17.03.20

Estar con la gente ahora más que nunca

Cada uno de los sacerdotes estamos viviendo estas excepcionales circunstancias de forma muy diversa. Mi reconocimiento muy especial a los compañeros capellanes de hospitales y tanatorios y también a aquellos que están sufriendo esta epidemia en zonas de especial incidencia. Su trabajo, al igual que el de tanta gente en mil lugares, es realmente heroico.

Me ha tocado vivir estos días en circunstancias de una gran tranquilidad. Mis pueblos son pequeños y parece que de momento no tenemos especiales problemas.

Estoy muy satisfecho con el funcionamiento de las misas a través de mi Facebook. Ya ven, con lo tecnológico que es uno y ni siquiera me lo había planteado.

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15.03.20

Más gente en misa que nunca

Ya ven. Y yo que me creía que la misa de hoy iba a ser en absoluta soledad. Ni mucho menos. Al revés. Todo lo contrario.

Sugerencia de una buena amiga:

-        ¿No se van a celebrar misas en público?

-        No…

-        ¿Por qué no la transmites a través de Facebook?

-        Leche…

La primera vez. Buenos, al menos intentarlo.

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13.03.20

Las campanas de don Camilo

Los distintos libros de D. Camilo, escritos maravillosamente por Guareschi, deberían ser de lectura obligatoria en el seminario, y libros de cabecera para todo párroco rural.

En estos días de coronavirus, cuando casi hora a hora nos llegan instrucciones diversas y posiblemente hasta veamos los templos cerrados, me he acordado de una preciosa historia de este buen párroco italiano. Una vez más se había desbordado el Po y la aldea de D. Camilo hubo de ser abandonada. Todos marcharon menos D. Camilo, que se trasladó a vivir a la torre de la iglesia. Allí, en su torre, él seguía tañendo las campanas y celebrando su misa a la hora de siempre, porque decía que la gente, en la distancia, al escuchar las campanas, se sentiría reconfortada y sabría que Dios seguía cuidando de cada uno. Especialmente emotiva la celebración de la eucaristía, él solo, y el toque en la consagración. Estarían lejos, pero sabían que la misa se celebraba en su parroquia por todos.

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9.03.20

8.03.20

Coronavirus. Trampas, no

Anoche me llamó un amigo para contarme que no había podido comulgar en la misa vespertina. La razón fue que el sacerdote les dijo que según órdenes recibidas quedaba suprimida la comunión en la boca.

Este amigo se puso en contacto conmigo para preguntarme quién había dado esa orden. Tuve que decirle que lo ignoraba, ya que, desde luego, en mi mail no había recibido nada ni tampoco via whatsapp, que a veces utilizamos para comunicación más inmediata.

No obstante, decidí pasearme por la red para ver cómo andaban las cosas y por si algo se me hubiese pasado. Es cierto que pude leer recomendaciones de algunas diócesis, pero no de Madrid, y a lo más que llegué fue a una nota de la conferencia episcopal, que me costó mucho dar con ella, y unas recomendaciones del secretario de la conferencia en las que se nos ofrecen pistas de puro sentido común. En ningún caso prohibición estricta de comunión en la boca. Así que no me queda más fremedio que concluir que el señor cura del caso negó la comunión en la boca por su cuenta. Mal hecho.

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