El premio Nobel al periodismo católico

Participante invitado: Higinio Fernández, licenciado en Teología Pastoral Buenista por la Universidad Koinonía de Teología a Distancia y profesor en el Instituto de Ciencias Sociorreligiosas de Parla (Madrid). Está casado y mantiene el blog Todos somos hijos de Dios en Multirreligión Digital.
………………….
………………….

A veces, lo único que puede hacer uno es descubrirse ante la genialidad. Y creo que ésta es una de esas ocasiones, así que me descubro ante el genial artículo que ha pergeñado D. José Manuel Vidal, Director de Multirreligión Digital. Aún diría más, alma mater (es decir, alma y madre) de Multirreligión Digital.

Es un artículo francamente maravilloso, titulado “¡Santidad, ayude a los católicos españoles a reconciliarse entre sí!” Es algo impresionante. Estoy seguro de que pasará a la Historia del periodismo católico, como las obras de insignes periodistas católicos como Julio Álvarez del Vayo, Wenceslao Carrillo o Luis Araquistáin.

El artículo no se anda por las ramas, sino que, como Homero, comienza in medias res (que, en griego significa en plena frente). “Viene al Papa a Madrid. ¡Bienvenido, Santidad! Aunque venga sólo a Madrid. Y eso que todavía cabe la sorpresa de que continúe su viaje a Somalia. Una sorpresa muy remota”. Para el que no lo sepa, se trata de una campaña que lleva ya tiempo promocionando Multirreligión Digital y que exige que el Papa vaya a Somalia. Por supuesto, la idea no es realmente que el Papa vaya a Somalia, sino poner de manifiesto que para el cristianismo lo único importante es el aspecto social.

Pero sigamos, que la cosa se pone interesante, porque aparece enseguida el lenguaje profético: “Y ya que está de viaje, lo continuase…a Somalia. Después de la entrada a Jerusalén en Cuatro Vientos, la subida al Gólgota del Cuerno de Africa. El Papa con los jóvenes y el Papa con las víctimas. Un Papa para todos sus hijos”. ¡Bien por José Manuel! ¡Así se le habla a un papa! ¡No hagas caso de los que te critican porque digas estas cosas desde tu cómodo sillón, en vez de decirlas desde Somalia! ¿Qué más da que en Somalia sólo haya unos cien católicos en todo el país y el Papa no tenga a nadie a quien visitar? ¿Qué importa que, para conseguir que otros países ayuden a Somalia, lo razonable sea acudir a esos países para convertir el duro corazón de sus gentes? Un buen periodista sabe que nunca hay que dejar que el sentido común o la “verdad” se interpongan en el camino de un buen titular.

El artículo es certero, además, en descubrir la fuente de todos los problemas con este papado: “Quizás Benedicto XVI quiera hacerlo, pero la pesada maquinaria vaticana podría impedírselo […] Y el Papa anciano asiente”. Así es. Resulta evidente. Es inimaginable que un Papa no esté de acuerdo con alguien tan cristiano, tan campechano, tan de Jesús, tan católico en suma como José Manuel Vidal. Por lo tanto, si en algunas cosas (o en muchas) el Papa parece no estar de acuerdo con él, tiene que existir una causa externa que le esté impidiendo al Papa decir lo que verdaderamente piensa. ¿Y qué causa es más probable que la siniestra curia, que, como todo el mundo sabe, envenenó a Juan XXIII y que dicen que tiene pinchados los teléfonos de todos los católicos del mundo?

Sigue el artículo mostrando un conocimiento increíble del carácter papal. “[Al Papa] no le gusta la música ni la parafernalia. No le gustan los gestos que, como buen profesor, le parecen destinados a la galería. […] Debe ser muy difícil, pero me gustaría tanto que Benedicto XVI hiciese acopio de su carácter (que también lo tiene y mucho) y se plantase”. El lector perspicaz notará la confianza que tiene D. José Manuel con el papa. Claramente lo conoce íntimamente, un conocimiento que sólo puede venir de una convivencia y una amistad ya añejas con él, aunque no sean conocidas para el público en general. Y, como le conoce, sabe que convoca una Jornada Mundial de la Juventud precisamente porque no le gusta nada, porque cree que es un gesto para la galería, porque odia la música y porque su fuerte carácter le impide decir lo que verdaderamente piensa. Impresionante profundidad la que muestra D. José Manuel en el análisis. No puedo evitar repetir la exclamación de Garcilaso de la Vega al oír predicar a San Juan de la Cruz: “¡Oh pozo! ¡Oh sima!”

Y aquí, con genialidad periodística, se suelta la frase lapidaria: “Todos somos hijos de nuestra historia”. De nuevo, hay que descubrirse ante la habilidad para manejar el lenguaje. Qué forma más sutil de mostrar humildad cristiana, incluyéndose gramaticalmente en ese “todos” al lado del Papa, a la vez que se deja claro que sólo se hace por humildad pero sin que sea realmente así, porque D. José Manuel ha sabido arrancarse el yugo de la tradición y del dogma, para ser únicamente hijo de su tiempo. Mucho podría aprender el Papa de José Manuel Vidal, pero, desgraciadamente, su conocida historia como jerarca nazi y como jefe de la inquisición encargada de perseguir a judíos y teólogos no se lo permite.

El autor, como hombre sabio, aconseja luego al Papa: “Dígale a la Curia que el que manda es usted”. Quizá en esto yo me permitiría criticar un poco el artículo de J. M. Vidal, porque, de tan buenazo que es y sin un átomo de malicia, no se da cuenta de los problemas que podría causarnos algo así. Estaría bien que el Papa se impusiese a esa malvada curia nombrada por él y a la que claramente tiene tanto miedo, pero lo que no queremos de ninguna manera es que el Papa se acostumbre a mandar, como si le correspondiese hacerlo. A ver si le va a coger el gusto a mandar y luego pretende que nuestra fe tenga que ajustarse a lo que enseña, sin recordar las palabras de Cristo sobre Pedro: “Haced lo que él hace, pero no lo que él dice”.

