(Alfa y Omega/InfoCatólica) Por un lado, existe el trabajo esclavo de niñas que son vendidas por su familia. Por otro, hay niños que, debido a la falta de recursos de sus padres, trabajan desde pequeños más de doce horas al día. Hay violencia y abusos sexuales, y es el origen del tráfico de niños, en su mayoría niñas.
En el centro se realiza un trabajo de sensibilización y formación de adultos, de acompañamiento, de tratamiento psicológico y educativo entre los niños. Cuenta, además, con un albergue para niñas víctimas por violación, o que han huido de sus casas.
En la actualidad, también se está trabajando en las escuelas, para prevenir, en origen, el tráfico infantil y evitar el que los niños acaben en las redes de explotación.
Claire fue entregada por la noche a unos hombres que la convirtieron en su esclava sexual. Abusaron de ella durante una semana entera. La niña tenía las manos atadas. Consiguió escapar de sus secuestradores y hoy cuenta su historia desde el centro Esperanza, sostenido por Manos Unidas y situado en Libreville, capital de Gabón. Así cuenta Claire su historia para Alfa y Omega:
Soy Claire, tengo 13 años y soy la única hija de mis padres. Mi padre es mitad guineano, mitad nigeriano y no sé a qué se dedica. Mi madre es guineana. Ella se gana la vida con la venta de alimentos. Yo nací en Guinea, pero crecí en Gabón, en una casa de acogida de una señora a la que llamo abuela, porque ella me cuidó. Mi abuela se llama Jacqueline y vive en el barrio Nzeng-Ayong.
Tenía 5 años cuando mi mamá se fue y me dejó en casa de Jacqueline. Recuerdo haber visto a papá, en la casa de adopción, viniendo a buscarme. Mamá le había prohibido que me llevara con él; desde entonces, ya no he vuelto a ver a mi padre. Al principio, mi mamá también venía a verme, pero dejó de hacerlo y ya no la he vuelto a ver más. Los vecinos me contaron que dejó de visitarme porque yo estaba enferma, pero no sé de qué enfermedad se trataba.
En la casa de la abuela había momentos en que me sentía bien. En otros, me sentía extraña por la manera en que empezó a tratarme. Me decía que mi madre había huido, que era incapaz de cuidarme y que ésa no era mi casa. Me trataba como a un animal, todos los días tenía lesiones. A pesar de cómo me trataba, me apuntó a la escuela. No pude terminar ni siquiera mi primer año escolar, porque me hizo la vida muy difícil. A veces, traía policías para torturarme y ver cómo reaccionaba… Realmente fue un infierno. Yo trabajaba duro y lloraba todo el tiempo, pero a ella no le importaba.
De vez en cuando, venían a visitarme tres tías maternas, que se pasaban por casa de Jacqueline cuando venían a Gabón, pero no era suficiente. Ellas no tenían los medios para llevarme lejos de la casa de acogida. En cuanto mis tías salían por la puerta, la abuela me insultaba. También las insultaba a ellas, así que nunca más volvieron a visitarme.
Un día, la abuela me dijo que fuera a por bebidas. Era de noche y le pregunté: ¿Por qué me envías sola de noche? Ella insistió violentamente. Me fui, entonces, acompañada por tres hombres con los que ella había estado hablando durante mucho tiempo. No les conocía de nada, pero al ver la violencia con la que me hablaba, tuve miedo y no quise decir nada. Obedecí y me fui con aquellos hombres. Cuando llegamos a su casa, cogieron el dinero que llevaba para las bebidas y se lo enviaron a mi madre. A mí me obligaron a quedarme.
Después de secuestrarme, los tres hombres abusaron de mí durante una semana entera. Yo tenía las manos atadas. Conseguí escaparme y fui a refugiarme a casa de mi abuela. Los tres secuestradores fueron a amenazar a Jacqueline y se produjo una trifulca con mi tío Antoine. Al final de la pelea, mi tío fue a presentar una denuncia en el Tribunal de Libreville en la jurisdicción de menores.
Ahora estamos a la espera de que las autoridades atrapen al tercer delincuente, y que la justicia dicte sentencia. El juez de menores me ha asignado un alojamiento provisional en el centro de acogida Esperanza, en el que vivo desde el pasado 30 de julio de 2014. Llegué al centro a las 14:30 h. Me siento muy bien desde que estoy en el centro. El tiempo que paso aquí me está ayudando a superar mis problemas. Aquí tengo todo lo necesario para sobrevivir. Estoy sana, ya no estoy siempre enferma como antes. Duermo en buenas condiciones, como bien y disfruto de la compañía y las clases.
La verdad es que me siento muy bien. En el futuro, me gustaría ser profesora para cuidar de los niños, o policía para que pueda defender también a otros niños.
Claire