir, para lo cual ascendí el monte, caminando una media hora en medio de pedregales y bichos hasta llegar al sitio donde despedían al pobre finado, que tuvo la desdicha de morir fuera del seno de la Iglesia, al menos visible.
Lamentablemente, perdí las impresionantes fotos, pero, a los fines de esta crónica, que no es un estudio antropológico de campo, baste una somera descripción: al difunto lo quemaron insertándolo en un maderamen artesanal lleno de fuego, alrededor del cual los deudos recitaban sus mantras, movían sus matracas y tomaban jugo (sí, tomaban jugo, que nos lo repartieron por gentileza, quizás por el calor que hacía). El podio, por cierto, estuvo reservado al monacato, compuesto de cuatro lamas adultos y dos pequeños lamas que no superaban los diez u once años.
Los monjes, con monótono acompañamiento poli-instrumental, ejecutaron una serie interminable de ininteligibles invocaciones siguiendo las exactas rúbricas del Ritual tibetano escritas sobre unas pequeñas hojas rectangulares. Ajeno a cualquier “asisismo” y consciente de la absoluta inutilidad y peligrosidad objetivas de los rituales budistas, por mí cuenta y mientras padecía la rítmica adormilante de los guturales coros, rezaba el sacratísimo Rosario pidiendo a Dios por la salvación eterna del desdichado vecino cuyos huesos se consumían ante la fogata que acaparaba nuestro campo visual.
Todo transcurría con sopor budista, hasta que fuimos sacudidos por un espectáculo inesperado: de pronto, desde el centro de las quemantes maderas, por acción de no-sé-qué físico fenómeno, emergió el cráneo carbonizado del cádaver, que, ante la inmutación de los lamas, se impuso frente a nuestro ojos, con tétrica faz, invitándonos a reflexionar en el drama de las postrimerías.
Tal dantesco espectáculo más bien servía para intentar la ignaciana meditación del infierno que para escalar con la mente a las delicias celestiales. El fuego, los mantras, la idolatría, la superstición, la ausencia de toda referencia a Dios, la muerte fuera de la Iglesia, el cráneo carbonizado que nos “miraba”… conformaron a una de las experiencias sensibles más fuertes de mi vida. Salvo el jugo, todo allí parecía invocar el averno.
II.
Más no había que quedarse en el nivel sensible. Era preciso profundizar su cosmovisión para asomarnos a las tinieblas de esas almas, en las que jamás recuerdo haber visto expresiones de gozo prístino. A tal fin, emprendí un coloquio esjatológico con los monjes budistas, haciendo gala de mis dotes para el diálogo interreligioso.
He aquí que, terminada la ceremonia fúnebre, con sincero y esforzado respeto, me dirigí al jefe de los lamas, con quien, excelente traductor mediante, tuve el siguiente coloquio:
- “Hola, ¿cómo anda?”
- “Bien, ¿y Ud?”
- “Muy bien”
- “Ah…”
- “Lama, ¿le puedo hacer una pregunta?”
- “Sí”
- “¿Dónde fue el muerto?”
- “¿Qué?”
- “Sí, ¿dónde fue el muerto?”
- “Al Cielo”, me contestó con canchera sonrisa, luego de dudar y pensar un poco.
- “Ahh…pero, entonces, ¿a dónde fue a parar vuestra creencia en la reencarnación?”
En ese momento, la mano se le complicó… Y me respondió:
- “Se va a reencarnar en otro mundo”.
Notando nosotros la incoherencia interna de sus últimas dos afirmaciones, le respondí esto:
- “Pero, ¿no era que se había ido al Cielo? ¿Cómo es que ahora se va a reencarnar en otro mundo? ¿En qué quedamos? ¿Se fue al Cielo o se va a reencarnar en otro mundo?”.
Tanta pretensión de coherencia discursiva fue demasiado para el jefe de los lamas. No tenía salida y por eso me dijo esto:
- “No entiendo inglés. Chau”. Y se fue. Tras él, se retiraron los demás monjes con su arsenal ritual.
