Parábola sobre el papel y el micro
Propongo una parábola a los lectores de El Olivo. Espero que la capacidad intelectual de cada uno, demostrada de muchas formas les ayude a interpretar esta redacción:
“En un país lejano existía una pluralidad informativa muy amplia. Muchos medios de comunicación vivían en el respeto, en la sana competencia, en la conquista de sus lectores y oyentes, y en ser siempre altavoces críticos del poder, de cualquier poder, tanto de los elegidos por el pueblo, como los poseedores de la banca, del comercio, de la industria y demás estamentos, donde siempre el ser humano desea entrar para dominar a otros.
Surgió un viejo vecino, quien quitándose sus etiquetas ideológicas anteriores, tentó la suerte de comprar y comprar medios de comunicación, bajo la bandera de un periódico de papel. Siempre encontró el apoyo del poder, a quien sumisamente obedecía en sus líneas ideológicas sabiendo domesticar a la opinión pública y publicada con la nueva moral nacida en los oscuros cuartos de las logias masónicas.
El dueño de aquel imperio y sus cohorte de turiferarios fueron muy felices durante largos años en aquel país, que ya no lo conocía ni la madre que lo parió. El poder informativo en una sola línea se impuso a rajatabla. En el camino los informadores incómodos eran pasados por la guillotina de la primera página y del editorial.
La Iglesia Católica disponía de una cadena de diarios, que ante la fuerte competencia del imperio informativo, tuvo que ir malvendiendo al mejor postor, dejando en el paro a un montón de trabajadores, que protestaron fuertemente a las puertas de la Conferencia Episcopal.
En el turnismo político de las urnas llegó un jefe de gobierno, excesivamente inquieto por conceder a sus amigos más íntimos otro imperio mediático que le hiciera competencia descarada al monopolio creado en una sola mano. Lo hizo con la matemática de los votos parlamentarios. Aquel día los dueños del primer grupo lloraron y llenaron de críticas sus medios que antes habian lamido siempre las botas del pensamiento único.
La Iglesia Católica, mientras, dueña de una cadena de radio deseó ser igual a la horizontalidad impuesta por los medianos intelectuales de turno. Puso al frente de sus programas a gente gris y apocada, pero que pasados de vueltas comenzaron a meter a equis zorros a guardar las gallinas dentro del propio gallinero. Estos zorros habían aullado excesivamente a la puerta de la radio. Ahora estaban sentados con piel de oveja a dictar sus pontificales discursos desde los micrófonos.”
¿Cual sería el final de esta parábola?
Lo dejo a la inteligencia de los lectores y quien lo desee que lo escriba en este blog.
Tomás de la Torre Lendínez
4 comentarios
Parece, conforme pasan los días y los fichajes estrellas, que el estrellarse está cantado.
http://www.youtube.com/watch?v=A9iDHL0nvQI
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