(La Buhardilla de Jerónimo/InfoCatólica) Estas son algunas de las respuestas de Mons. João Braz de Aviz al National Catholic Reporter, respecto a su vida y a su misión como nuevo Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Su nombramiento, sus “cualidades” y su “agenda”
Del nombramiento: “Supe del mismo el 14 de diciembre”, “planeo viajar a Roma para mediados de febrero (…) necesito algún tiempo para terminar algunas cosas aquí en mi arquidiócesis”.
Confiesa con sencillez que “ni siquiera conozco mucho acerca de la Congregación en la que estaré trabajando, por lo que tengo mucho que aprender (…) porque es un área enorme y muy especializada”, que “entiendo muy poco inglés”.
Cree que “fui elegido en parte porque el Santo Padre quiere un brasilero en el Vaticano, dado que al momento no hay otro brasilero en una posición importante en el Vaticano” y que “el Santo Padre está contento con el trabajo que se está haciendo, por lo que no creo que haya sido elegido para hacer cambios dramáticos inmediatos”.
Su “experiencia” respecto a la “vida religiosa”
“Fui miembro de un seminario menor, aquí en Brasil, en Assis, regido por una orden llamada Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero, los padres “PIME” de Milán. Fui seminarista diocesano allí, entre 1958 y 1964, y recibí una maravillosa educación de ellos. Además, he desarrollado muchos contactos con religiosos y religiosas por medio del movimiento de los Focolares, que tiene un departamento dedicado a las órdenes religiosas”.
Su “secreto” y su “espiritualidad”, aplicadas a su nueva misión en la Curia Romana y la Iglesia
Son claves para él la unidad, la confianza, la fidelidad al carisma del fundador, la obediencia a las orientaciones del Santo Padre, el balance entre unidad y diversidad en la Iglesia, el entendimiento de la autoridad como servicio. Se confiesa fuertemente influenciado por la espiritualidad de comunión y de la opción preferencial por los pobres desarrolladas por el Movimiento de los Focolares y la Comunidad de San Egidio.
Sus orientaciones espirituales le ayudaron a entender y vivir la vida cristiana superando las tensiones de las “grandes ideologías” y las deficiencias de la “Teología de la liberación”, que en su juventud tomaron gran auge en Brasil, y a entender la obediencia al papa no como “una imposición de la autoridad”, sino como “luz que nos ayuda a percibir lo que Dios nos está pidiendo”, en una visión de equilibrio entre unidad y diversidad, entre misericordia y fidelidad, entre autoridad y servicio.
Su visión de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica
“Cada congregación, cada orden en la Iglesia, es como una hermosa flor. Juntas, hacen un jardín, y debemos preocuparnos no sólo de las flores individuales sino del jardín en su conjunto (…) Es otra forma de hablar acerca del balance entre unidad y diversidad”.
“Cada carisma dado a la Iglesia es una semilla de la Palabra, dada en un momento particular en el tiempo. En orden a ayudarlos a perseverar y crecer, me parece, necesitamos acompañarlos, no con autoritarismo, sino con misericordia y fidelidad”.
Y de su evolución en las últimas décadas, sus problemas y esperanzas
“Creo que hay ciertamente signos de dificultades, tales como la disminución en las vocaciones”; “Muchas órdenes han tratado de buscar una nueva luz, un nuevo modo de responder a las circunstancias cambiantes, y eso es bueno”.
“Algunas veces, no se le da suficiente importancia a las orientaciones del Santo Padre en cuánto al modo en el que llevar esto a cabo. Recuerdo que en 1980, el Cardenal Gantin vino a Brasil para dar algunas orientaciones al comité doctrinal de la conferencia episcopal sobre la teología de la liberación. Los obispos recibieron muy bien estas orientaciones, pero no pasó siempre lo mismo con los teólogos (...) Creo que necesitamos las orientaciones del Santo Padre como una cierta luz que nos ayuda a percibir lo que Dios nos está pidiendo (…) Lo que el Santo Padre quiere es fidelidad a la vida consagrada”.
“La cuestión que el Vaticano II quiso plantear a las órdenes religiosas es aún válida: ¿es la luz, la inspiración, que Dios dio al fundador de la orden aún hoy una fuerza viva en la orden? ¿Qué es lo que se necesita para que el núcleo de esa inspiración penetre este nuevo mundo, de modo que la orden pueda permanecer fiel a la luz que brilla a partir del fundador?”.
La aportación de la espiritualidad de los Focolares aplicada al gobierno y servicio en su nuevo oficio eclesial
“Siempre tenemos que intentar comprender el camino en el que el otro está avanzando, cómo ve las cosas, y aprender de ello. Es muy importante encontrar lo bueno en lo que el otro cree y siente, no condenarlo ni destruirlo”.
“También tenemos que reconocer que los grandes cambios en la cultura de nuestro tiempo afectan la vida religiosa. Vivimos en un mundo muy diferente a aquel en el que fuimos criados. La globalización, por ejemplo, es una realidad que no hemos logrado gobernar efectivamente. Tenemos que preguntarnos cómo un fuerte compromiso de consagración a Dios puede, en nuestro mundo, hacer felices a los hombres y a las mujeres, dado que hay tantas otras cosas en la cultura que prometen la felicidad”.