Una vez más, la hipocresía. El primer acto de hipocresía fue darme dos respuestas opuestas. La primer respuesta que me dio era del todo inusual en la dialéctica budista, pero me la dio, creo, para quedar bien conmigo, porque era fácil estimar que yo era cristiano.
La segunda respuesta que me dio se contradecía con la primera. He aquí, una clara hipocresía. Cuando le puse de manifiesto la oposición lógica de ambas proposiciones, pretextó no entender inglés, para dar por finalizado el coloquio, que fue el primero, y el único, que tuve con el jefe de los lamas de la aldea donde aun está la base misional.
Y lo del inglés fue un pretexto puesto que contábamos con un perfecto intérprete, que es mi amigo llamado Surya, cuya lengua madre es el nepalí (que es el idioma local) y que, a la vez, habla muy buen inglés.
III.
Tanta hipocresía me sulfuró y me venía a la memoria los estudios que hice sobre la temática del fariseísmo a la luz de los escritos del padre Castellani. Es que el fariseísmo no es un problema exclusivo de los ministros de la religión vera, sino una peste que también invade a los de las creencias falsas. De hecho, estimo que si no fuera por el fariseísmo de los ministros de las religiones falsas, estas se habrían reducido enormemente, probablemente hasta desparecer por su conversión en masa a la Fe vera. Un tema para otra ocasión… Retomamos el hilo.
Indignado, camino unos pasos solo y me topo con un grupo de jóvenes deudos, que juntos venían del funeral. Los saludé y acto seguido les relaté el coloquio que tuve con el lama magno. Entonces, una del grupo tomó la palabra. Era una chica culta que estudiaba en la universidad. Ella me dijo: “a nosotros, un lama (o los lamas) nos dijo que el difunto se convertirá en una víbora”. ¿Habrá sido el mismo lama que a mí me respondió otras dos cosas distintas y opuestas? No sé, puede ser. Al menos, fue la respuesta oficial que los lamas les dieron a los familiares del muerto.
Pensando un poco, noto que el lama jamás le habría dicho a un extranjero que un budista se va a convertir en serpiente, máxime cuando los cristianos creemos en vocación universal al Paraíso eternal donde se goza de la visión del mismo Dios Omnipotente. Si dijera eso, en el marco de las llamadas “religiones comparadas” (que en realidad es una ilusión óptica, como decía Chesterton), el budismo quedaría muy mal parado. Pero, al mentirme y espetar contradicciones, queda peor parado aun ya que al absurdo doctrinal, le suma el absurdo discursivo y la mala voluntad del fariseísmo.
Mas, las contradicciones internas y la superstición del budismo tibetano no terminan acá, sino que se convierten en negocio destinado a engrosar las billeteras de los honorables lamas. Volvamos al hilo del relato.
Cuando terminé el coloquio con el grupo de jóvenes que me comunicó el delirio tibetano del pobre-que-deviene-víbora, espantado, le conté el verso a Nima. Y él, que es converso del budismo (y por converso, adverso al verso), a la vez que el único cristiano de su familia, me dijo que aún hay más tela para cortar: los monjes hacen no-sé-qué cálculo astrológico y según eso determinan en qué género de ser se reencarnará el difunto del caso: rata, serpiente, hombre y zoológico etcétera.
Pero, y acá preparemos las billeteras, si los familiares le pagan a los lamas la debida suma de dinero, entonces ellos compasivamente harán un ritual (llamado puya) gracias al cual el finado devendrá hombre y no bestia…
¡Qué bestias!
Domine, miserere nobis!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana,
Viernes de la Octava de Pascua 21-4-17
23.04.17
Ante la persecución de los Lamas (IV): cantar las misericordias del Señor
I.
