La Cruz, signo de amor y persecución

Durante todas estas horas la Iglesia, espera, reflexionando en paz y silencio ante la Cruz vacía, ya que Cristo fue enterrado en el sepulcro. En esa actitud ofrezco este articulo apoyado en la realidad cotidiana.

La Cruz es signo amor de todo un Hijo de Dios que ha muerto para salvación de toda la humanidad. Pero, a la vez, la Cruz es signo de persecución de los cristianos desde la primitiva Iglesia hasta nuestros días.

Más de sesenta países de todo el mundo cuentan entre sus habitantes a personas que son perseguidas por causa de su fe cristiana. En esos pueblos no existe la libertad religiosa, ni la libertad de culto. En algunos es permitida de forma muy controlada. En otros ni siquiera se puede hablar de este asunto.

El odio a la Cruz es palpable cuando en la India, Pakistán o Egipto una iglesia cristiana es destruida por un bombazo, por un incendio intencionado, o por la matanza directa de los cristianos. El odio a la Cruz es motivo de persecución a nuestra fe.

El mismo Cristo nos avisó: “Si conmigo han hecho esto, a vosotros también os perseguirán”, y “quien no esté dispuesto a tomar su Cruz no será buen discípulo mío”. La Cruz molesta. La Cruz levanta odios en otras religiones como la musulmana, la budista, o en el ateismo nacido de las logias.

La masonería, desde sus orígenes, levanta regimenes, ideologiza totalitarismos, y está en el principio de muchas persecuciones que padecemos a lo largo de los siglos XVIII a nuestros días, sobre todo en Europa.

El Islam, desde su nacimiento, es otro de los enemigos de la Cruz, persiguiendo a cristianos que no aceptan convertirse al islamismo. Desde la invasión musulmana en España la sangre cristiana fue derramada, sin caer en aquel mito de las tres culturas, tan cantado y encantado por la cultureta de los últimos siete años.

El odio a la cruz lleva a situaciones como la profanación de capillas universitarias, de iglesias y otros lugares de culto, donde el robo y la destrucción no llevan a ningún camino sensato, sino delincuencial.

Esperemos que algún día todos los hombres y mujeres del mundo, salvados por la Cruz de Cristo, podamos vivir en paz y en libertad ejerciendo nuestra fe sin peligro de ser perseguidos por ningún poder de este mundo.

Tomás de la Torre Lendínez

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El Papa, estrella mediática

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