Volver a los fracasados ochenta
No aprendemos. Ni queremos aprender. Lo del cura marchoso con guitarra y la hermana airosa con bongos tuvo su punto de novedosa emoción en los años setenta y hasta los ochenta del pasado siglo. Los que de niños todavía cantamos aquello de “Como el ciervo que a las fuentes”, o “Vamos niños al sagrario”, sufrimos un auténtico shock el primer día que nos topamos con aquel famoso “Saber que vendrás” que aún hoy de sigue escuchando.