Escribo estas líneas muy rápido ya que literalmente me estoy durmiendo…
Nima, la autoridad local protestante, me dio un borrador de la carta y me pidió que la redacte y tipee. La redacté y le agregué muchas cosas más. Terminó pareciendo “una bula de canonización”, como me decía un amigo en broma.
Esa epístola dice que el suscripto está haciendo una obra benéfica en favor de la gente y que las autoridades desean que él se quede por un largo tiempo en la zona y que le aseguran protección para él y todos los voluntarios europeos que quieran ir ayudarlo. Me dí el lujo de ponerle un “felices Pascuas” al final de la carta y de comenzarla invocando los “decretos providenciales y misteriosos del Cielo”. Realmente, me divertí escribiendo la carta, a la que hicimos referencia en la primer crónica de esta serie. Mi decisión fue simple: escribir una carta de máxima, si me la rechazan, puedo reproponer una carta menos ambiciosa.
Nima aprobó la carta. Y luego empezó a negociar con los intendentes budistas, especialmente con Dorjee (alias D.T.), que era quien me mostró mayor animadversión.
El día del cumpleaños de D.T. (la coincidencia fue extremadamente providencial) lo fue a ver Nima y negoció una hora con él. Luego, Nima me dijo que lo visite yo a DT. Le llevé los regalos, y se quedó contento. Luego, me enteré que se quedó feliz conmigo porque fui la única persona que le hizo regalos en su cumpleaños. En el momento, no sabía que ese día era el aniversario de su natalicio. “Decretos providenciales y misteriosos del Cielo”…
Pasaron dos días de grande suspenso, y luego Dorjee firmó la carta. Tras él, todos los demás intendentes firmaron en serie. En total, nueve autoridades locales firmaron la epístola. El histórico hecho sucedió ayer, Sábado de la Octava de Pascua, culminando así los vaivenes que tuvieron lugar durante el tiempo de la novena de la Divina Misericordia.
El milagro se realizó. No viene al caso ni corresponde publicar la carta, pero baste saber que es asombrosa. Todos los amigos que la leyeron, quedaron asombrados. La carta dice que las autoridades quieren establecer un intercambio cultural, artístico, espiritual y turístico entre Europa, y en particular con un país europeo determinado, y la zona de la Misión. Es una carta histórica que no abre una puerta, sino que abre enormes portones a la Iglesia Católica en la zona de la Misión.
Gracias a esta carta, muchos voluntarios o huéspedes europeos podrán ir a la Misión a ayudar en la enseñanza, gozando de la protección de las autoridades locales (y los lamas lo mirarán por la TV). Al enseñar, podrán evangelizar, aunque esto no está en la carta, pero, con prudencia sobrenatural, los voluntarios lo podrán hacer. Nima, de hecho, me dijo que los voluntarios podrán enseñar la Biblia en la escuela a los alumnos.
En suma, desde esta carta, los Misioneros entramos por la puerta grande. Es un milagro. Veremos cómo sigue la cosa…
II.
Ahora el próximo paso, es la decisión del obispo. No va a entender nada. Se quedará boquiabierto. La carta rompe los esquemas de cualquier persona: los que ayer me expulsaban, hoy me dan la bienvenida. No tiene explicación humana, sino divina y por eso estoy obligado a cantar las misericordias del Señor, especialmente en este Domingo de la Divina Misericordia, y a agradecer las oraciones de muchísimas almas que muchas partes del mundo rezaron por esta carta.
Había venido a despedirme y me dan la bienvenida para siempre, y no sólo a mí sino a los que quieran venir a ayudarme. Es de locos.
Ahora veremos qué dice el obispo. Le pedí una audiencia. Estoy esperando que me conteste. Si me da su beneplácito, la misión seguirá en pie. Si no me deja seguir, la misión la seguirán los laicos ya que ahora las autoridades locales budistas están pidiendo, por medio de la carta con 10 sellos y 10 firmas, voluntarios europeos que vengan a la Meseta Tibetana enseñar inglés y otras cosas a la escuela de las monjas, por más que las monjas se vayan (me dijeron que hay un 99% de probabilidades de que se vayan). Nima me quiere dar la escuela a mí.
¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor!
III.
Digamos dos palabras sobre hoy. Tuvimos la Misa en mi casa. Vinieron doce almas. Cantamos varias canciones en un raro dialecto. Aunque no yo, sino ellos o varios de ellos. Les predique muy largo. Todo duró casi tres horas. Nadie comulgó sacramentalmente, no porque vivan en pecado, sino porque no aún no están bautizados.
Hoy vino un joven nuevo. Se llama Markus. No está bautizado pero me dijo que el ideal de su vida es ser misionero. No me pidan una explicación humana. No la hay. Es otro milagro.
¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor!
¡Viva la Misión!
¡Viva la Virgen!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana,
Domingo de la Divina Misericordia, 23-4-17
21.04.17
Ante la persecución de los Lamas (III): amenazas, progresos y salamines
Ante la persecución de los Lamas (III): amenazas, progresos y salamines
I.
Escribo estas líneas rápido como anteayer…
Vengo de hablar con la hermana Pushba. Cada vez que hablo con ella (es la encargada de la escuela), descubro más cosas. Hoy me contó el caso de la madre de Lakith, que es una niña de cuatro años que es pupila en la escuelita conventual. Lakith siempre viene corriendo a saludarme y los últimos días estuvo ausente por enfermedad.
Ellos pertenecen a la etnia mayoritaria de las aldeas de la zona, que es la etnia Rong. Los Rong devinieron budistas hace tres siglos y medio por la inmigración (muchos nativos aseguran que fue más bien una invasión) de los tibetanos. Hay mucho para contar sobre los Rong, mas es un tema para otra ocasión.
La madre de Lakith (no sé su nombre) es epiléptica y vive en la aldea de Tunk, una de las zonas sobre las que rige el interdicto que me impusieron los lamas, esto es, uno de los lugares a los que no puedo entrar sin especial permiso del intendente.
La madre de Lakith profesa el budismo tibetano y está sufriendo mucho por causa de su seria enfermedad. La hermana Pushba, con celo apostólico, la exhortó a ir a la Iglesia Católica a rezar pues, si Dios quiere, puede obtener una curación milagrosa. La enferma le contestó que ella quiere ser cristiana pero que no se anima puesto que la jerarquía budista (lamas e intendentes) la desterrarán si ella se convierte. Esto es una noticia actual, es algo que está pasando ahora.
Recordemos que al caso de la madre de Lakith, se suma el de Mahia y su esposo, que hace poco le volvieron a decir a la hermana lo que sabíamos: si se convierten, los dejan en la calle.
II.
A esos mismos intendentes “desterradores”, les pedí que firmen una carta pidiendo mi presencia. Si la firman, será un milagro. Pero, hay mucha gente rezando por esto. Y eso se palpa. Hay importantes progresos. La oración todo lo alcanza.
Ayer, Nima (la autoridad local protestante) se reunió una hora con D.T., que fue el más desaforado del motín y el que más se habría opuesto a mi presencia, según le parece a la hija de Nima.
Nima básicamente le dijo que el suscripto está ayudando al pueblo. Luego, Nima me mandó a hablar a solas con D.T. y el discurso de D.T. manifestó un cambio sencillamente radical… y para bien. Este cambio se debe a Dios, a las oraciones de tantos lectores y amigos y a la corbata y el salamín europeos que le regalé. A Dios orando, y con el salamín dando, parafraseando el dicho.
Nos consta que D.T. fue un indignado perseguidor de mi persona, pero ayer me dijo que los reclamos se debieron a malentendidos de los iletrados que veían que veníamos a predicar el Cristianismo a los budistas.
Le repliqué que los cristianos somos personas; que, por tanto tenemos necesidad de rezar y que le rezamos a Cristo, no a Buda. Y que por eso, los Domingos nos juntamos a rezar en la escuela. Y le dije que nos juntamos en la escuela porque acá no hay iglesia. No le dije que muchos de los “cristianos” son paganos que recién están aceptando a Cristo. No era momento de entrar en disquisiciones finas.
