Capítulo 1: Un Concilio rodeado de esperanzas y temores
Parte 3ª: El peligro de un ingenuo y estéril triunfalismo
Tras subrayar las demás alegrías que según el P. Martín Descalzo van a acompañar al Concilio: una autentica representación universal de la Iglesia en la Magna Asamblea unida al hecho de llegar en un momento de fuerte conciencia laical (¡la Iglesia somos todos!) y a una voluntad dialogal de la Iglesia Romana con respecto a todos los separados, convicciones todas ellas unidas a la conciencia de tener en Juan XXIII un gran Papa y la inestimable asistencia del Espíritu Santo, nuestro cronista pasa a relatar los más que evidentes temores que rodean al Concilio.
En primer lugar, un exceso de triunfalismo: Dios no inspira, sólo está al lado de los Padres conciliares para que no se equivoquen en las decisiones solemnes. El concilio tiene garantizada una infabilidad doctrinal no una infabilidad pastoral, no una máxima eficacia pastoral.
La historia de la Iglesia está llega de lecciones aterradoras en este sentido: concilios en los que todo el mundo esperaba mucho y que no sirvieron para nada, como el Laterano V de 1512. Todos esperaban de él la reforma de la Iglesia y los padres conciliares se encerraron en cuestiones de escuela sobre el alma inmortal quedándose la reforma en los tinteros. ¿Resultado? Seis meses después estalló la Reforma luterana. No fue un Concilio erróneo, fue un Concilio inútil.
Veamos lo que afirmaba en aquellos momentos el sacerdote cronista del rotativo bilbaíno:
“¿Por qué caminos podría llegar la inutilidad del Concilio? Intentemos dibujar aquí algunos. Por el choque -y no el encuentro- de mentalidades ante todo…¿Quién desconoce que en la Iglesia hay dos tipos de mentalidades que, si coinciden en lo fundamental, se diferencian en casi todo lo accidental y en casi todas las maneras de expresar lo fundamental? Dos mentalidades que podríamos llamar abierta y cerrada, conservadora e innovadora, tradicionalista y moderna, de cien mil maneras, para decir en todas lo mismo. ¿Quién no sabe que este Episcopado es más abierto y aquel es más cerrado, que este es más libresco y aquel más pastoral? ¿Quién no ha visto en las pastorales que han precedido al Concilio los diversos planteamientos, las distintas posturas, las diferentes orientaciones?
Fueron muchas las personalidades eclesiásticas que expresaron ese temor. Escribía el cardenal Feltín, Arzobispo de Paris:
“Entre los que se aferran prudentemente a las formas del pasado y los que se lanzan temerariamente hasta la punta extrema del progreso, hay una divergencia tan profunda de mentalidad que sus puntos de vista son frecuentemente opuestos y es necesario mucho espíritu de caridad para que no se produzcan choques violentos.”
Sin duda y como consecuencia de este peligro, otros varios subrayados ya en aquel momento: un parloteo vacío, el minirreformismo de quien se conforma en arreglar cuatro cosas y el mayor y más acechante: la precipitación.
Pero, a mi entender el más grave peligro, no fue confundir las Comisiones preparatorias de los tres años precedentes, formadas por 876 miembros de los cuales 609 europeos y de estos 378 italianos, con el Concilio, como afirma Martín Descalzo. Sino confundir los discursos y las deliberaciones conciliares con el Concilio. Todo ello, en contra del prescrito secreto conciliar, filtrado desde dentro de manera intencionada a la Prensa internacional.
Y todo empezó en la primera sesión, la famosa sesión del 13 de octubre, finalizada, para escándalo general en sólo doce minutos.
Relatemos la escena: el secretario del Concilio, Mons. Felici comenzó comunicando que se iban a distribuir las papeletas de votación.
Se repartió un folleto de grandes dimensiones y 16 páginas. En el encabezamiento de cada una iba el nombre de una comisión y 16 líneas vacías en las que cada Padre había de poner los nombres de sus candidatos para cada comisión. Segundos después el cardenal Liénart, arzobispo de Lille, en nombre de todo el episcopado francés pide la palabra al presidente de la mesa el cardenal Tisserrant. Este se la niega, y ante la negativa, Liénart coge resueltamente el micrófono y expone la dificultad de votar sin haber preparado suficientemente la votación pidiendo se retrasara cuatro días para que se pudieran entablar diálogos entre las comisiones. Unos segundos de pasmo e indecisión y al fin un nutrido aplauso de gran parte del Aula cerró la intervención. Inmediatamente se levantaba también de la mesa de presidencia, el cardenal Frings. Señaló que hablaba a título personal pero con el consentimiento de Dopkner (Munich) y König (Viena). Apoyaba y recogía la petición de Liénart y quería recordar que en estas votaciones se podían aceptar candidatos cardenales. Un nuevo y más nutrido aplauso. Los diez cardenales de la presidencia (Tisserrant, Liénart, Tappouni, Caggiano, Gilroy, Ruffini, Alfrink, Pla y Deniel, Spellman y Frings) dialogaron unos minutos y comunicaron a la sala su decisión de aplazar la elección.
La cosa dio que pensar en los ambientes periodísticos y a partir de este momento intuyeron que algo gordo se estaba cociendo en la rebotica del Concilio, algo que iba a otorgar al encuentro conciliar un interés mediático de enorme magnitud, especialmente cuando un obispo holandés afirmó. “La cosa no podía comenzar mejor”.
Tres días después, en la sesión del 16 de octubre se comunicó a los Padres una novedad: el primer tema en estudio iba a ser el de Liturgia. Como una “novedad”, así lo entendió Martín Descalzo:
“Digo novedad porque era clásico en los Concilios arrancar de un tema teológico, y teológicos eran cuatro de los siete esquemas que por el momento se han entregado a los Padres conciliares. Pero es bueno este arranque. Por un lado reafirma la tendencia práctica de este Concilio. Por otro, será un buen tema “de rodaje". No conviene arrancar por un problema que pueda provocar tensiones. Y el aire dice que los esquemas teológicos las producirían.
La mañana del sábado 20 de octubre el Papa lanzó un mensaje al mundo en su discurso de apertura con doce definiciones de lo que era el cristianismo, en ellas “todo el nuevo espíritu de la nueva Iglesia” como escribió Martín Descalzo.
El lunes 22 de octubre, terminada la etapa de preparativos, el Concilio empezará a interrogarse sobre su Liturgia.
Nuestro sacerdote periodista lanza los planteamientos y como él y con él, tantos otros:
¿Cómo va la Liturgia entre los cristianos de hoy? ¿Cómo oyen su misa, cómo practican sus sacramentos? ¿Por qué la oyen y practican como lo hacen? ¿Qué podría hacerse para conseguir una liturgia más viva, más verdadera, más auténtica?
La puerta está abierta…
Dom Gregori Maria