Rafaela y los abrazos de don Jesús
Don Jesús era como era. Siempre hizo lo que le dio la gana y de simpático lo justo. Relación con la gente del pueblo, la imprescindible. Llegaba con su coche a la puerta de la iglesia sin demasiado tiempo, bajar, misa, algún aviso y punto y final. Con Rafaela, Joaquina y ese pequeño grupo apenas lo justo por la cosa de que no queda más remedio que aguantar a las que, en definitiva, son las únicas capaces de echar una mano. Pues vale. Tampoco Rafaela pide milagros.
Lleva una temporada pelín cambiado. Rafaela no sabe a cuento de qué viene que al acabar la misa en lugar del “podéis ir en paz” de toda la vida ahora tenga que añadir cada semana lo de feliz domingo, feliz comida y que aproveche. Es igual, si así se siente mejor pues que lo haga.
Lo que peor llevan Rafaela y Joaquina, serranas, sobrias, escuetas y de pocas efusiones, es que ahora, cada vez que llega don Jesús haya cogido la costumbre de besarlas y darles un abrazo. Empezó después de volver de vacaciones, el 29 de septiembre, que felicitó a Rafaela con un enorme abrazo y deseándole toda clase de bendiciones. Y ya que estaban cerca, otro para Joaquina, María y el resto “para que no tengáis envidia”.
Pues desde ese día no hay ocasión que llegue a la iglesia y no se dedique a repartir abrazos y besos venga o no a cuento. El día que aparecieron los sobrinos de Rafaela más abrazos, y no te digo nada a los primos de Joaquina, esos que se presentaron de casualidad y casi no conocía ni ella. A esos besos y hasta abrazos.
Tocó junta hace unos días. Don Jesús lo llama encuentro de oración pero ellas siguen hablando de junta, como siempre. No se entienden. Porque él quiere reflexionar con ellas algunos escritos del papa, y ellas lo que desean es hablar de sus cosas y del día a día. Lo estaban esperando.
A ver, don Jesús, se lanzó Rafaela. ¿Se puede saber a qué viene eso de los abrazos y los besos cada día si usted, si me lo permite, ha sido siempre un poco cardo borriquero? Porque mire usted, servidora y las aquí presentes somos más bien de la vieja escuela y un par de besos de amistad no se los negamos a nadie un día, pero todo el día con abrazos y besos y encima con el señor cura párroco pues como que se nos hace raro.
Mujer, respondió el párroco, tenemos que tratarnos como hermanos y sentirnos amigos. Ya, le dijo la buena mujer, yo preferiría menos abrazos y más caridad cristiana así en general. No nos ha permitido hacer la novena de la Inmaculada, nos dejó sin misa para el Pilar y llevamos tiempo para ver si saca tiempo para confesar un rato. Por más que se lo decimos ni una vez ha sido posible exponer el Santísimo y la señora Juana lleva meses en casa sin que se le lleve la comunión. Así que seguimos igual solo que con abrazos. Pues se los guarde. Eso sí, ahora cada tarde reparte caramelos a los niños de Mohamed y en cuanto nos descuidamos nos planta dos besos.
Para la próxima, y esta vez fue Joaquina, lo de los besos se lo guarda. Y cuando tenga un rato nos cuenta si este año tendremos misa en nochebuena, aunque sea por la tarde, o si tampoco va a haber suerte. Si es que me lo veo venir: un abrazo y dos besos y feliz nochebuena y otra vez sin misa como cada año. Que no, don Jesús, que no.
19 comentarios
Me recuerda tanto a los santos, que cuidaban la bella virtud de la castidad, hasta en lo mínimo.
Me anima este post.
Dios le bendiga.
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Jorge:
Me dice Rafaela que dos.
Pero tampoco el extremo de la sequedad total. O la frialdad distante y robótica.
Ciertamente la caridad es más inteligente que estos extremos.
Si la "saludada" era jovencita, los abrazos y besos se multiplicaban en cantidad y tiempo... Muy desagradable de ver.
El desenlace es lógico. A los seis meses el cura aquel estaba en "discernimiento", y a los 7 meses ya vivía con sus padres. A los 8 meses se apareció en una misa muy concurrida en estado de semi " éxtasis" y ya no se sabe más de él.
Ese cuento de los curitas muy "cariñositos" (y no me refiero a simples diferencias de estilo que pueden ser muy legítimas, sino al curita empalagoso) parece más bien una de dos: una necesidad muy tremenda de cariño que no logra satisfacer en el sacerdocio o, derecha mente, un tema de identidad sexual. En todo caso, ese sacerdote necesita urgente compañía de sus hermanos y un psicólogo, porque expresa una necesidad compleja para seguir viviendo su vida como sacerdote...
No sé cuán grave sea el caso de su amigo, pero le sugiero darle más atención, porque la experiencia dice que va directo a ser ex cura y ex católico (lo primero puede que sea inevitable. Pero por lo menos que se evite lo segundo).
https://www.youtube.com/watch?v=EnHuljdg-BI&feature=youtu.be
En la parroquia inmediata el sacerdote , en las misas de diario, también se baja del presbiterio y para predicar se coloca entre los fieles, pues así dice que nos sentimos más hermanos. Yo le digo que se quede en el altar que no nos molesta pero ni caso.
Hace poco acudí a un funeral multitudinario por el alma de una mujer joven, fallecida en accidente de tráfico. Su esposo, que resultó herido, acudió hecho un Ecce Homo y el pobre tuvo que aguantar el besuqueo de cientos de personas, yo fui la excepción ¿No hubiera sido más adecuado un apretón de manos o una inclinación de cabeza, como se hacía cuando en los colegios enseñaban educación?.
Como leí una vez en un autor citado por Guitton: "el contenido, esa forma impura".
Es decir, las formas son importantes.
Saludos cordiales.
GRACIAS por el ejemplo.
A la hora de comulgar, también siguiendo su costumbre, el sacerdote cantando detrás del altar mientras el sacristán y una parroquiana daban la comunión.
¿Me dejaría doña Rafaela llorar sobre su hombro?
En mi parroquia tenemos 5 sacerdotes, religiosos, pues a la hora de distribuir la dan en el que celebra y 2 ó 3 laicos. Los demás están trabajando en otros temas: leyendo el periódico, o chafardeando por internet. Incluso el miércoles de ceniza el sacerdote es ayudado por laicos para imponer la cenica.
Siento que esté siempre criticando a los curas de este país, pero es que no tienen remedio en irregularidades pastorales y litúrgicas, sobre todo los religiosos. Se olvidan que los fieles queremos la asistencia del sacerdote al recibir los sacramentos. Es horrible ver como laicos, poco preparados les ponen a dar la comunión, o que incluso que estén enemistados con algún fiel, como he visto yo.
Me da envidia sana como en otros países se efectúa la liturgia y se cumplen las rúbricas. pero si los obispos fueran más exigentes esto no habría desembocado en lo que muchas misas parecen un circo.
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