Sorpresivamente, me respondió que está bien que los cristianos recen los domingos. Increíblemente, me agradeció por las obras de caridad que los católicos estamos haciendo por medio de la educación (su hijo de dos años y medio va a la escuelita conventual). De todos modos, me dijo, él debe hablar con los demás intendentes para ver explicarles la situación (¿qué situación?) y con los supuestos “iletrados disconformes”. En el medio del diálogo, entró un monje tibetano canoso a almorzar y otros vecinos para no sé qué cosa.
III.
Hoy mismo pasó algo impresionante, como fruto de la persecución. Sin que nadie me informe, una profesora rong que es budista, espontáneamente, reunió a muchos alumnos del colegio a rezar el sacratísimo Rosario, en el hall del colegio misional.
¿Por qué pasó esto? Porque una corajuda voluntaria francesa, llamada Cécile, que vino hace pocas semanas a ayudarnos en la misión, empezó a rezar el Rosario con los niños paganos. Y ahora, movida por la gracia, esta profesora budista -llamada Repsong- está continuando la obra apostólica comenzada. Parece mentira. Es un milagro moral.
¡Viva la Misión!
¡Viva la Virgen!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana,
Viernes de la Octava de Pascua, 21-4-17
19.04.17
Ante la persecución de los Lamas (II): hacia el destierro de los pobres
I.
Acá, la persecución no es física, pero es toda diabólica. No se trata sólo de tratar de expulsar al sacerdote, que además de clérigo, es foráneo, despeinado y blanco. Tampoco es un privilegio reservado para los consagrados. Es un ataque al Catolicismo. Y por tanto, es una persecución que incluso llega a los pobres campesinos de modo tal de disuadir hasta la más mínima inquietud de conversión que alguno, por gracia de Dios, pueda llegar a tener.
El tema es simple: los lamas y sus satélites (los intendentes budistas), decidieron que todo aquel nativo que se convierta, será miserablemente expulsado de la tierra que habita. Aquí está la compasión budista: desterrar al campesino pobre, si este tiene la loca ocurrencia de aceptar al Dios verdadero. Tomen nota, tomen nota de nuevo, los que aun siguen encandilados con los espejismos del budismo, que hoy se vende en los supermercados del Occidente, o mejor, del “Accidente”, como bromeaba Anzoátegui.
Son muchas las cosas que habría para contar, pero nunca nos hacemos demasiado tiempo. Hay algo que pasó hace mucho y que, en el apuro, nunca había puesto por escrito. Lo digo ahora y que quede para siempre en los anaqueles del ciberespacio…
La primera de las conversas o, si se quiere, la primer alma que nos dijo que quería ser catecúmena para bautizarse y que empezamos a adentrar en los divinos Misterios, se convirtió por haberle rezado al único Salvador con una cruz que trajimos de Tierra Santa. Su nombre es Mahia. Uno de sus hijos es un lama budista. Poco tiempo después de su feliz decisión, acompañada por su marido, que también recibió a Cristo, hicimos un encuentro de oración en su ranchito, que es tan pequeño que varios estábamos de pie. Fue un momento de grande felicidad y efluvio gracioso.
Mas poco después de tanta sobrenatural algarabía, el compasivo dueño de la tierra de la casita alquilada por Mahia y su esposo, los amenazó. El dueño es un budista empedernido y obcecado en su paganía. Les dijo a los dos ancianos lo siguiente: “si Uds. siguen siendo cristianos, los destierro, los dejo en la calle”. La pobre señora, que para comer se la ve picar piedra a las seis de la mañana, se asustó. La amedrentaron. Y no vino más a rezar. Y la paganía, aplastó la algarabía.