Mostrando una gran magnanimidad, D. José Manuel no rechaza totalmente la JMJ, sino que ofrece al Papa las ideas que debe desarrollar en ella y que nadie conoce mejor que el propio Vidal, gran pastor y predicador: “Una ocasión excelente para que el Papa sabio saque de su baúl de intelectual y de teólogo claves vitales para los jóvenes del siglo XXI. Claves de fondo que den sentido a sus vidas. Palabras y razones que les hagan vivir con intensidad, amar a fondo, entregarse a los demás, luchar por las víctimas y contra los victimarios y, sobre todo, abrir su corazón a la esperanza. En medio de la crisis, hay luz y hay futuro para los jóvenes”. Eso es. Así mostrará el papa un carácter verdaderamente moderno, diciendo, con una maravillosa intuición, lo que ya dice todo el mundo, para que los católicos, por fin, seamos indistinguibles de todos los demás. Como decía la Carta a Diogneto, un texto cristiano del siglo II, los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres, ni por sus creencias, ni por nada más. En fin, sobre todo, como sugiere Vidal sin decirlo, es evidente que lo más importante es que no se le ocurra hablar de Dios, de la Encarnación, de la Redención, de la moral cristiana ni de Cristo, porque podría ofender a los no cristianos. El Papa, si quiere ser el Papa de todos, tiene que hablar para todos y eso sólo se puede conseguir hablando de las cosas en las que todo el mundo está de acuerdo.

Eso sí, no puede olvidar el mayor problema de España. ¿Cuál es ese problema? Está claro: que los “jóvenes católicos” se creen “elegidos”. Es evidente que no hay nada menos cristiano que eso. Si hasta la carta de Judas, el discípulo que traicionó a Cristo, empieza dirigiéndose a los “elegidos y amados de Dios” (Jds 1,1). La elección es un concepto profundamente antidemocrático y, por lo tanto, anticristiano, porque olvida que mi vida es mía y hago con ella lo que quiero. Como dijo Jesús, “el que encuentre su vida, que no la pierda ya nunca más”.

“Además de esperanzar a los jóvenes, el Papa Ratzinger prestaría un excelente servicio al catolicismo patrio, si nos llamase, nos invitase y nos enseñase el camino de la reconciliación entre los católicos. Ése es su oficio: Pontifex, constructor de puentes”. Estupendo ejemplo de aggiornamento de J. M. Vidal. Ya es hora de que olvidemos que originalmente el puente que tenían que construir el Papa y los obispos y sacerdotes es el puente entre los hombres y Dios, mediante los sacramentos, la predicación, etc. Basta ya de construir puentes que no van a ningún sitio. Un papa moderno tiene que construir puentes entre los hombres y dejarse de otras vidas, ángeles, santos y otras cosas que sólo podían creerse en la Edad Media, cuando pensaban que las estrellas eran las lágrimas del Niño Jesús y que los ángeles vivían en las puntas de los alfileres. Ahora sabemos que sólo se puede creer en lo que se ve, como la tolerancia, la democracia, la espiritualidad o la energía positiva.

Finalmente, Vidal hace lo que mejor sabe hacer: poner de manifiesto que, como decía Chesterton, detrás de cada cuestión religiosa hay una cuestión política, que es la verdaderamente importante. “Está pendiente (y cada vez se ahonda más) la cuestión de la reconciliación religiosa en España entre dos modelos o dos sensibilidades eclesiales. Para simplificar, entre los conservadores y los moderado-progresistas […] entre la Iglesia de Rouco-Munilla-Camino-Demetrio-movimientos-neoconservadores (por tipificar) y la inmensa mayoría creyente de este país: gente de parroquia, voluntarios de Cáritas, órdenes y congregaciones religiosas…y obispos como Sistach-Osoro-Blázquez-Del Rio…” De nuevo, ¡bravo José Manuel! No hagas caso a los que digan que tienes una obsesión con Rouco, Munilla y Camino. Son ellos los que están obsesionados contigo. ¡Muy bien mostrada la diferencia esencial entre los conservadores (que son extremistas e intolerantes) y los progresistas (que son los verdaderos moderados). Tampoco permitas que te digan que no hay nadie que meta más cizaña eclesial que tú, porque no saben distinguir entre tu crítica profética y el cotilleo eclesiástico-malicioso. No dejes que nos engañen los que pretenden que más que hablar de “dos sensibilidades eclesiásticas” hay que distinguir entre quienes tienen la fe católica y quienes no la tienen, como si ser católico tuviese algo que ver con dogmas, morales o iglesias. ¡Todos somos Iglesia! Quizá incluso Rouco, Munilla y Camino, a pesar de todo.

Al hablar de esto, queda clara la altura moral del autor cuando explica que “la estigmatización mutua conduce a la espiral de la descalificación, no construye, sólo lleva a la dinámica de la acción-reacción, nos hace perder fuerzas y energías en riñas internas de sacristía”. ¡Qué espiritual, tolerante y comprensivo! Qué diferencia de lo que hacen esos “inquisidores”, como dice el artículo, que siempre están insultando a todo el mundo. Ya lo dice el Evangelio, “cuando saques la paja del ojo ajeno, no te olvides de decirle que es una viga, para que se sienta más agradecido”.

En fin, para concluir, yo diría que, si todavía no existe un Premio Nobel de periodismo católico, habrá que inventarlo y dárselo a D. José Manuel Vidal. ¿O es que a alguien se le puede ocurrir un candidato mejor?