Humildad, protagonismo y liturgia
Hace poco, con ocasión de la memoria litúrgica de una (¡espléndida!) santa carmelita, el sacerdote de la parroquia donde asistí a misa predicó sobre la humildad. Por sus palabras, deduje que básicamente estaba a favor de la misma. Haciendo gala de un sentido lógico admirable, también se mostró en contra de sus vicios opuestos, la soberbia y el orgullo, que calificó con gran acierto como “algunos de los pecados más horribles que existen".
Unos minutos después, sin embargo, el mismo sacerdote se inventó por completo la plegaria eucarística, con la excepción de la consagración y la doxología final. Sustituyó el texto del misal por una nueva tanda de reflexiones propias de tipo buenista-moralista, una especie de segunda homilía claramente dirigida a los fieles que estábamos allí, en lugar de a Dios.
Como sabrán los lectores, el autor de estas líneas no es precisamente un experto en humildad, pero aun así sentí que había algo que chirriaba en esa yuxtaposición. En efecto, aunque se haga con buena intención, difícilmente podría encontrarse una actitud menos humilde que la de sustituir la liturgia de la Iglesia por las propias elucubraciones. Por tres razones.
En primer lugar, porque, de forma casi infalible, lo inventado es incomparablemente más ramplón, pobre, superficial, moralista e ideologizado que el texto litúrgico que se pretende mejorar. En general, la riqueza y catolicidad de los textos tradicionales se sustituyen por las obsesiones, neologismos de moda, sesgos idelológicos y, a menudo, errores teológicos del inventor, como es evidente para cualquiera que asista al espectáculo. Cuántas veces he visto a los fieles avergonzados ante las tonterías que ven hacer y decir al sacerdote, mirando al suelo mientras soportan con gran paciencia sus excentricidades, como uno hace con un pariente que no está del todo bien de la cabeza.
Siempre me asombra que, en contra del sentido común y a pesar de las miradas de pena de los fieles, el espontáneo inventor litúrgico suele estar convencido de que su improvisación es mucho mejor que el original. Puede que haya algún genio que, improvisando sobre la marcha, sea capaz de superar la belleza y la profundidad de los textos que nos ha legado la Tradición de la Iglesia, pero en la inmensa mayoría de las ocasiones no sucede así. Y pensar lo contrario no dice mucho (de bueno) sobre el propio grado de humildad.
En segundo lugar, porque la desobediencia es un pecado típico del orgulloso y del soberbio. Como decía Chesterton, “un católico es un hombre que se ha atrevido a plantearse la idea increíble e inconcebible de que quizás haya alguien más sabio que él". Si la Iglesia, como madre y maestra, manda que se utilice el texto litúrgico, desobedecer es un intento de poner al hijo sobre la madre y al discípulo sobre la maestra. Salvando la probable pero desorientada buena intención, es algo equivalente a repetir el grito de Lucifer: Non serviam! Y, aunque no sepa mucho de humildad, me atrevo a suponer que Satanás no es un buen ejemplo de ella.
Finalmente, porque en la liturgia el protagonista sólo puede ser Dios. cuando el acento se pone en el que habla, inventa, “anima” o improvisa, en sus ideas, preferencias y (supuesta) creatividad, la liturgia deja de ser culto a Dios y se convierte en un culto al yo del nuevo protagonista. La liturgia, que es el máximo exponente de la vida de la Ciudad de Dios agustiniana, requiere por su propia naturaleza estar centrada en Dios hasta el olvido de uno mismo. Una pseudoliturgia centrada en el sacerdote es, por el contrario, la mejor expresión de la soberbia de la ciudad del mundo, en la que el hombre se exalta a sí mismo hasta el olvido de Dios.
En este sentido, pocas cosas hay que favorezcan más la humildad que la liturgia de la Iglesia. El primer golpe para nuestro orgullo viene de que la liturgia no la creamos nosotros, sino que se nos da, porque la hemos recibido de otros (y, lo que es particularmente humillante para la mentalidad moderna, la hemos recibido de otros que vivieron en edades más antiguas que la nuestra). La liturgia, además, no es algo que hacemos cuándo y cómo queremos, sino que por voluntad de Dios tenemos que unirnos con otros para participar en ella y dependemos de los que él ha elegido para celebrarla, aunque sean pecadores como nosotros. Por si eso fuera poco, es la mejor (y única) cura que existe para la onfaloscopia, o perniciosa costumbre de mirarse el ombligo, ya que nos obliga a poner los ojos en Aquel a quien corresponde todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
23 comentarios
Saludos cordiales.
Y en TODO!!!!!Esa en la razón de la falta de vocaciones, que la gente se vayan, a otras Iglesias.
La Desobediencia, que es lo mismo que no amarlo!!!!!La Falta de respeto!!!Como se puede amar al prójimo sino se respeta a DIOS!!!!!
Siempre sumisos!!!Ja!!!!Ja!!
Esto,que es absolutamente imposible sin la Gracia, es el Camino para la sanacion del alma.
¡Quien pudiera tener a la humildad como maestra y amiga!. Y de hecho,sin ella es imposible la santificacion. Pero nuestro orgullo nos llena de tinieblas para que no la conozcamos y no seamos de ella enseñados. Nos exalta,nos ensoberbece,nos vanagloria,nos envilece; nos engaña haciendonos creer que eso es la vida,para poder escaparse el de la muerte. Pero sabemos que El ya le ha llevado a la Cruz para que sea destruido, a fin de que dejemos de ser su esclavo.
Porque el orgullo no es un pecado mas, sino el pecado y de el descienden los demas. En la envidia,la codicia,avaricia,pereza,lujuria,ira, en todos esta. No en vano ,es el amor propio desordenado. Es el amor caido. El que dejo de mirar a Dios para mirarse a si mismo. Es el primogenito de maldad, el primero del ego.
