Gallardón no quiere acabar como Santo Tomás Moro
En la recepción que el Ayuntamiento de Valencia ofreció a Gallardón, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá agasajó al alcalde de Madrid con un facsímil de la obra de Santo Tomás Moro «Sobre la tristeza de Cristo».
La verdad es que el acto osciló entre el ridículo y la estupidez (¿por qué se ríe como una boba Rita Barberá?), mostrando la jaez moral que adorna a nuestros políticos.
El título original del volumen es De tristitia tedio pauore et oratione Christi ante captionem eius. Es un tema al que Santo Tomás Moro le prestó toda su atención, como preparación a su propia muerte. En una de sus cartas, escribía Moro que nuestro deseo deseo debería ser «recurrir prosternados y con devoción, en todas nuestras agonías y contradicciones, al recuerdo de aquella amarga agonía que nuestro Salvador sufrió antes de su Pasión en el Monte. Y si lo hacemos con diligencia y afecto bien seguro estoy de que encontraremos ahí gran ayuda y consuelo».
Como le recordó la señora Barberá al alcalde de Madrid, Santo Tomás Moro es el patrón de los políticos, devoción a la que se deberían encomendar ambos ediles – si es que son cristianos – ya que, como inicia Moro la obra «¡qué poco nos parecemos a Cristo aunque llevemos su nombre y nos llamemos cristianos!»; esta reflexión del político católico les permitiría eliminar esas risas inmaduras y tomar conciencia de la responsabilidad moral que conlleva su cargo, en temas tan importante como el aborto y la píldora del día después, aborto que el PP no eliminó en sus ocho años de legislatura.
Supongo que no lo harán; de hecho Gallardón dijo una gran verdad que expresa la voluntad de perseverar en su ser, acercándose más al pensamiento de Spinoza – ¡y nada más! – que al de Moro: «Ninguno de nosotros quiere terminar como terminó» este humanista inglés, ejecutado en 1535 por orden del rey, apostilló el alcalde de Madrid.
Si Dios permitiera por unos momentos la resurrección de Plutarco, seguro que el de Queronea nos agraciaría con un apéndice de sus «Vidas Paralelas», donde a modo de apéndice, confrontaría las vidas de ambos personajes.
Que Gallardón se compare con Tomás Moro no deja de ser una presunción del alcalde. Tomás Moro fue uno de los personajes más poderosos, sino el que más tras el Rey, de la Inglaterra de Enrique VIII; Gallardón no pasa más de ser un alcalde intrigante. Mientras que Tomás Moro se enfrentó con el Rey, Gallardón no pasa de llevar a juicios a un periodista como Federico Jiménez Losantos. Notable acto de valentía del alcalde, que intenta tapar la boca a un periodista.
Tomás Moro vivó en un monasterio cartujo, Gallardón se ha construido un «palacio» en Madrid. Moro, en definitiva no consintió que el Rey se convirtiera en cabeza de la Iglesia inglesa ocupando el lugar del Papa, por eso murió «siendo el buen siervo del Rey, pero primero de Dios»; abandonó su poderoso cargo de Lord Canciller por amor a la Iglesia de Cristo, Gallardón lo único que ama con delectación es el poder: es siervo de él mismo.
En definitiva, con la expresión de ese pensamiento, Gallardón ha mostrado una gran verdad: que la política española, aparte de boba, es un asco.
3 comentarios
Cierto es que Tomas Moro vivió como laico en un monasterio cartujo algunas fechas, tal cual Ud. apunta certeramente. No menos cierto es que también abandonó aquel retiro monacal y disfrutó otras alcobas más holgadas. No había leído hasta la misiva de Ud. que el Sr. Gallardón hubiere manifestado su deseo de equipararse con Tomás Moro. ¡Habráse visto tamaña vanidad!. Sin duda, si Ud. lo afirma así será, o así le parece a Ud.
Es posible, asimismo, que el Sr. Gallardón haya optado por construirse un "palacio" en Madrid, según noticia Ud.
Con toda seguridad, no será el único; palacios episcopales no son precisamente rara avis por estas latitudes. Ni por otras.
Por lo demas, Tomas es un ejemplo de la dignidad y altura moral a la que puede llegar el ser humano redimido por Cristo. Es una figura verdaderamente admirable, de lo mejor que ha producido Europa en muchos siglos.
Contrasta con la superficialidad y vanidad de este mediocre alcalde. Nadie suponia que Gallardon aspirara a las altas cumbres de humanidad de Tomas Moro. Nos hubieramos conformado con que hubiera expresado algo de admiracion, un comentario de reconocimiento al que fue un gran politico, gran persona y gran seguidor de Cristo.
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