No es el único caso. En la crónica anterior, hablábamos de Nima, una especie de cacique protestante. Es el único político cristiano que por estos inmensos pagos se pueda ver. Él se convirtió hace veinte o veinticinco años. Es el primer convertido. Ahora es un líder partidario, pero cuando se bautizó, fue condenado al ostracismo por los budistas. Le impidieron participar de cualquier evento público. Luego, a fuer de obras sociales benéficas y de políticas campañas (o palancas), volvió y ahora los protestantes, que son dieciséis familias son tolerados. Pero, ni bien se vaya Nima, los destierran. Valga aclarar, que salvo dos, todas esas familias fueron “importadas” de otras partes. Los luteranos emplean, en ciertas zonas paganas, la táctica de la emigración masiva a zonas no cristianas, con el fin de proselitizar por medio de la ocupación. Apostolado okupa, le dicen…
II.
Volvamos a lo inmediato, y no tan inmediato… Ayer me confirmaron que los lamas e intendentes budistas hace mucho tiempo vienen haciendo reuniones para hablar sobre mí. Se preguntan cosas tales como “¿quién trajo a ese sacerdote?, ¿qué está haciendo ese extranjero?” y otros interrogantes del género, que en el fondo me hacen agarrarme la barriga de la risa.
Mas no se trata sólo de conciliábulos en lamaserías. Hay más. Hay aprietes incluso.
Hace un par de meses, siete lamas con sus secuaces convocaron a los tres padres de familia más comprometidos (o, si se quiere, los únicos) de la Iglesia Naciente: David, Rafael y Puran. A mí no me avisaron (habría sido muy divertido…).
Los lamas estaban indignados y gritando me imprecaban en mi ausencia. David, asistido por el Espíritu Santo y Sus dones de consejo y fortaleza, replicó uno a uno los absurdos cargos del improvisado e irracional tribunal que los lamas montaron contra la humanamente inerme Iglesia Católica, que recién está siendo dada a luz.
Los lamas, entre otras, dijeron estas: que el Misionero puede ser un terrorista, que usa un vestido negro (sotana) que no sabemos qué es, que habla por teléfono en castellano y no entendemos que está diciendo (¿acaso querían oír mis llamadas?), que si embaraza a una mujer será blanca y otro tipo de absurdidades, a las que David, caballerescamente y sin desfallecer, refutó con precisión. Literalmente, les tapó la boca.
Pero, si bien les cerró la boca, como Cristo a los fariseos en las testamentarias disputas, peleando uno contra todos, los lamas, en ese ridículo tribunal (o más que tribunal, circo payasesco), firmaron un interdicto por medio del cual me prohibieron el acceso a la zona del mayor número de convertidos y simpatizantes con la Verdad: las aldeas de Ryhchu y Tunk. Desde entonces, para entrar allí, debo reportarme al intendente, que además de ser uno de los amotinados, es un borracho que ascendió por haber sido el chofer del esposo de la “bruja”. Si el intendente se digna autorizarme, entonces podré entrar.
Así está la cosa: conciliábulos, amedrentamientos, exhortaciones a la apostasía so pena de destierro, choferes que devienen intendentes ebrios, vociferaciones lamaístas, repulsas a la sotana, interdictos y absurdas calumnias. Queridos lectores: bienvenidos al mundo del Budismo Tibetano.
Hace unos días le contaba esto a un misionero francés y él me respondió una sola cosa, que muchos sabemos: hace unas décadas, los monjes tibetanos ahogaron unos misioneros católicos que se habían aventurado en el Tibet para extender el Imperio de la gracia.
Mientras tanto, si bien por el momento no desplegamos megáfonos, seguimos haciendo apostolado: hoy y ayer estuvimos continuando una muy amistosa plática con dos nativos: Sonam y Repsong. Recen por ellos. Se los ve muy cercanos a la conversión radical. Que los Ángeles los empujen y se tropiecen sobre la pila bautismal… Iremos corriendo a echarles el agua.
¡Viva la Misión!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana, Miércoles de la Octava de Pascua 17-4-17