(Gaudium Press/InfoCatólica) La isla de Guernsey, territorio autónomo situado en la Canal de La Mancha y unido a la corona británica, podría convertirse en el primer lugar de las Islas Británicas en permitir la eutanasia.
El primer ministro de la isla, Gavin St Pier, respalda un proyecto de ley, que será votado en mayo, para permitir que las personas con una enfermedad terminal, mentalmente competentes y que tengan menos de seis meses de esperanza de vida, puedan terminar la misma con la ayuda de un médico. El coste será asumido por el servicio de salud público.
Mons. Egan, a cuya diócesis pertenecen las parroquias católicas de la isla, recordó los mandamientos de «No Matarás» y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» como fundamentos de la moralidad cristiana y de la ley natural, válidos para todas las sociedades civilizadas de la Tierra. «Es por esto que la propuesta actual en Guernsey de legalizar el suicidio asistido, el llamado 'asesinato por piedad', es fundamentalmente subversiva, terrorífica y peligrosa, aunque fuera bien intencionada», expuso el Obispo.
El prelado críticó a quienes trasladan a los seres humanos el lenguaje empleado para referirse al sacrificio de animales que padecen graves condiciones de salud para poner fin a su sufrimiento. «Sería intolerable y completamente inmoral pedirle al personal personal médico, los doctores y los enfermeros dedicados a preservar la vida, que extingan la vida de otra persona humana», afirmó Mons. Egan. «No importa qué tan cuidadosamente redactadas estén las leyes; el suicidio asistido pondría a los médicos ante un dilema imposible».
«Ayudar a alguien a morir prematuramente o a cometer suicidio incluso cuando ellos lo pidan con intensidad nunca puede ser un acto de compasión. Es un pecado grave», declaró el Obispo. «No debemos caer en la tentación de aplicar soluciones rápidas o drásticas, movidos por una falsa compasión o por un criterio de eficiencia y de costo - efectividad. En su lugar necesitamos mostrar respeto, comprensión y ternura hacia los pacientes que están gravemente enfermos, de manera que el valor sagrado de su vida pueda brillar con esplendor en su sufrimiento. Los modernos cuidados paliativos, una área en la cual el Reino Unido es un líder mundial, lo permiten».
El obispo hizo un llamado a todas las personas de buena voluntad a oponerse a esta iniciativa ante la legislatura estatal y a los católicos locales a movilizarse: «Hablen en contra de esta propuesta. Nunca está permitido buscar el bien a través de medios malos». «Nosotros creemos en la vida asistida, no en la muerte asistida. La muerte no es un alivio del dolor sino el comienzo de una vida nueva resucitada con Dios, nuestro Padre y Creador», concluyó Mons. Egan. «Este futuro depende del estado de nuestra alma cuando muramos y esta perspectiva afecta con razón nuestras decisiones sobre el cuidado al final de la vida y de cómo es mejor defender la dignidad personal de un paciente. Alguien cercano al final de la vida necesita apoyo emocional, comodidad y cuidado, buen control del dolor, respeto y comunicación amable, no suicidio en una prescripción. Redoblemos nuestros esfuerzos para ofrecer este apoyo para que nadie se sienta tentado al suicidio o a una muerte acelerada».