(Vatican.news/InfoCatólica) Lo primero que hizo Francisco al recibir a los refugiados fue mostrarles un chaleco salvavidas explicándoles que se trata del segundo que recibe como regalo. El primero – ha dicho – se lo dio hace unos años un grupo de socorristas y perteneció a una niña «que se ahogó en el Mediterráneo». Este chaleco, posteriormente Francisco lo donó a dos subsecretarios de la Sección de Migrantes y Refugiados, Departamento del Servicio Integral de Desarrollo Humano, como gesto de «compromiso ineludible de la Iglesia de salvar las vidas de los migrantes, para luego poder acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos».
El chaleco que el Papa mostró ayer, se trata de uno que le entregó otro grupo de socorristas hace solo unos días y que pertenecía – explica – «a un migrante que murió en el mar en el pasado mes de julio». «Nadie sabe quién era ni de dónde venía. Solo se sabe que su chaleco se recuperó a la deriva en el Mediterráneo central, el 3 de julio de 2019, en las coordenadas geográficas 34 * 16.518 E • 13 * 42.289».
Historias dolorosas pero reales que el Papa quiso poner de ejemplo para después recordar a todos «el compromiso indispensable de salvar cada vida humana», «un deber moral – ha puntualizado – que une a los creyentes y no creyentes».
El migrante se expone a una muerte injusta
El Papa también ha explicado que se trata de muertes causadas por la injusticia: «Sí, porque es la injusticia lo que obliga a muchos migrantes a abandonar sus tierras. Es la injusticia lo que los obliga a cruzar los desiertos y sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es la injusticia que los rechaza y los hace morir en el mar». También menciona que los socorristas le contaron como están aprendiendo de «la humanidad» de las personas que pueden salvar y como en cada misión «redescubren la belleza de ser una gran familia humana, unida en la fraternidad universal».
Nuestra indiferencia es un pecado
Al final de su discurso, el Pontífice dio gracias al Señor «por todos los que han decidido no permanecer indiferentes y hacer todo lo posible para ayudar a las víctimas» y asegura que el problema no se resuelve «bloqueando sus barcos» sino «vaciando los campos de detención en Libia». «Es necesario denunciar y enjuiciar a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones» pero también se deben dejar de lado «los intereses económicos» para enfocarse en la persona: «Debemos ayudar y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá cuentas en el momento del juicio» ha concluido.