Dejar el blog
Tentación recurrente, la verdad. De cuando en cuando te preguntas si merece la pena estar en las redes sociales. Mantengo el blog, cada semana el correo a los feligreses, algo en Facebook y en octubre posiblemente, solo posiblemente porque aún tengo que pensarlo más, recomencemos las charlas de formación.
Me asaltan dudas por muchos motivos.
Quizá el primero sea yo mismo. La autocensura. De cosas que me gustaría hablar no sé si debo o sería conveniente o si merecería la pena, o si eclesialmente podría ser correcto o ser más negativo que positivo. Incluso cosas que trato sin demasiados problemas tampoco estoy muy convencido de que valga la pena tocarlas.