Cuando muere un mesías y no nos ha salvado
Ayer murió el reverendo Moon. Dicho así, muchos se preguntarán quién es, porque no se trata precisamente de una celebridad entre nosotros, y quizás sonó más por nuestras tierras en los años 80 y 90. Sin embargo, cuando unas horas después de su muerte eché una ojeada a la prensa internacional –sobre todo a la norteamericana–, el rostro del nonagenario coreano ocupaba los primeros puestos en las ediciones digitales de los principales periódicos, y no sólo del Washington Times, que había fundado el mismo Moon. Sin llegar a la exageración de algunas agencias informativas que han hablado de la secta que inició como uno de los principales movimientos religiosos contemporáneos, sí podemos decir que está entre las figuras espirituales más destacadas –y controvertidas– del siglo XX desde que fundara en 1954 la Iglesia de la Unificación.
Sun Myung Moon nació en Corea del Norte en 1920, en una familia de agricultores; cuando él era adolescente, se convirtieron al cristianismo, haciéndose presbiterianos. Y llegó el momento fundamental que determinaría todo lo posterior, y que la biografía oficial relata así: “en una mañana de Pascua de 1935, Jesús se le apareció al joven Sun Myung Moon mientras estaba orando en una montaña de Corea. En esa visión, Jesús le pidió que continuara el trabajo que él mismo había comenzado sobre la tierra 2.000 años atrás. Jesús le pidió que completara la tarea de establecer el Reino de Dios en la tierra y traer paz a la humanidad”. Sorprendido, se puso manos a la obra, y en los años siguientes redactó el libro sagrado del movimiento: El Principio Divino. En unos años difíciles para su pueblo por la ocupación japonesa, Moon llegó a ser encarcelado por sus actividades de carácter nacionalista.
Por fin, tras la Segunda Guerra Mundial, Corea es libre, pero volvemos a ver prisionero a nuestro personaje por predicar en la comunista Corea del Norte. En 1954 funda la Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial, y comienza la expansión de la secta, ya que a finales de la década envía sus primeros misioneros a Japón y a los Estados Unidos. Otro momento fundamental es el matrimonio de Moon con Hak Ja Han en 1960. Ella será la “nueva Eva” para una nueva humanidad, como veremos después. En estos años, por otra parte, el mesías coreano realiza una gira mundial y construye un entramado económico y empresarial impresionante, pasando de ser el humilde hijo de unos campesinos a un flamante multimillonario.