La música en la Iglesia
Toda la liturgia de la Iglesia ha contado siempre con la música. Desde la Iglesia primitiva, los actos celebrativos se han hecho con la participación de la comunidad cantando los misterios de nuestra fe.
La Iglesia es la depositaria del gran legado del canto gregoriano, fruto de la reforma del Papa Gregorio el Magno. La Iglesia es la heredera de un rico patrimonio musical ofrecido por músicos, coros y orquestas, quien usando la lengua oficial del latín, siempre han servido para alabar al Señor Todopoderoso.
En los estatutos de todos los cabildos catedralicios se pedía al que opositaba al cargo de organista o maestro de capilla, que debía componer una obra para el examen del correspondiente cargo. Por esto, los archivos de las catedrales y colegiatas están llenos de obras magníficas y expresamente usadas en esos templos.
Cuando acabó el Concilio Vaticano II la música litúrgica eclesial sufrió un bache. Se arrinconaron muchos órganos, se guardaron piezas gregorianas. Entró el canto en castellano y se llamó a muchos aficionados a la guitarra, quienes metieron melodías de bajísima calidad para atraer a los jóvenes, se decía entonces.
Aquellas situaciones trajeron consigo que muchas parroquias compraran guitarras eléctricas, baterías…que cuando aquellos jóvenes del coro vieron que podían ganar dinero y grabar algún disco, arrearon con la música a otra parte, y dejaron a muchos curas sin pan y sin perro.
Aquella travesía del desierto musical fue dura. Entonces surgió la idea de que fuera el mismo pueblo el que cantara en la celebraciones sacramentales, especialmente en la misa del domingo. Así fue como entró en los fieles una serie de canciones con letras en castellano y que resulta que son las mismas en todos lados. Por ejemplo, la de la barca en la orilla. Me la he encontrado en catalán, gallego, euskera, andaluz, valenciano, mallorquín…..Todo esto demuestra la malísima formación musical del pueblo cristiano y el mal gusto de los pastores de las feligresías, incluyendome yo el primero, que encima tengo un oído en frente del otro y tengo que apoyarme siempre en alguien que entone el canto correspondiente.
El futuro no es tan esperanzador como el presente en el asunto musical de la liturgia de la Iglesia. Tendremos que esperar que salga algún genio para que proponga a obispos, sacerdotes, laicos, consejos de pastoral y comisiones parroquiales de liturgia un nuevo horizonte que nos ayude a superar el presente anodino y durmiente desde el punto de vista de la música en la celebración del Dia del Señor.
Tomás de la Torre Lendínez