¿Cuanto mas querra estar en el culto y adoracion a Dios,como suplantador?....
Muchas veces nos sorprendemos defendiendole a el ante el projimo y por ello faltando a Cristo.
Muchas veces nos sorprendemos buscandonos a nosotros mismos, pero entonces nos encontramos con el,y no con Cristo. ¡Por Dios,esta en todos los sitios!.
Por que el orgullo desprecia por sistema.
Siempre salta por que el mismo se quema.
No puede amar por naturaleza.
Se envenena con su propia lengua;la soberbia.
De sus propios ardores se alimenta.
Se mira en el espejo,se ve,y ya no se acuerda;esa es su obra maestra.
¿Quieres ver una guerra?,no sin el orgullo de por medio.
¿Quieres ver una pelea?,ahi le encontraras, como actor principal.
¿Quieres ver una reconciliacion?,el orgullo no perdona al perdon.
¿Quieres ver desprecio a los necesitados?,el orgulloso viaja en otra clase,para eso no tiene ojos.
Cuando entra el orgullo, todo lo hace vano.
La Paz de Cristo.
Que una cosa es la liturgia en la oración; y otra cosa es el mantra y su mecánica,... devoción
"Esa en la razón de la falta de vocaciones, que la gente se vayan, a otras Iglesias."
Completamente de acuerdo (bueno, precisando que esas otras no son realmente "Iglesias", claro).
"El anti-milagro de la multiplicacion de las homilias y plegarias eucaristicas a partir de cinco neuronas y dos pelos".
Buenísimo.
Sólo el breve respiro de Benedicto XVI permitió alguna reacción, que gracias a Dios ha quedado consolidada, bien que en grupos minoritarios.
"en la mayoría de Iglesias de Barcelona, se suprimieron “manu militari” los reclinatorios. Con esta medida dispuesta dictatorialmente con nocturnidad y alevosía por los amantes del diálogo y la tolerancia"
Según mi experiencia, no hay nada más tiránico y que apeste más a clericalismo que la heterodoxia.
"Repito que no funciona..."
Ya te contesté en el otro post: es algo intencionado.
santa Teresita del Niño Jesús, escribía pequeñas obras para representarlas los días de fiesta. Una de ellas se titula "El triunfo de la humildad". En ella Lucifer se dirige a San Miguel Arcángel es estos términos:
- Me da mucha risa tu ejército de vírgenes...(se refiere a las monjas)¿No sabes que yo también tengo derechos sobre él? Soy el príncipe del orgullo; ahora bien, si las vírgenes son castas y pobres, ¿qué tienen más que yo? También yo soy virgen y, prodigando riquezas a los hombres, las desprecio para mí como si fueran humo...Me vas a contestar: ¿y tú practicas la obediencia?...Ay, Miguel, soy tan astuto como tú...No, yo no obedezco de buen grado, pero me someto a las órdenes de Dios contra mi voluntad; las vírgenes también pueden obedecer guardando en el fondo del corazón su propia voluntad, pueden obedecer y desear mandar: ¿qué hacen entonces más que yo?
Teresita, a pesar de su juventud y sus pocos años en la vida religiosa, captó algo central del Evangelio: que la "perfección" no siempre es lo más perfecto. Entendió por qué Jesús prefería las prostitutas, los publicanos, los pecadores...a los levitas y fariseos. Detrás de la perfección se oculta muchas veces un orgullo tremendo. De las monjas jansenistas (jansenismo que desgraciadamente todavía padecemos solapadamente) de Port Royal, decían que "eran puras como ángeles y orgullosas como demonios".
Quien quiere ser perfecto nunca debe olvidar que la mayor tentación a la que está expuesto no es el fallar en su "perfección", sino el orgullo de creerse perfecto.
Lucifer, al preguntar, ¿qué hacen más que yo? tenía razón. Aquellas monjas y los que siguen de verdad a Jesús no hacen más, le dejan hacer a Él. Reposan en las manos de Dios.
El Rincón del Anacoreta
TEATRO EN EL CARMELO
Estoy casi seguro que del Presbítero que hablas es originario de Barcelona. También hemos sido testigos como en otras ocasiones no sólo improvisa a su real saber y entender, sino que nos somete durante ella a la lectura de algún libro propio o ajeno de gran contenido literario y poético. Como a nadie le falta Dios, lo mejor es evitar asistir a sus celebraciones, para no cultivar nuestra propia murmuración. La Paz.
Sí, lo es.
Es un buen consejo, pero a menudo es el horario lo que determina si puedo ir a una misa o a otra, no el presbítero que la celebra. Cuando toca alguna originalidad, simplemente intento poner aún más los ojos en Dios.
Como dices, para evitar la mumuración creo que hay que pedir constantemente la gracia de no juzgar a los sacerdotes, sino amarlos con un gran cariño a pesar de sus defectos, porque están consagrados y, por lo tanto, incluso en su debilidad son un don de Dios para nosotros.
¿Qué podemos hacer los católicos comunes? ¿Hasta qué punto está bien manifestarlo ante terceros y no ante el involucrado?
Hay sacerdotes que permanentemente hacen lo que les viene a gana en una Misa. También hay fieles que cuando se les habla de ello lo único que dicen es "hay que rezar más por los sacerdotes";
mientras que muchos obispos prefieren no ver esta realidad.
¿Qué puede hacer un católico común y corriente ante esto? Uno en esas Misas repletas de abusos se siente incómodo. ¿Y cómo se siente Jesús en esa Misa? ¿Acaso no le estamos agregando sufrimientos a El también?
Gracias, Bruno.
Magnífico comentario Luiscar73.
Me lo guardo.
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