29.10.08

La música en la Iglesia

Toda la liturgia de la Iglesia ha contado siempre con la música. Desde la Iglesia primitiva, los actos celebrativos se han hecho con la participación de la comunidad cantando los misterios de nuestra fe.

La Iglesia es la depositaria del gran legado del canto gregoriano, fruto de la reforma del Papa Gregorio el Magno. La Iglesia es la heredera de un rico patrimonio musical ofrecido por músicos, coros y orquestas, quien usando la lengua oficial del latín, siempre han servido para alabar al Señor Todopoderoso.

En los estatutos de todos los cabildos catedralicios se pedía al que opositaba al cargo de organista o maestro de capilla, que debía componer una obra para el examen del correspondiente cargo. Por esto, los archivos de las catedrales y colegiatas están llenos de obras magníficas y expresamente usadas en esos templos.

Cuando acabó el Concilio Vaticano II la música litúrgica eclesial sufrió un bache. Se arrinconaron muchos órganos, se guardaron piezas gregorianas. Entró el canto en castellano y se llamó a muchos aficionados a la guitarra, quienes metieron melodías de bajísima calidad para atraer a los jóvenes, se decía entonces.

Aquellas situaciones trajeron consigo que muchas parroquias compraran guitarras eléctricas, baterías…que cuando aquellos jóvenes del coro vieron que podían ganar dinero y grabar algún disco, arrearon con la música a otra parte, y dejaron a muchos curas sin pan y sin perro.

Aquella travesía del desierto musical fue dura. Entonces surgió la idea de que fuera el mismo pueblo el que cantara en la celebraciones sacramentales, especialmente en la misa del domingo. Así fue como entró en los fieles una serie de canciones con letras en castellano y que resulta que son las mismas en todos lados. Por ejemplo, la de la barca en la orilla. Me la he encontrado en catalán, gallego, euskera, andaluz, valenciano, mallorquín…..Todo esto demuestra la malísima formación musical del pueblo cristiano y el mal gusto de los pastores de las feligresías, incluyendome yo el primero, que encima tengo un oído en frente del otro y tengo que apoyarme siempre en alguien que entone el canto correspondiente.

El futuro no es tan esperanzador como el presente en el asunto musical de la liturgia de la Iglesia. Tendremos que esperar que salga algún genio para que proponga a obispos, sacerdotes, laicos, consejos de pastoral y comisiones parroquiales de liturgia un nuevo horizonte que nos ayude a superar el presente anodino y durmiente desde el punto de vista de la música en la celebración del Dia del Señor.

Tomás de la Torre Lendínez

28.10.08

Las obras en las iglesias

La Comisión Episcopal de Liturgia está celebrando durante el 29 y 30 unas jornadas sobre: El arte y la arquitectura al servicio de la liturgia. Hablarán el obispo de León sobre los principios teológicos de la estructuración de las iglesia; dos arquitectas sobre los criterios arquitectónicos para la construcción de espacios litúrgicos; sobre la teologia de la belleza artistica; y sobre la configuración de los espacios celebrativos.

Mientras, en una nueva feligresía, en un pueblo importante de la baja Andalucía, que ha comenzado a andar a primeros se septiembre, se está planeando la posibilidad de construir el necesario templo. Ahora mismo está instalada la parroquia en unos bajos comerciales. Para el mismo existen unos terrenos. El párroco recién nombrado ha encargado a un arquitecto amigo que le hiciera un proyecto. Ya lo tiene.

Lo presenta en el obispado y le responden que la comisión de obras ya tiene un proyecto realizado por el hijo del arquitecto, que forma parte de la misma comisión diocesana.

Con los cambios de cargos en el comienzo del curso, ha llegado un párroco a una iglesia del siglo XVII. A él le parece que el espacio celebrativo es insuficiente, es decir que el presbiterio del altar mayor puede ampliarse y conseguirse más visión para los fieles, que participan en la Eucaristía. Confecciona un proyecto, lo supervisa el arquitecto municipal, lo entrega a la comisión de obras, que manda la idea a la comisión de bellas artes de la delegación provincial de cultura, ya que la iglesia está catalogada como monumento de interés cultural. Y cualquier intervención debe aprobarla la administración regional.

Ambos curas tienen un fuerte enfado. Uno por la política eclesial interna. El otro por la política de la administración pública.

