La Iglesia no es una mera ONG aunque a veces lo parezca

El Papa puso ayer el dedo en la llaga. Durante su alocución tradicional de los domingos tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI aseguró que la Iglesia Católica no es meramente una “compleja y sólida institución social” ni “una especie de agencia humanitaria". Otra cosa, digo yo, es que a veces lo parezca. Por ejemplo, en España vemos que la campaña a favor de marcar la X en la casilla de la Renta la imagen que se da de la Iglesia es muy oenegista. No digo que eso esté mal, pues al fin y al cabo las actividades asistencias de la Iglesia son las que pueden provocar que los no creyentes se animen a marca la casillita de marras.

Ahora bien, la misión principal de la Iglesia es salvar almas. Y eso sólo se produce mediante la predicación del evangelio. La atención a los pobres, a los enfermos, a los, en definitiva, más necesitados, es la consecuencia lógica del seguimiento a Cristo. Si amamos a Dios, amamos a los hombres, tanto más si se encuentran en una situación delicada. Pero de poco vale cubrir las necesidades materiales de una persona si dejamos su alma sin el alimento espiritual que le lleva a la vida eterna. La pregunta que debemos hacernos es si no hemos desatendido un poco, o “un mucho", lo esencial. Yo tengo la sensación de que estamos perdiendo un potencial evangelizador fundamental en la labor de entidades católicas como Cáritas, ya que en demasiadas ocasiones se deja de lado la evangelización para sustituirla por una mera acción de ONG, aunque esa acción esté motivada por los valores que hemos recibido del evangelio.

No se entiendan mis palabras como una crítica sino más bien como un llamamiento a reforzar el rostro evangelizador de una Iglesia que debe ser fiel siempre y en todo momento al mandato que Cristo dio a sus apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura“. Si no hacemos eso, si caemos en un pelagianismo asistencialista, estaremos cometiendo una irresponsabilidad enorme, pues Cristo no murió por los hombres para que les diéramos de comer y de beber, aunque también, sino para que les abriéramos las puertas de la salvación de par en par.

Luis Fernando Pérez Bustamante