Con la benignidad, la corrección fraterna, la oración de intercesión y las lágrimas

Cardenal Stafford: «Los laicos deben participar en la tarea de reconciliación que tiene la Iglesia»

Durante el Congreso «Caridad, reconciliación y dignidad humana», organizado por el Arzobispado de Lima y por Vida y Espiritualidad, asociación cultural de la Familia Sodálite y que concluyó ayer sábado, el Cardenal James Francis Stafford, Penitenciario mayor emérito del Vaticano, se refirió a la necesaria participación de los laicos en la tarea de reconciliación que tiene la Iglesia, según San Agustín. S.E.R afirmó que los laicos tienen el deber fundamental de participar en esa labor de cuatro formas concretas: «con la benignidad, la corrección fraterna, la oración de intercesión y con las lágrimas».

(Aciprensa/InfoCatólica) El Penitenciario Emérito indicó que si hiciera la pregunta "¿quién perdona los pecados en la Iglesia?" recibiría "una variedad de respuestas: Cristo, el sacerdote, la Iglesia. Todas las respuestas reflejarían un claro conocimiento de la fe católica, pero no la reflejarían en aquella plenitud que lo abraza todo, porque no incluye explícitamente a los laicos", 

Benignidad y corrección

Tras resaltar que la Iglesia es siempre reconciliadora, el Cardenal Stafford explicó el primero de estos aspectos, la benignidad, necesaria para "ejercitar la autoridad celestial" del perdón, que debe ser realizada "a pesar de las persecuciones" que puedan sufrir los cristianos. Para San Agustín, dijo luego el Purpurado, "la reforma personal precede a la reforma de la Iglesia".

Dentro de la comunidad cristiana se debe corregir al pecador con misericordia. Perdonar al pecador con paciencia y gemir por él con amor hasta que éste se enmiende y corrija sus caminos. Si todo esto falla, el cristiano que vive la benignidad, debe esperar el tiempo de la gran cosecha cuando Dios mismo separará la cizaña", añadió. "Los cristianos deben proceder mostrando la benignidad ante el hermano que yerra, dejando de lado todo lo que desagrade a los demás. La benignidad implica que el tiempo presente es un tiempo de misericordia y no de juicio, pues solo Dios juzga", dijo.

Al hablar luego del doloroso escándalo que significa para la Iglesia los abusos sexuales por parte de sacerdotes, el Cardenal explicó que "la benignidad no implica entre los laicos que deban ser pasivos o moralmente inactivos. Deben hacerle frente al problema. La benignidad podría incluir la eventual exclusión del pecador por parte del obispo, no para excluirle definitivamente, sino para esperar su conversión". La excomunión, dijo el Cardenal, "debe ser medicinal". "La unidad de la Iglesia en el mundo no puede ser olvidada por la falla de algunos hombres".

Tras explicar que San Agustín "distingue el papel de los laicos de aquel que ejercen los sacerdotes gracias a la ordenación", el Penitenciario Emérito indicó que "su papel y el de los laicos son frutos de Cristo. El ejercicio del sacerdote es el de santificar, incluyendo la corrección la disciplina. Como instrumento divino de perdón, los obispos pueden ejercitarlo mediante la excomunión eclesiástica, y la expulsión monástica", de ser el caso; mientras que "el papel de los laicos se expresa en corregir a sus hermanos".

Oración y lágrimas

El Cardenal Stafford puso como ejemplo de las lágrimas por los pecadores a Santa Mónica, quien rezó siempre por la conversión de su hijo Agustín; y señaló que esta abnegada madre "estaba convencida del poder de sus oraciones por su hijo espiritualmente muerto. Tal oración es la expresión del sacerdocio bautismal del laico". "Los justos dentro de la Iglesia están llamados a interceder por los pecadores, por aquellos que no se han arrepentido. Según San Agustín los fieles católicos son casa de oración. El cuerpo de ellos es ahora el templo que es donde estos mismos hombres imploran y escuchan a Dios".

El Cardenal Stafford afirmó luego que "la presencia de las lágrimas en medio de los fieles laicos es un signo concreto de cómo éstas liberan al pecador. En la espiritualidad del norte de África y en el norte de Italia existe una antigua tradición, de la que bebió San Agustín, que vincula las lágrimas con la conversión de los pecadores". "Tanto el penitente como los fieles en general están llamados a rezar por el don de las lágrimas. Dos siglos antes de Agustín, un africano meditaba sobre la resurrección de Lázaro como paradigma del perdón eclesial. Sutil referencia de las lágrimas de Cristo que resucitaron a Lázaro, junto las de las hermanas. Cuando vierten lágrimas por ti es Cristo quien suplica al Padre y lo que el hijo pide es siempre fácilmente obtenido", explicó.

Sobre esta misma tradición, San Agustín decía que las lágrimas penitenciales pueden acompañar la esperanza de encontrar la misericordia divina y recuerda a San Pedro quien lloró amargamente cuando traicionó a Cristo. Según el Santo Obispo de Hipona, prosiguió el Cardenal Stafford, "un cristiano laico debe llevar a cabo una cuádruple tarea en la reconciliación eclesial. Una tarea que requiere humildad e integridad, que esté listo para amonestar y corregir a los pecadores, rezar por su conversión llorar por sus propios pecados y por otros".

Finalmente el Purpurado señaló cómo el perdón de Dios "es más bien una intervención divina gratuita, una naturaleza que debe ser proclamada en la historia. El perdón es un ejercicio de la libertad de Dios. Dios ha querido libremente perdonar al hombre a través de la obediencia de Jesús, mediante el sufrimiento y la obediencia y la muerte".

Cristo, agregó el Cardenal, "ofreció su vida por nosotros. Ese evento no tenía que ocurrir, no era una necesidad de la historia. Fue la libre respuesta de Jesús a la voluntad de su Padre".

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