A ambos les traslado mi opinión personal. Al primero, desde hace unos doscientos años para acá la comisión de obras de todos los obispados están llenas de intereses comunes donde el obispo propio juega un papel, y el resto de miembros de la comisión, elegidos siempre a dedo por los obispos, juegan tambien su propio papel, que consiste en hacer como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como.

Al segundo, es lógico que la administración que ha declarado bien de interés cultural un inmueble eclesial, tenga que conceder el permiso correspondiente para hacer una ampliación del presbiterio. Esa es la legislación sobre patrimonio artístico de toda España y de sus 17 autonomías.

Y a los dos le digo: ¿No es mejor esperar a ver si se aclara la crisis económica?. ¿De verdad son urgentes estas obras?.

Tomás de la Torre Lendínez

27.10.08

La Iglesia en Cataluña

Hago como cada jornada. No puedo participar en el chat de las 22 horas. Por lo tanto dejo aquí mis vivencias y opiones sobre la Iglesia catalana, con la tuve mi primer contacto cuando estudiaba en el Seminario. Entablé mediante carta una amistad con un seminarista del centro diocesano de Barcelona, que hacía el mismo curso que yo. En aquellas epístolas juveniles recuerdo cómo el ardor apostólico de un catalán futuro cura era capaz tener unas ideas geniales, cuando me hablaba de sus anhelos y próximos compromisos cuando fuera ordenado sacerdote. Por mi parte, le devolvía las experiencias que por las tierras sureñas íbamos sembrando en nuestra jóvenes personas.

Un buen día ya no recibí más cartas de Juan. Parecía que lo hubiese tragado la tierra. Cuando fuí ordenado sacerdote, un familiar muy cercano, emigrante en tierras catalanas, habia perdido allí a su madre. Me invitó a llegar hasta Cataluña a celebrar una misa funeral por el eterno descanso de la fallecida. Era la primera vez que pisaba la tierra catalana. La experiencia fue muy interesante. Conocí que los andaluces implantados en aquella ciudad, no podían sacar una procesión de Semana Santa, porque el mosén de turno, el que me habia abierto su iglesia para celebrar, le dijo que las imágenes no eran muy necesarias para un templo, según la doctrina del Concilio, y que por lo tanto, se buscaran una nave industrial. Así lo hicieron aquellos andaluces. Se llamaron los 15 más Uno. Cada Viernes Santo procesionaban su trono, donde el Uno, era un crucificado hecho en Olot. El resto eran los componentes de la junta de gobierno de la cofradía.

Muchisimas veces he vuelto por tierras catalanas. Siempre he apreciado a sus gentes laboriosas. Su historia eclesial llena de grandes santos. En reuniones nacionales el espiritu catalán siempre ha estado en el candelero de los medios de comunicación social y en otros horizontes pastorales.

Cuando el virus del nacionalismo entró en la Iglesia catalana, noté enseguida la bajada que suponía para aquella tierra y sus gentes. Ahora parece entrar cierto aliento de esperanza en el futuro de la Iglesia implantada en aquella tierra. Los nuevos obispos incorporados están dejando un fuerte huella.

Sin embargo, la capital, Barcelona, la encuentro semidormida en el aspecto religioso y pastoral. Conozco parroquias donde van cuatro gatos a misa en el domingo. Veo que falta empuje pastoral, que se nota hasta en el célebre Centro de Pastoral Litúgica, del que muchos curas del sur viven y beben para sus moniciones y homilías.

El futuro de esta Iglesia catalana solamente lo conoce el Señor. Desde luego es de esperar que vuelva el empuje pastoral en todos los sentidos.

Tomás de la Torre Lendínez

26.10.08

Andalucía, tierra de misión

Entro en la casa, abro el buzón, encuentro una carta tradicional, con su correspondiente sello. Miro el remite: Grupo Cristiano de Fuensanta. Cuando llego al piso abro la carta. Me dan permiso para que la cuelgue en este Olivo.

Dice sí: “Somos un grupo de cristianos de una barriada nueva en una ciudad del interior de Andalucía. El obispo, por ahora, no tiene un sacerdote disponible para ponerlo de párroco. Nosotros, hablando con la parroquia más cercana, hemos decidido, sobre los terrenos adquiridos por nuestro Obispado, levantar una nave prefabricada para poder reunirnos a orar, a dar catequesis, a participar en la Eucaristía celebrada por el sacerdote de la otra parroquia que llega hasta nosotros todos los sábados por la tarde.

