24.06.21

De vacaciones por siglos lejanos

Ahora que empieza el verano, me voy a permitir aconsejar a los lectores un libro excelente que se ha publicado hace poco: El nacimiento de la cultura cristiana, de Rubén Peretó Rivas. He estado a punto de decir que es “excelente, pero sencillo”, pero por fortuna me he corregido a tiempo, porque lo cierto es que la excelencia se debe en buena parte a su sencillez. No es nada fácil escribir de forma sencilla y amena sobre algo tan amplio y complejo como el nacimiento de la cultura cristiana, que se extiende por buena parte de la tierra y a lo largo de muchos siglos.

Rubén Peretó, sin embargo, no solo lo consigue, sino que a uno le da la impresión de estar escuchándole contar historias sobre amigos del autor. ¡Y qué amigos! Ya quisiera uno tenerlos, desde Casiodoro, San Benito y Boecio hasta Alcuino de York, San Columbano, San Beda, Casiano o Carlomagno, pasando por muchos otros. Sus historias suscitan la nostalgia por tantas cosas buenas que son nuestras pero se han quedado por el camino y que en muchos casos ya ni siquiera recordamos. Es un libro que despierta el gusto por la oración, la liturgia, la sabiduría y los amigos. ¿Qué más podemos pedir?

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21.06.21

¿Son los judíos nuestros hermanos mayores en la fe?

Un lector con el bíblico nombre de Rubén (de Argentina), se refería hace unos días a la expresión “hermanos mayores en la fe”, que, según dicen, utilizó Juan Pablo II para referirse a los judíos y afirmaba duramente en ese sentido:

“Y respecto de JPII (a mi juicio el mejor de los Papas desde Juan XXIII en adelante), no puede ser santo nadie que:  - Llame y considere “hermanos mayores EN LA FE” a los judíos, cuando la misma Escritura nos dice que solo adquirimos tal condición con el bautismo”.

Conviene señalar desde el principio que, en relación con este tipo de cuestiones, se puede decir muy poco, porque, como sentenciaban los escolásticos, de verbis non est disputandum, no hay que discutir sobre palabras. Las palabras, a fin de cuentas, son signos arbitrarios de las ideas, y nada impide que esos signos cambien según la definición que se haga de ellos. Lo más que podemos hacer es determinar qué significados atribuibles a una expresión determinada son inaceptables para un católico y cuáles, si es que los hay, son aceptables y ortodoxos.

¿Merece, entonces, la pena meterse en esta cuestión? A mi entender, sí, porque toca algunos temas fundamentales de nuestra fe y siempre es provechoso reflexionar sobre ellos, contemplar sus misterios y disfrutar de la belleza del designio de Dios, aunque, como decía, la cuestión concreta en sí no admita respuestas drásticas y satisfactorias. Veámoslo.

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9.06.21

5.06.21

La Misa antigua como piedra de toque

Estos días se habla de que el Papa, en respuesta a las solicitudes de varios obispos italianos, va a modificar la legislación de Benedicto XVI que permitía a cualquier sacerdote celebrar la Misa tradicional, sin restricciones más allá de que hubiera un grupo estable de fieles que la pidieran. Cuando digo Misa tradicional me refiero, por supuesto, a lo que estrictamente hablando se llama la forma extraordinaria del rito romano y a menudo se conoce como la Misa antigua o, de forma muy poco precisa, la Misa en latín (a pesar de que también hay Misas en latín según la nueva forma del rito romano).

Sobre este tema se podrían decir muchísimas cosas, pero creo que un buen punto de partida es darse cuenta de que la Misa tradicional es una piedra de toque muy clara o, según las palabras del anciano Simeón, signo de contradicción para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones. ¿Por qué digo que la Misa antigua es una piedra de toque? Porque, a mi juicio y de manera casi infalible, los que la desprecian, combaten o injurian activamente parecen ser gente que hace tiempo que abandonó de hecho el catolicismo, aunque permanezcan por inercia en la Iglesia o incluso, horresco referens, sean sacerdotes u obispos. ¿Puede haber alguna excepción? Alguna habrá, porque los seres humanos a menudo somos ilógicos, pero será eso, una excepción.

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1.06.21

A mayor santidad de los sacerdotes, mayor santidad de los fieles

Monseñor Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica, en la Araucanía chilena, ha concedido una entrevista a InfoCatólica para conversar sobre la santidad. En ella nos habla de la estrecha relación entre la santidad de los sacerdotes y la de los fieles, entre la santidad de los cristianos y la santificación del mundo, entre una educación cristiana en familia de los hijos y su vida eterna.

—Monseñor, hace poco se ha publicado Historias de santidad en Chile, un libro sobre cristianos que han vivido en “olor de santidad” en tierras chilenas. En el prólogo, escrito por usted, afirmaba que “también nosotros estamos llamados a ser santos. Es lo que quiere el Señor”. ¿De verdad todos estamos llamados a ser santos? ¿No es solo para algunos elegidos especiales?

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