21.09.07

Signos de la Fe (VIII): creo porque tengo una mesa delante

La existencia de Dios no es solamente algo que se conoce por la fe. También la razón, bien utilizada, nos lleva a conocer esa existencia con certeza. Sólo una razón que haya renunciado a comprender el mundo y la verdad de las cosas, que se “autolimita", como dice el Papa, se queda corta para llegar hasta Dios.

Los caminos que llevan a la existencia de Dios con certeza por medio de la razón han sido recorridos por incontables personas antes que nosotros. Una gran mayoría de los filósofos, tanto cristianos como no cristianos, han conocido la existencia de Dios y la han defendido en sus escritos. De hecho, los filósofos que han negado o no han afirmado la existencia de Dios pertenecen, generalmente, a dos grupos: aquellos a quienes no les interesan esos temas y prescinden de planteárselos o los que defienden filosofías que ninguna persona corriente aceptaría (por ejemplo, los que piensan que una mesa que tienen delante no existe realmente).

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17.09.07

A veces se ve mejor desde fuera

A veces me da la impresión de que los católicos estamos demasiado ocupados con las cuestiones y polémicas del momento y no encontramos tiempo para disfrutar de la fe, del conocimiento de Cristo, de estar en la Iglesia, de ser hermanos de los santos e hijos de la Virgen, del viento impetuoso del Espíritu Santo, de la misericordia eterna del Padre. Peor aún, muchos católicos de nombre encuentran la fe aburrida o incluso una carga para sus vidas y están deseando librarse de ella.

Estoy convencido de que, a menudo, la misión de los conversos como Newman, Papini, Messori, San Agustín o Luis Fernando es recordarnos a los demás católicos el valor de la inigualable herencia que hemos recibido. Quien ha vivido fuera de la Iglesia, ha podido experimentar en su propia carne lo profunda que es la insatisfacción de aquellos que no han encontrado a Jesucristo o a su Iglesia. Algunas veces, a los que estamos en la Iglesia los árboles no nos dejan ver el bosque y es más fácil entender y amar lo que es la Iglesia desde fuera de ella, donde no ciegan los detalles sin importancia.

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16.09.07

Educación para la Cortesía

Ahora que empieza ya a enseñarse, en algunos lugares, la asignatura de Educación para la Ciudadanía, se me ocurre sugerir una alternativa por si, en el futuro, se eliminase este despropósito jurídico y hubiese que “llenar el hueco". Se trata de algo mucho más básico y, en mi opinión, más importante que educar para hacer buenos ciudadanos: educar para hacer chicos bien educados. La Educación para la Cortesía.

La buena educación, la cortesía, es esencial para el trato con los demás, especialmente entre personas muy diferentes o con modos distintos de pensar. No es extraño que otro de sus nombres sea “urbanidad”, es decir, la virtud propia de los que viven en urbes, en ciudades, en el sentido de que, cuanto más próximos vivimos a los demás, más necesaria es la buena educación, que hace de aceite para que no chirríe en exceso la convivencia.

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14.09.07

La física no es metafísica

El otro día hablábamos de la evolución y el evolucionismo, con ocasión de un libro sobre el medio ambiente publicado en Estados Unidos, para mostrar el peligro que tiene confundir la biología con la filosofía. Este peligro no es exclusivo, ni mucho menos, de la biología, así que hoy vamos a comentar las declaraciones de un físico español que, en mi opinión, cae en el mismo error, con ocasión de la publicación de su libro, Los hilos de Ariadna. Se trata de Manuel Lozano Leyva, director del departamento de Física Atómica de la Universidad de Sevilla.

Quiero empezar diciendo que estoy convencido de que el saber no ocupa lugar y de que es muy bueno que físicos, biólogos, azafatas o barrenderos se interesen por la filosofía y por las cuestiones verdaderamente importantes de la vida. La especialización total es muy práctica pero muy poco humana.

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12.09.07

La biblia de los evolucionistas de hoy

Estos días, uno de los libros más vendidos en los Estados Unidos es The World Without Us (El mundo sin nosotros), de Alan Weisman. Supongo que pronto será traducido al español y llegará a España, aunque, en nuestro país, este tipo de libros suele tener bastante menos éxito que allende los mares.

El tema de este libro, en principio, es bastante curioso. Especula sobre lo que sucedería en la tierra si (por razones que no especifica) la totalidad de los seres humanos desaparecieran de pronto, de ahí la referencia en el título a un mundo sin nosotros. Los bosques irían, poco a poco, volviendo a cubrir las ciudades, las centrales nucleares terminarían por fundirse o explotar, los plásticos tardarían miles de años en desaparecer, el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera se iría reduciendo paulatinamente…

A falta de leer el libro, lo que me gustaría comentar no son esas hipótesis, más o menos acertadas y sin mucha importancia práctica (después de todo, un mundo “sin nosotros” habría dejado de ser nuestra responsabilidad, digo yo). Me llaman más la atención algunas valoraciones de los temas tratados que han recogido las reseñas y que, en mi opinión, revelan la enorme confusión que se esconde detrás del Evolucionismo de pacotilla de nuestra época.

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