Te ruego por ellos; no ruego por el mundo
Evangelio del martes de la séptima semana de Pascua:
Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti,
porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti".
Jn 17, 1-11a
Gran parte de nuestros temores deberían quedar en nada si entendiéramos que somos propiedad de Dios. El Padre nos puso en manos del Hijo, y el Hijo nos custodia y ruega por nosotros al Padre. Ya puede caerse el mundo entero en rededor nuestro, que el Señor mismo nos mantendrá firmes a su lado. Por si fuera poco, hemos sido sellados con el Espíritu Santo (Efe 1,13).
El Hijo llevó a cabo la obra que el Padre le encomendó. Nos corresponde llevar a cabo la obra de creer en Él y guardar su Palabra. Y tal cosa es posible por la obra del Espíritu Santo en nuestras almas. De forma que todo redunde para mayor gloria de Dios.
Señor, concédenos el don de ser parte del remanente fiel, de estar entre aquellos que no doblan las rodillas ante Baal (1 Rey 19,18), de estar entre los que eligen servirte (Jos 24,14-15), de formar parte del pueblo fiel que prefiere morir antes que profanar la alianza santa (1 Mac 1,62-63) en tu cuerpo y tu sangre.
Luis Fernando
2 comentarios
No se refiere a la creación.
«Mundo» Se refiere a quiénes no han sido elegidos. Hablando el Señor al Padre de los discípulos que entonces tenía, dijo entre otras cosas: «Yo ruego por ellos, no por el mundo sino por estos que me has dado». Bajo el nombre de «mundo» comprende a aquellos que viven envueltos en las concupiscencias del mundo y no les han tocado en suerte la gracia de ser elegido del mundo. Y así, no por el mundo, sino por los que le dio el Padre, dice el que ruega, pues por el hecho de habérselo dado el Padre, ya no pertenecen al mundo, por el cual no ruega. Después añade: «Porque son tuyos». En efecto, no porque el Padre los ha dado al Hijo ha perdido aquel mismo que lo ha dado, pues el Hijo sigue aún y dice: «Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío», (San Agustín, Obras completas XIV, Tratado 107,1-2. Biblioteca de Autores Cristianos.)
Cuando no nos dejamos corromper por las concupiscencias del mundo, vivimos una vida de pureza y castidad, Cristo nos protege, y buscamos su protección siempre.
Cuando nosotros no perdemos de vista a Cristo, con nuestro corazón y pensamientos, no nos apartamos de Él. El mundo entonces no nos seduce, quiere tentarnos, pero acudimos al Señor y nos libra de nuestras tentaciones.
Cuando no nos dejamos ensuciar por las impurezas de la carne, pertenecemos a Cristo. Debemos custodiar, proteger los valores espirituales que por medio del sacramento del Bautismo, de la Confesión, una vida cada vez más pura, y es en la medida que tenemos que obligarnos en todo momento, trabajar por los intereses de Nuestro Señor Jesucristo.
Un día estábamos completamente perdidos, como ovejas sin pastor, pero Jesús vino en nuestra ayuda.
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