6.01.22

La Segregación de los Disidentes

El cardenal Hollerich pide que los no vacunados no puedan asistir a Misa en Europa. Así titulaba InfoCatólica la noticia.

El cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) ha pedido que se exija un pasaporte Covid a todo aquel que desee acceder a los servicios religiosos en Europa, en lo que supone el último paso, por ahora, hacia un respaldo general de la Iglesia a unos controles más estrictos.

Si aplicáramosmos la doctrina de la obediencia ciega, todos tendríamos que vacunarnos y presentar, con una sonrisa en los labios, nuestro pasaporte Covid al párroco o a su lugarteniente encargado del negociado. Y así, con el pasaporte en una mano y el carnet de identidad en la otra, se nos permitiría entrar en el templo a celebrar la Santa Misa, con la mascarilla en la boca, la distancia de seguridad y empapados en gel hidroalcohólico.

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3.01.22

Obediencia Ciega

Hoy en día, muchos funcionarios eclesiásticos carecen de fe y quieren abolir la santa misa, con su carácter sacrificial y con el concepto de transubstanciación, que consideran anticuado. Su animadversión a la misa de siempre es otra buena prueba de lo que afirmo. ¿Quién puede estar en contra de la misa que celebraron san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola o san Francisco Javier (por poner solo tres ejemplo) con tantos frutos de santidad?

Ya en 2013 se publicó un informe de la Comisión Luterano-Católico Romana titulado Del Conflicto a la Comunión para la Conmemoración Conjunta de la Reforma en el 2017 que llegaba a decir lo siguiente:

  1. Tanto luteranos como católicos pueden afirmar en conjunto la presencia real de Jesucristo en la Cena del Señor: «En el sacramento de la Cena del Señor, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está presente total y enteramente, con su cuerpo y su sangre, bajo los signos del pan y del vino» (Eucaristía 16). Esta declaración en común afirma todos los elementos esenciales de la fe en la presencia eucarística de Jesucristo sin adoptar la terminología conceptual de «transustanciación». De esta forma, católicos y luteranos entienden que «el Señor exaltado está presente en la Cena del Señor, en el cuerpo y la sangre que él ofreció, con su divinidad y su humanidad, mediante la palabra de promesa, en los dones del pan y del vino, en el poder del Espíritu Santo, para su recepción mediante la congregación»52.

“Sin adoptar la terminología conceptual de transubstanciación”… Claro, claro… Todos estamos de acuerdo en que un coche tiene cuatro ruedas y un volante, pero vamos a olvidarnos del concepto de “motor”… Un disparate. Estamos de acuerdo en todo, dicen: menos en lo sustancial. “Tira que libras”.

El problema es la falta de fe de una parte de los funcionarios vaticanos y de la jerarquía de la Iglesia. Lex orandi, lex credendi. Pero si no crees, la lex orandi sobra: sobra la liturgia, no tiene sentido la transubstanciación ni tienen sentido los sacramentos ni tiene sentido nada. Estos jerarcas apóstatas son quintacolumnistas que trabajan con denuedo para destruir la Iglesia desde dentro. Pero no lo conseguirán. Porque Cristo, que es la Cabeza de la Iglesia, no se lo consentirá.

La obediencia cadavérica no es católica. Uno no está exento de responsabilidad si obedece a los hombres antes que a Dios; o si obedece a alguien que, en nombre de Dios, se permite la licencia de mandar preceptos que vayan contra el depósito de la fe: contra los dogmas, contra los sacramentos o contra los Mandamientos de la Ley de Dios.

Un Papa no nos puede obligar a adorar o a arrodillarnos ante la Pachamama, que es un ídolo pagano. Un Papa no puede obligarme a creer que está en gracia de Dios quien vive públicamente en pecado mortal y que un divorciado que se ha vuelto a casar por lo civil puede recibir la comunión como si nada. Un Papa no me puede obligar a aceptar que las uniones homosexuales se puedan bendecir en la Iglesia. Un Papa no me puede obligar a aceptar que el aborto no sea un pecado abominable. Un Papa no puede borrar de un plumazo los dogmas que se refieren a la Virgen María. Un Papa no puede quitar el sacramento de la penitencia. Un Papa no puede cambiar la fe de la Iglesia.

