26.12.19

Hoy padrenuestro, avemaría y gloria. Tengo mis motivos

Este que ven en la foto, el segundo empezando por la izquierda, es un servidor, con gafas y hasta flequillo. Es mi ordenación sacerdotal, el 26 de diciembre de 1979.

Para los curiosos les diré que el obispo oficiante fue monseñor Nicolás Castellanos, agustino, hoy emérito en Bolivia, en el centro de la foto. A mi lado, concelebrando, D. Antonio Ruiz, párroco entonces de Miraflores de la Sierra, ya fallecido. Al otro lado del obispo, el P. Isaías Díez del Río, provincial entonces de los agustinos.

Hoy, pues, se cumplen nada más y nada menos que CUARENTA años del evento.

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24.12.19

¿Dónde cenará mi párroco esta noche?

Ya les digo que no es mi caso, pero en este día de la nochebuena me van a permitir que les pregunte por sus curas.

Muchos de mis lectores me cuentan cosas de sus curas y no voy a quitarles la razón. Ya sé, qué me van a contar a mí, que tenemos rarezas, manías, que somos mandones, autosuficientes cuando nos interesa. Ustedes, nuestros fieles, que tantas veces tienen que aguantarnos ese mal día, lo reconozco y lo asumo, nos piden, nos exigen, nos miran con microscopio escudriñando lo que hacemos, lo que decimos, tratando de adivinar hasta las más ocultas intenciones. Acepto, cómo no, que ni soy el párroco perfecto ni ustedes han tenido suerte con los curas que el Señor ha colocado en sus respetivas parroquias y comunidades. Qué se le va a hacer.

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23.12.19

Pretender tapar el sol con un dedo. Sobre medios digitales

Se contaba en tiempos del generalísimo Franco que, en una ocasión, alguien de su confianza osó decirle que en España había gente descontenta con el estado de cosas, con la política, con el régimen. Esas cosas. Y se lo diría muy suavemente… La respuesta de Franco fue contundente: “menos viajar y más leer el periódico”.

Efectivamente, en España, tanto la prensa escrita como la radio, y posteriormente la televisión, estaban fuertemente controladas por el régimen, de manera que era imposible que se colara en los medios de comunicación cualquier cosa inconveniente. Todos contentos, pues. Lo más que se podía conseguir era algún periódico extranjero, difícilmente, o tratar de conectar con radio Andorra, y eso siempre con mucho miedo. No terminamos de comprender que esto hoy es del todo imposible. Vamos a la Iglesia que es lo nuestro.

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21.12.19

De susto en susto

Y eso que todavía nos queda una semana para los santos inocentes que, en España, es día de bromas y sustos, inocentadas que decimos aquí.

El susto, con algo de soponcio, sales en algunos casos, vahídos y me han dicho taquicardias, ha consistido en un supuesto informe de la Comisión Bíblica Internacional, según el cual se estarían reinterpretando las interpretaciones clásicas que se han hecho sobre la visión de las Escrituras acerca de la homosexualidad, el divorcio, el adulterio o el celibato. Según leemos estos días en diversos medios de información religiosa, “La relación erótica homosexual no debe ser condenada", se lee en el texto, según algunas agencias, que recuerda que no existen “ejemplos de unión legalmente reconocida entre personas del mismo sexo” en la tradición bíblica. Por ello se insta a aceptar “la homosexualidad y las uniones homosexuales como expresión legítima y digna del ser humano”.

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18.12.19

Lo que sea, pero que lo digan claro

Tengo un buen amigo, de excelente formación y derroche de sentido común, a quien debo esta frase. Su teoría es que si en el Vaticano, el papa, el concilio, quien sea, deciden que algunas cosas sabidas de siempre no son verdad, o hay que cambiarlas, o vivirlas o celebrarlas de forma diametralmente opuesta, pues que lo digan y lo digan con claridad, y los demás haremos lo que nos parezca más oportuno.

Un ejemplo. Ya sabemos todos la valoración moral que la doctrina de la Iglesia da a las relaciones íntimas entre personas del mismo sexo. De siempre. Que son objetivamente desordenadas, que quien las practica comete pecado mortal y está impedido, en consecuencia, de acercarse a recibir la eucaristía. O que faltar libremente a la misa dominical es pecado mortal e impide el acceso a la comunión eucarística. Tanto en una caso como en el otro, de siempre. 

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