InfoCatólica / Caritas in Veritate / Categoría: inocencia

5.01.15

(62) Epifanía es fidelidad a la Verdad

epifaniaHay lecturas acerca de este grandioso misterio que dejan escapar toda su hondura apelando a una simbología bastante elemental. Por eso, hace un año esbozábamos algunas notas que según San León Magno (Cf. Sáenz, A.: San León Magno y los misterios de Cristo, Paraná, ed. Mikael, 1984) expresaban la riqueza de la fiesta de Epifanía, en cuya víspera estamos.  ¿Por qué dejar escapar su resplandor, relegándolo casi a mera celebración “infantil”, cuando hay tanto para meditar sobre él?  

Quisiera retomar entonces unos puntos en este Año especialmente dedicado a la Vida Consagrada. Porque además de mirar el valor de ésta en sí misma, hay que decir que los consagrados -tanto de vida activa como contemplativa- son apóstoles privilegiados, como lo fueron los Magos; sal y luz del mundo -que sin Dios es insípido y se sume en las tinieblas del error y el pecado-. Mundo que los repudia cada día más, y sin embargo, trata de seducirlos también para que la sal pierda su sabor

 

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8.09.14

(49) Nuestros hijos y el canto de las “sirenas Violettas”…

“Dejad que los niños vengan a Mí, y no se lo impidáis

porque el Reino de los Cielos pertenece a quienes son como ellos” (Lc.18,16)

violettyCo.

Hay padres y educadores a quienes si uno les pregunta, manifiestan cierto interés, hasta entusiasta, en que sus hijos vayan al Cielo. Y si uno les dice que para ir al Cielo, sus hijos deben cumplir los mandamientos, todavía asienten, sin mucha réplica.

Pero cuando uno toma uno por uno los mandamientos, y señala la necesidad de que los niños empiecen a vivir cotidianamente en un ambiente que posibilite esa vida cristiana (de esto se trata), y se advierte que eso conlleva una renuncia a actitudes, gestos, modas, diversiones que no tienen nada que ver con el Evangelio… la cosa se pone más “peliaguda”, y se empieza a fruncir el ceño.

No robar y no matar está muy bien, pero…si uno “tiene que” faltar a misa por algún otro “compromiso familiar” algún domingo…”¡Dios no va a ponerse en contra de la familia!¡la tía quiere que estemos temprano para almorzar”

Y si los chicos de hoy van a bailar habitualmente con sus amigos…y el tipo de bailes que se estila es inexorablemente provocativo y hasta groseramente insinuante sexualmente, “¡bueno, es lo que se usa, la nena no puede quedarse arrinconada!”

Y si las jóvenes suelen vestirse hoy de un modo muy “científico” (es decir, promoviendo el uso del microscopio para ver sus prendas)…”¡no podemos pretender que salgan como monjas!”

Y si mañana tienen que recurrir a la mentira o al robo (eufemísticamente llamado coima) para salir adelante en ciertos momentos de la vida…”¡uno no puede vivir en una burbuja!”

Y la verdad es que como padres, nadamos entonces en la hipocresía, enseñando a nuestros hijos a hacerlo en todos los estilos, hasta para competir en las Olimpíadas.

No es verdad que nos importe tanto que nuestros hijos vayan al cielo, si desde la preadolescencia no nos esforzamos en impregnar su  ambiente y costumbres con la lógica del Evangelio, que -hay que decirlo con todas las letras- es una lógica diametralmente opuesta a la del mundo. No es la lógica de la conveniencia, ni de la moda, ni del éxito fácil, ni del aplauso. Y no puede carecer, por supuesto, de la Cruz. Para nosotros, como padres,  y para ellos.

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