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31.12.21

España, entre el amor al Reino de Dios y la Apostasía

España ha sido un reino histórico ordenado al Reino de Dios. De hecho, nuestra primera bandera no era sino una simple cruz de madera: la Cruz de la Victoria, que se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Una cruz frente a la media luna de la herejía mahometana. Frente a la imposición de una fe falsa, los hijos de María Santísima se rebelaron contra la secta islamista y lucharon durante casi ochocientos años hasta expulsarlos de nuestra tierra. Porque España es nuestra patria: la patria de Pelayo, la patria de Alfonso II, el Casto; la patria de Fernando III, el Santo; la patria de los Reyes Católicos. No se entiende España sin la cruz.

La Ley de Dios, la caridad, el Evangelio, eran nuestras leyes fundamentales, las bases de todas las demás leyes y las normas primordiales del gobierno de nuestros monarcas: ¡Ojo! Sin idealismos románticos. El hombre es pecador y solo la gracia de Dios nos santifica. Todo lo bueno que el hombre hace es por la gracia de Dios. Pero la corrupción, el despotismo, las arbitrariedades, las injusticias, el egoísmo, los odios… son frutos podres de nuestro pecado. Por eso necesitamos vivir en gracia de Dios unidos a Cristo.

La espada y la cruz: un rey que gobierna y trabaja por el bien común de toda España, asesorado por la Iglesia y por todos aquellos hombres santos que tengan como fin, no buscar su propio bien, su enriquecimiento y bienestar, sino la gloria de Dios y la Patria Celestial. Nuestro bien personal y social tiene un nombre; el nombre sobre todo nombre y ante quien toda rodilla se ha de doblar en el cielo, en la tierra y en el abismo: Cristo. Nuestra fe pone a Cristo en el centro y condiciona y subordina la libertad al bien, al amor, a la caridad. La Ley de Dios es eternamente justa. Así lo señala el Salmo 19:

La ley de Dios es perfecta,
y nos da nueva vida.
Sus mandatos son dignos de confianza,
pues dan sabiduría a los jóvenes.
Las normas de Dios son rectas
y alegran el corazón.
Sus mandamientos son puros
y nos dan sabiduría.
La palabra de Dios es limpia
y siempre se mantiene firme.
Sus decisiones son al mismo tiempo
verdaderas y justas.

Cuando en tu vida personal, familiar o profesional te riges por la Ley de Dios, vas dejando un rastro de amor a tu paso; vas dejando el buen olor de Cristo; vas ordenando tu vida y la vida de cuantos te rodean a Dios y a su Reino. Y procurando el bien del prójimo que vive y trabaja a tu lado, procuras al mismo tiempo el bien común de tu familia, de tu empresa, de tus clientes, de tu pueblo… Por el amor de Dios, vas creando espacios de caridad y felicidad alrededor de ti. Nuestra felicidad es Cristo y nuestro deber es ayudar a Dios a llevar a todas las almas a su plenitud.

En España, hasta las piedras dan gloria y alabanza a Cristo: las de las grandes catedrales, las de los templos románicos, las de mi pequeña iglesia de Santiago de Gobiendes… Desde el siglo IX, la pequeña iglesia de mi aldea ha dado gloria a Dios, a Cristo; y tocar las piedras de sus muros, de sus columnas y sus capiteles es unirse a la alabanza a Dios de nuestros antepasados. Antes que Santo Tomás escribiera la Suma Teológica, mis ancestros ya daban gloria a Dios proclamando en piedra la alabanza a Jesucristo.

