Cristiandad, Don Bosco y Bergoglio
La revista Cristiandad ha dedicado su número del mes de abril a la figura de San Juan Bosco en el segundo centenario de su nacimiento. Es un número especialmente recomendable, ahora que la educación católica parece, en muchos casos, haber perdido el rumbo. Como hace notar la editorial en referencia a los miles de problemas educativos y sus posibles soluciones en que nos debatimos, “todas estas cuestiones confusamente mal planteadas son fruto del olvido de la cuestión central de toda la educación: ¿cuál es el fin de la tarea educadora? ¿qué presupuestos antropológicos y teológicos tienen que fundar la educación? Se ha diluido el mismo concepto de educación cristiana reduciéndola a una «educación en valores», de discutible raíz cristiana. Pío XI afirmaba que sólo la educación cristiana es una verdadera educación porque es la única que contempla la verdadera realidad del hombre como criatura de Dios, destinado a la vida eterna”.
Leyendo el número, me ha llamado la atención los escritos del propio Don Bosco, que creo que dan algunas claves para ver por dónde debe de ir la regeneración de la educación católica.
Empezando por la entrega total del educador, que vive su tarea como una vocación que engloba toda su vida. Escribe Don Bosco:
“El director debe estar consagrado por completo a sus educandos y no asumir responsabilidades que lo alejen de su cargo”
Y lo que se exige del resto de educadores no es menor:
“Procúrese que los alumnos no estén nunca solos. En cuanto sea posible, los asistentes deben precederles en el sitio donde deben reunirse; entreténganse con ellos hasta que estén asistidos por otros; no les dejen nunca desocupados”.
Entrega tan total que hoy en día parece imposible. Pero San Juan Bosco ya veía esta objeción y respondía así:
“Alguno dirá que este sistema es difícil en la práctica para los educadores; encierra algunas dificultades, pero disminuyen si el educador se entrega con celo a su misión. El educador es una persona consagrada el bien de sus alumnos; por eso debe estar dispuesto a afrontar cualquier molestia, cualquier fatiga, con tal de conseguir su fin, que es la educación civil, moral, intelectual de sus alumnos”.
También me ha llamado la atención este consejo, casi imposible de aplicar hoy en día gracias al “magnífico” concierto educativo que la mayoría de congregaciones religiosas que se dedican a la educación defienden con un celo digno de mejores causas:
“Vigílese con el mayor cuidado para impedir que entren en el instituto compañeros, libros o personas que tengan malas conversaciones. La elección de un buen portero es un tesoro para una casa de educación”.
Y como colofón, la verdadera clave de toda educación católica:
“La confesión y la comunión frecuente y la misa diaria son las columnas que deben sostener un edificio educativo del que se quiere tener alejadas la amenaza y el palo”.
Seamos honestos, ¿cuántos colegios católicos en España siguen la senda que marcara San Juan Bosco?
En el mismo número encuentro un curioso escrito del entonces arzobispo Bergoglio (eran los años 90) recordando su estancia como interno, en 1949, en el colegio salesiano de Ramos Mejía. Vale la pena leerlo y comprender así cómo esos consejos de Don Bosco se hacían realidad allí. Como vale la pena reflexionar sobre las palabras finales de quien después llegaría a ser el Papa Francisco:
“Si esos hombres que yo conocí en el colegio pudieron crear una cultura católica fue porque tenían fe […] No tenían vergüenza de cachetearnos con el lenguaje de la cruz de Jesús, que es vergüenza y locura para otros. Me pregunto: cuando una obra languidece y pierde su sabor y su capacidad de leudar la masa, ¿no será más bien porque Jesucristo fue suplido por otro tipo de acciones: psicologistas, sociologistas, pastoralistas? No quiero ser simplista en esto, pero no dejo de preocuparme por el hecho de que -por hacer gestos radicales de inserción social - se abandone la adhesión a Jesucristo vivo y la consiguiente inserción en cualquier medio ambiental, incluso educativo, para construir una cultura católica”.
11 comentarios
Entonces los colegios eran a cual mejor y hoy han ido cambiando tanto que no tienen nada que ver, ni en educación religiosa, ni en el rigor de la enseñanza, ni en la imagen impecable de los profesores, ni en el aspecto señorial de los edificios, demasiada degradación en todo.
Esta bien que sean modernos en actividades, materiales... Bueno, los viajes entonces eran culturales hoy van a divertirse, las conferencias, cine, teatro me parece que estaba mejor escogido, primaba la formación, actualmente parece que todo vale. Tienen pizarras y ordenadores súpermodernos, menos rigidez en los estudios, pero sin nostalgia ninguna entonces funcionaban mejor, con los medios de ahora y recuperando lo bueno de entonces si que estaríamos bien
Amparados en la idea de que primero han de comer -no solo darles el pez sino la caña para pescar-, se olvidan de lo más importante, que es la Palabra de Dios, sin darse cuenta de que sin Él en vano se afanan los edificadores.
Sonriente tu vuelves al mundo mirada paterna y clemente y lanzas el grito potente, el grito sublime de amor: Damihi animas!
Soy exalumna salesiana de los años 60´s. Así cantábamos, y así le seguimos pidiendo almas para llevar al cielo.
Pidamos a Don Bosco, patrono de la juventud, que nos ayude, en la formación de los jóvenes y que recuperemos los valores que quiso imprimir en sus hijos e hijas.
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