La versión zapateril del dejad que los niños se acerquen a mí

Como bien saben nuestros lectores, España tiene al frente de su gobierno a un señor que hace gala de una gran pasión por arrancar el alma católica a la nación. En la campaña electoral previa a su primera victoria electoral tuvo la graciosa idea de reunirse con un grupo de adolescentes de un colegio público para decirles que él quería para la escuela “más gimnasia y menos religión". Luego le hemos visto intentar enmendarle la plana al mismísimo Jesucristo diciendo que no es cierto que la verdad nos haga libres sino que, en realidad, es la libertad la que nos hace más verdaderos.

El zapaterismo pasará a la historia por haber traído a España el matrimonio gay, el aborto libre -de iure, porque de facto ya existía con el PP- y la EpC. De momento parece que recula a la hora de imponernos una ley de libertad religiosa que, conociendo al personaje, podía ser más bien la de la mordaza al catolicismo. Pero nadie dude que si vuelve a ganar las elecciones, y quien piense que eso es imposible es que no conoce a los españoles, Zapatero completará la obra que tiene entre sus manos. Lo cual empieza a parecerme incluso providencial. Quizás es necesario que esta nación beba el cáliz de la ira por su apostasía. Tenemos el presidente que nos merecemos. Y lo mismo se puede decir del jefe de la oposición. ¿O alguien piensa que Rajoy es la respuesta a los males éticos y morales de una sociedad que, entre otras lindezas, mata a uno de cada seis de sus hijos antes de nacer?

Aun así, en España quedan todavía unos cuantos miles de fieles a Cristo que no han doblado su rodilla, o se niegan a seguir doblándola, ante el Baal de la partitocracia liberaloide y totalitaria que nos regalamos hace más de treinta años. Y el mayor peligro que corren es que ese Leviatán llamado Estado les robe a sus hijos. La EpC es un instrumento de dominación de las mentes y el alma de los más pequeños. La nueva ley del aborto no sólo sirve para legalizar el sacrificio humano ante el altar de la cultura de la muerte, sino que busca eliminar todo vestigio de autoridad paterna sobre los menores de edad.

La Abogacía del Estado, que no sé por qué se llama así cuando debería llamarse la “Abogacía particular del gobierno", ha salido en defensa de la constitucionalidad de la ley pro-abortista. A estas alturas de la película, confiar en el Tribunal Constitucional para poner freno a los avances de la legislación favorable a la muerte tiene casi el mismo sentido que confiar en Satanás como abogado ante el tribunal de Cristo. El TC es una herramienta más del sistema partitocrático, en el que la ley está al servicio de la ideología del que manda. Y si algún magistrado osa oponerse a una ley que permite la muerte de inocentes no nacidos en base a su condición de cristiano, recibe el ataque brutal de ese otro brazo del sistema que se llama prensa progresista. De manera que está todo atado y bien atado.

Decía que la Abogacía del Estado defiende la ley que permite la ejecución de vidas humanas en las 14 semanas siguientes a la concepción. Pero lo más alucinante es que pretende que el permiso para que las menores de edad puedan abortar sin el permiso de sus padres está basado en la propia Constitución y en la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño. Para el abogado del Estado “la forma más correcta de proteger a la menor, cuando tiene 16 o 17 años, es reconocer como suficiente su voluntad” para abortar. Y el que no se lo quiera creer, que reviente.

El caso es que en el Preámbulo de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, leemos lo siguiente:

Teniendo presente que, como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño,"el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento“.

Alguno pensará que la Abogacía del Estado no se ha leído ese texto. Yo creo que sí. Pero habrán aplicado la doctrina del Tribunal Constitucional por la cual un texto que aparece en el preámbulo de una ley no tiene eficacia jurídica. Es decir, de la misma manera que se acepta que Cataluña es una nación “sin eficacia jurídica", pues se acepta que los niños deben tener protección legal antes del nacimiento pero “sin eficacia jurídica". ¿De locos? No, señores, no. Eso es la democracia en España aquí y ahora.

En definitiva, estamos como estamos gracias a que así lo hemos votado. Zapatero será un perfecto inútil a la hora de gestionar la economía pero no hay mayor experto entre los gobernantes del mundo a la hora de legislar a favor de la degeneración moral de una sociedad. Él es a la vez enfermedad y síntoma. Enfermedad, en cuanto que agrava la salud moral y espiritual de la nación que gobierna. Síntoma, en cuanto que es el fenómeno más visible de que dicha enfermedad es fruto no de la casualidad sino del pecado y la apostasía de dicha nación, que es la nuestra. Zapatero es fruto y semilla. Fruto de la corrupción moral de los españoles. Semilla de destrucción total de lo poco o mucho que quede de alma cristiana en nuestra patria. Si alguien cree que se le planta cara simplemente poniendo una papeleta en una urna, está muy equivocado. Sólo el evangelio puede derrotarle. Pero para eso, debemos predicarlo de verdad, llamando a las cosas por su nombre como San Juan Bautista y Cristo hicieron respecto a Herodes. No desde el buenismo estéril ni desde el colaboracionismo cesaropapista.

Luis Fernando Pérez