«Porque la vida buena que en este siglo hacemos, tiene por fin la bienaventuranza celestial, le toca al oficio del Rey procurar la vida buena de sus súbditos por los medios que más convengan, para que alcancen la celestial bienaventuranza», dice Santo Tomás de Aquino. El fin último de la política es la felicidad del hombre en este mundo – la vida buena – para que pueda llegar al cielo al final de su camino por este mundo.

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30.12.21

Emilio Boronat

Emilio Boronat es uno de los grandes referentes de la educación católica en España. Aquí debajo les dejo el video de una conferencia que impartió Emilio, titulada  "Educar: disponer el corazón del hombre al Corazón de Cristo", que es una buena muestra de su mucho saber y de su capacidad de enseñar. Emilio es un maestro de los de verdad y, además, es un amigo a quien quiero de manera entrañable. 

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23.12.21

El Bien Común y la Política


1.- ¿Qué pasa, si no hay Dios?

Para Dostoievski, si no hay Dios, no hay hombre.

Si no hay Dios, automáticamente la humanidad queda dividida en dos clases, los hombres extraordinarios y los hombres ordinarios. El hombre extraordinario o superhombre toma el lugar de Dios y se dedica a organizar arbitraria y despóticamente la sociedad con el pretexto de atenerse a la razón o a la ciencia, para hacer felices a los hombres. Pero su acción será nefasta y destructora porque le quita al hombre (ordinario) su libertad y su conciencia y porque la libertad absoluta que se arroga el superhombre (todo le está permitido) será necesariamente una libertad para el mal, porque la virtud sin Cristo es imposible.

La salvación no puede venir del superhombre (el hombre Dios) ni del Leviatán (el dios Estado). Sólo puede venir del Dios hombre, Cristo. No hay salvación fuera de Cristo

2.- La libertad humana

La libertad del hombre ¿es absoluta o condicionada? ¿es una libertad contra la ley y contra Dios o para la ley y para Dios? La libertad incondicionada conduce a la negación de la libertad y del hombre; conduce al superhombre nietzscheano. Pero el superhombre libertino, más allá del bien y del mal, se destruye a sí mismo. El hombre, mientras lo es, mientras conserva un resto de humanidad y de conciencia, no puede soportar la brutal ideología del superhombre que avanza por encima de cadáveres. El superhombre acaba destruyéndose a sí mismo porque el pecado es oscuridad, tinieblas, alejamiento y enemistad con Dios. El hombre autodeterminado y autónomo es luciferino: enemigo de Dios, a quien aborrece. El malvado se esconde de Dios porque sabe que sus obras son malas y se avergüenza. Y mientras tanto, trama contra el justo, porque las obras del justo dejan en evidencia aún más su maldad.

Cuanto más sometido a Dios está el hombre, más libre esIncluso podemos decir que el único modo que tiene el hombre de conquistar su libertad es el de obedecer a Dios. Dios es nuestro creador, es Él quien en todo momento nos mantiene en la existencia como seres libres. Él es el origen de nuestra libertad y, cuanto más dependemos de Dios, más brota esta libertad. Depender de un ser humano puede ser una limitación, pero no lo es depender de Dios, pues en Él no hay límites: es infinito. La única cosa que Dios nos «prohíbe» es lo que nos impide ser libres, lo que impide nuestra realización como personas capaces de amar y de ser amadas libremente y de encontrar nuestra felicidad en el amor. El único límite que Dios nos impone es nuestra condición de criaturas: no podemos, sin ser desgraciados, hacer de nuestra vida otra cosa distinta de aquello para la que hemos sido creados: recibir y dar amor.

Dios no sólo no suprime la libertad del hombre, sino que es el único que la funda y la hace posible. La heteronomía ahoga la libertad; la autonomía conduce al hombre hasta la divinización de lo arbitrario… Solamente en la aceptación libre de la teonomía encuentra el hombre la verdadera libertad, pues en Dios, el hombre reconoce su Patria y se encuentra a sí mismo.

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