Predicar con casco. Recordando a don Pío Cabanillas
En estos tiempos de modernidad y adelantos, “alantos” que dicen en mi pueblo, es divertido comprobar cómo lo que se nos vende como el summum de la modernidad es todo un compendio de las más antiguas barbaridades y de las herejías más clásicas.
Cosas tan superadas como el gnosticismo, el pelagianismo, el arrianismo… Barbaridades tan bárbaras como la teología protestante, son hoy la base de una supuesta teología puesta al día, sin la cual pareciera que todo lo demás sea anclarse en Trento, que ojalá, habida cuenta los santos que produjo. En definitiva, todo viene a concurrir en un eliminar la idea de Dios personal para sustituirlo por un algo tiene que haber.
El gnosticismo de antes, modernismo de después, no ha sido más que un intento de ir despojando a Dios de su ser Dios para, en lugar de avivar la fe del creyente, y regresar a la fe del que se alejó, bajar a Dios a una idea tan nada, que todos puedan aceptarlo. Dios va quedando reducido a mera experiencia personal, indiscutible, íntima, emotiva.