Si dices que crees en Cristo pero no crees a Cristo

Como muchas otras herejías, la herejía calvinista que consiste en que Dios ha decretado infaliblemente la condenación de muchos, y por tanto da absolutamente lo mismo que se les predique el evangelio, tiene una parte atrayente. A saber, que te encuentras con mucha gente que parece encajar como mano en guante en esa descripción. Especialmente gente que dice tener, o que se supone que alguna vez tuvo, algo que se puede llamar fe, pero vive literalmente como le da la gana, incumpliendo uno o varios mandamientos de la ley de Dios, bajo mil excusas. A esas personas les muestras la verdad y reaccionan con una furia y una rabia que no parecen naturales.

Por supuesto, que parezca atrayente o verdadera, no la convierte en deseable y cierta. Sigue siendo una herejía. Suele ser llamada la herejía de Jonás, el profeta que no quería ir a predicar la conversión entre los ninivitas y que se enfadó considerablemente cuando esos paganos se convirtieron y se salvaron.

Hoy sin embargo es más habitual la herejía del buenismo, que consiste en creer que Dios es tan bueno, tan bueno, tan bueno, que le da lo mismo si pecamos o no, especialmente cuando el pecado tiene algo que ver con la moral sexual. Por ejemplo, el buenista dice, ¿pero cómo va Dios a querer que no seamos felices? Si nos hemos equivocado al elegir pareja, pues nos buscamos otra y a vivir que son dos días. Por supuesto, si nos equivocamos una segunda, tercera o cuarta vez, tampoco pasa nada. Lo importante, al menos mientras dure el “amor", es ir siendo fiel a las diferentes parejas. Y, faltaría más, si ese “amor” es entre personas del mismo sexo, ¿cuál es el problema? Y quien diga que Dios no está de acuerdo con eso, es un fundamentalista, un fariseo, un intolerante sin caridad, etc.

Ocurre que al leer el evangelio, uno se encuentra con un Jesucristo que no tiene nada que ver con esa falsa imagen. Sí, acoge y perdona a los pecadores. Pero les conmina a no pecar más. Sí, arremete contra los que ponían cargas muy pesadas en los hombros del pueblo de Dios, pero a su vez advertía que es mejor quedarse tuerto y manco que pecar e ir al infierno. Y si no, lean:

Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.

Mt 5,27-30

Hay muchos dispuestos a creer en el Cristo que habla de perdón y misericordia -o en un Cristo “guay” como el de la imagen que acompaña al post-, pero rechazan abiertamente al Cristo que pide conversión y advierte de la condenación. De ellos habló también el Salvador:

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?

Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.

El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

Luc 6,46-49

No basta con creer en Cristo sin creer a Cristo. Como dice la epístola de Santiago, los demonios también creen y tiemblan. Por tanto hay que obedecerle. Y cumplir su voluntad. Y cumplir los mandamientos. Todos. No solo aquellos que nos gustan.

Luis Fernando Pérez Bustamante