(Agencias/InfoCatólica) La histórica visita del Pontífice al Reino Unido, la primera de Estado de un papa a este país desde que Enrique VIII rompiera con la Iglesia de Roma en el año 1534, ha incluido hoy un encuentro con el mundo de la política en Westminster Hall, el lugar donde fue condenado a muerte Tomás Moro en 1535 por no abjurar de su fe católica.
Ante el primer ministro, James Cameron, y los expremieres Gordon Brown, Tony Blair, John Major y Margaret Thatcher, Benedicto XVI ha señalado que la religión “no es un problema” que los legisladores deban solucionar, sino un factor que contribuye de manera vital al debate nacional. El Papa ha denunciado que se intenta silenciar la religión en la vida pública e incluso suprimir festividades cristianas como la Navidad al considerar que “ofende” a otras religiones.
El Santo Padre pasó revista a la tradición parlamentaria del Reino Unido que se ha configurado como “una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”.
El Papa explicó que “si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común”.
Necesidad de principios éticos sólidos para la democracia
Benedicto XVI explicó luego que Santo Tomás Moro se hace actual con sus cuestionamientos sobre la ética en la vida social y civil: “si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”.
Para el Papa, la reciente crisis financiera global muestra claramente “la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. Ya que ‘toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral’, igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar”.
“Así que”, aseguró el Santo Padre, “el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación”.
“En este sentido”, señaló el Papa, “el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”.
Relación entre religión y razón
Benedicto XVI recordó que “este papel ‘corrector’ de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión”.
El Papa subrayó que este es un proceso de doble sentido: “sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana”.
“Después de todo”, aseguró el Obispo de Roma, “dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe –el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas– necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización”.
La religión no es un problema
“En otras palabras”, recalcó el Santo Padre, “la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada”.
Como ejemplo de esta postura, el Papa comentó que “hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen –paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación– que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia”.
Para Benedicto XVI “estos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional”.