En el Sagrario tenemos al Señor, tanto para comulgar todos los dias en la celebración de la Palabra, que nos dirige un ministro extraordinario de la comunión, como para orar ante el Santísimo en exposición, que hacemos antes de la celebración diaria.

Cuando el sacerdote vecino llega los sábados por la tarde consagra nuevas formas sagradas para toda la semana y así vamos tirando. En la nave nos falta una sacrístia, y un salón anexo para reuniones y catequesis.

Cuando hay algún bautismo lo colocamos el sábado. Cuando muere una persona se hace el entierro en el tanatorio. Cuando una pareja se desea casar acude a la parroquia vecina y busca el sitio y la hora de la celebración. Cuando alguien cae enfermo en casa llamamos al sacerdote de al lado para que le administre el sacramento de la Unción. Y luego acude nuestro ministro extraordinario de la Comunión para llevarle la Eucaristía.

Nosotros impartimos la catequesis a los niños en el templo prefabricado, que es una chabola grande, y luego hace su primera comunión en la parroquia vecina. Así nos apañamos. La realidad es que somos conscientes de que estamos en tierra de misión y que necesitamos sacerdotes. Por lo tanto rogamos al Señor que mande vocaciones al sacedocio. Las necesitamos".

Por nuestra parte, solamente resaltamos que este presente, será futuro en pocos años, cuando los curas seamos una minoría cuantificada. Debemos prepararnos a esto.

Tomás de la Torre Lendínez

25.10.08

La pastoral juvenil en la familia

A petición de algunos lectores y comentaristas de los artículos colgados en este Olivo, deseo desarrollar el asunto de la presente pastoral juvenil. Siempre he tenido claro que el mejor núcleo para que nuestros jóvenes crezcan derechos y nunca torcidos es la familia. Esto es innegable.

La historia de la Iglesia, una vez más, nos muestra a la familia como la primera Iglesia. Un ejemplo: Santa Mónica, madre de San Agustín, con su ejemplo, sus palabras, sus oraciones y hasta sus lágrimas, logró la conversión de un hombre que andaba por malos caminos buscando la verdad.

Tengo delante la carta de don Demetrio Fernández, obispo de Tarazona, que ha abierto su Seminario diocesano con cerca de veinte alumnos. La epístola es breve, pero valiente y orientadora. En uno de sus párrafos leo: “Entre los miles de jóvenes que pueblan nuestra diócesis, Dios está llamando a algunos para ser sacerdotes. Apoyemos su vocación. En primer lugar, para que la escuchen claramente. Y además, para que puedan responderla generosamente. Vale la pena entregar la vida a un ideal tan bonito, tan generoso, que tanto bien hace a los demás. Vale la pena cosagrar la vida a Dios. El nunca defrauda. Por eso, es necesario crear un clima de acogida de este magnífico don en las familias, en los colegios, en las parroquias, en los grupos apostólicos.”

Aquí está la clave de la pastoral juvenil: en la familia. Cuando ésta es un hogar de paz, de diálogo, de esfuerzo, de virtudes cristianas, entonces es un terreno abonado para que Dios llame a la vida sacerdotal y religiosa.

Esto supone que los primeros educadores de los niños y jóvenes sean los padres. A diario trato con más setecientos alumnos en un instituto de secundaria. Cuando llegan a primero se nota de la familia de la que proceden, y, a pesar de los males de la actual educación, pasan los cursos y los jóvenes crecen sanos y derechos. Por el contrario, cuando aparecen hechos unos cafres, con malos modos, palabras obscenas, actitudes egoistas….uno se da cuenta de la familia de origen.

Por lo tanto, termino invitando a la oración en la familia, algo que hace el obispo de Tarazona. El lo dice así:“Si para el mundo es algo chocante que uno se meta a cura, para los cristianos debe ser algo anhelado, pedido a Dios con insistencia, apoyado: Señor, llama a alguno de mi familia para esta preciosa vocación. Señor, bendícenos con el don de alguna vocación sacerdotal entre los nuestros”.

Esta diócesis no tenia Seminario abierto. Hoy son casi veinte futuros curas. Otros obispos no llenan sus Seminarios, ¿por qué será?. Seguro que falla la oración y la pastoral juvenil en las familias.

Tomás de la Torre Lendínez