La Pataria (y II)
Estamos en el año 1.063, año en el que se sienta en la cátedra de San Pedro el Papa Alejandro II. Una de las primeras cosas que realizó este Papa es llamar a Roma a los líderes patarinos, el diácono Arialdo y el caballero Erlembaldo Cotta, hermano de Landulfo, muerto en el año 1.057. Erlembaldo es un noble laico al que Arialdo había convencido para que se uniera a la Pataria. A Landulfo lo sustituyó un sacerdote llamado Sira. Mientras, los enemigos de la Pataria se eligieron un antipapa: Honorio II (1.061 – 1.072).
Mientras, en Roma, el Papa aprobó la acción de la Pataria en el consistorio y le dio a Erlembaldo la bandera de la Iglesia. El Papa mandaba a los seglares que se alzaran contra la jerarquía inmoral.
Por otro lado, en Milán, hubo un enfrentamiento que acabó con Guido expulsado de la ciudad. Entonces los partidarios del arzobispo echaron mano a Arialdo, lo condujeron al castillo de una sobrina de Guido y al fin lo mataron en el año 1.066. El cadáver fue encontrado por Erlembaldo, que lo trasladó a Milán. Arialdo fue acogido como mártir. Enterrado en la Iglesia de San Celso, posteriormente fue canonizado.
. La muerte de Arialdo no detuvo al movimiento patarino; de hecho, ni el Papa ni sus colegas, Hildebrando y Pedro Damián, tenían pensados pararlo.
Erlembaldo quedó al fin y a la postre como jefe de la Pataria, convocando y presidiendo los procesos contra los clérigos simoníacos e inmorales y además guía al pueblo en los asaltos contra los enemigos, sin embargo al ser un laico, no predica.
El movimiento es sustancialmente laical. Incluso es financiado por un laico, Nazario, lo que muestra que el movimiento no queda restringido a los estratos más humildes de la sociedad.
Alejandro II murió el 21 de Abril de 1.073. En los funerales celebrados el día 22, dirigidos por HIldebrando como archidiácono, fue elegido éste como Papa. Los cardenales reunidos en San Pedro ad Vincula, lo eligieron por fin en toda forma. Pero Hildebrando retrasó la coronación hasta contar con la aprobación del Rey alemán Enrique IV. Eligió el nombre de Gregorio VII (1.075 – 1.085), en recuerdo de Gregorio VI, al que había acompañado en el exilio. Fue uno de los Papas más grandes (su fiesta es el 25 de Mayo). San Pedro Damián lo llamaba, en tono jocoso, un San Satán, lo que nos muestra su carácter activo e infatigable. En esto coincide con San Ignacio de Loyola.
Gregorio entregó en Roma a Erlembaldo una bandera que representaba a San Pedro y San Pablo, lo que conlleva no sólo un reconocimiento oficial, sino también un cambio simbólico significativo.
Una vez retirado Guido de la lucha, todavía en tiempos del Papa Alejandro II, el Emperador quiso que se eligiera arzobispo a Godofredo de Catiglione. Los patarinos propusieron, por el contrario, a Atón (1.072), que fue confirmado por Alejandro II. Esta disputa condujo a un enfrentamiento atroz, sin que ninguno de los aspirantes consiguiera tomar el arzobispado.
Entonces ocurrió una desgracia para los patarinos: Erlembaldo fue asesinado (1.075) por una conjura urdida por los nobles y miembros del clero simoníaco. Erlembaldo sería canonizado en el año 1.095 por el Papa Urbano II, que ordenó trasladar su cuerpo a la Iglesia de San Dionisio.
Tras la muerte de Erlembaldo, el Papa y el Emperador se pusieron de acuerdo con la figura de Atón. A partir de estos momentos la Pataria languidecería lentamente, aunque manteniendo vivos el carácter moralizante, la coherencia de vida y la participación de los laicos, que se mostraron activos, de forma distinta, en el siglo siguiente.
3 comentarios
La Pataria no era ninguna pía unión. Además de los medios violentos, iba directamente contra la jurisdicción, que entonces mucho más que ahora sujetaba a los fieles a su párroco. Y contra la doctrina de la eficacia “ex ópere operato” de los sacramentos.
Pero el fenómeno de la Pataria, como síntoma, es netamente cristiano y católico. Es una manifestación de lo que Chesterton llamaba la revolución eterna, la capacidad (privativa del cristiano) de criticar lo que está mal en el mundo. De rebelarse contra la tiranía y la corrupción.
Dice Chesterton que el el santo hindú cierra los ojos porque está contemplando ese todo que es a la vez yo, tú y ellos. Pero esa actitud, aunque razonable, no le ayuda a tener la vista puesta en Lord Curzon. Esa vigilancia externa ha sido característica del Cristianismo (el mandato "vigilad y orad") y se ha manifestado en la ortodoxia y en la política de occidente.
También según Chesterton es privilegio del cristiano entender que a consecuencia del pecado original, cualquier hombre, sea cual sea su rango, puede corromperse. Un cristiano puede respetar al sacerdote a pesar de que sea simoniaco o concubinario. Pero no caerá en el error de creer que un sacerdote está libre de todo vicio. Porque la inclinación al pecado es parte del dogma cristiano. Y, curiosa coincidencia, también es parte evidente de la historia humana.
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