(Portaluz/InfoCatólica) Lo afirma no sólo la Iglesia y organizaciones pro vida; lo indican denuncias recientes de medios científicos y líderes políticos. También lo confirman mujeres como Brittany Rotz quien entregó su hija en adopción, la psicóloga chilena Marta Hermosilla quien optó por ser madre adoptiva o Jaime Pallares que es un hijo adoptado.
Tres protagonistas… la mujer en conflicto con su embarazo, los potenciales padres que desean adoptar y el ser humano que podría haber sido eliminado ya en etapa embrionaria y que –como Jaime lo expresará- agradece se le haya permitido vivir y ser adoptado, tal como lo vivió Moisés miles de años atrás…
Adoptar, opción por la vida y el amor
Mostrando cuál es la profunda unidad en el amor que enlaza a los actos de procreación y adopción, el Catecismo de la Iglesia Católica señala en su número 2378: «El hijo no es un derecho sino un don». El texto, que obliga a los católicos, apunta a que se procrea y se adopta para amar, efectivamente, al hijo; el cual no puede ser visto o vivido como propiedad…
Previo en la historia se encuentra el pasaje de los evangelios en que Jesús, a instantes de su muerte, establece una ‘adopción’ entre el apóstol Juan y su madre, la Santísima Virgen María. A uno y a la otra les confirma como hijo y como madre; en ese acto -al decir de teólogos y maestros de espiritualidad católicos- se confirma el vínculo de ‘adopción’ entre toda la humanidad -representada por Juan- y su propia madre (Jn. 19, 26-27).
Luego será el apóstol Pablo quien tomará el concepto de ‘adopción’ (Efesios 1,5; Gálatas 4,5) para señalar que el ser hijos de Dios es un ‘don’ que recibe todo ser humano a través de la redención dada en Cristo.
Esa conciencia del amar señalada en el Nuevo Testamento y recogida por el Magisterio de la iglesia fue la que movió a Teresa de Calcuta y miles más como ella, sacerdotes, religiosas, laicos, a promover la adopción como la alternativa al aborto, el abandono y la fecundación asistida…
Fecundación In Vitro… Holocausto silencioso
El año 1987, el entonces cardenal Ratzinger, se pronunció, en coherencia al evangelio, respecto de los derechos y dignidad que asisten al embrión humano, como la dignidad del acto procreativo y por tanto las implicancias que ello importa (ver documento).
El paso de los años mostraría que el anhelo por ser padres y el afán absolutista de la ciencia, han aplastado los derechos del ser humano en su estadio como embrión. Por ello, en el N° 75 de la Encíclica Caritas in Veritate el mismo papa Benedicto XVI sentenció: «La fecundación in vitro, la investigación con embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana nacen y se promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree haber desvelado cualquier misterio, puesto que se ha llegado ya a la raíz de la vida… A la plaga difusa, trágica, del aborto, podría añadirse en el futuro, aunque ya subrepticiamente in nuce, una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos.»
Cuando a comienzos de 2013 el diario inglés Daily Mail publicó las declaraciones del ministro de salud de Gran Bretaña, Earl Howe, reconociendo que –en la última década- 1,7 millones de embriones humanos han sido destruidos en el proceso de fertilización asistida, expuso un auténtico holocausto de la humanidad. Se confirmaba así el peor de los escenarios advertido por la Iglesia.
Para satisfacer el sueño de tener un hijo, que fuere además ‘saludable’, las posibilidades que la fertilización asistida y técnicas asociadas hoy ofrecen, pueden ser sorprendentes. Claro, nadie le dice a la futura ‘madre’ que ‘producir’ así un ser humano puede involucrar la sentencia de muerte para muchos otros… Es lo que nuevamente quedó al descubierto en una denuncia realizada por Life News esta semana…
«Impactante informe revela que científicos crearon 17 bebés combinando en los embriones material genético de tres padres». La frase citada corresponde al titular de la noticia difundida esta semana por Steven Ertelt de Life News (USA).
La denuncia del periodista expone que esos 17 seres humanos fueron creados como embriones a partir del ‘material» aportado por dos mujeres y un hombre… «buscando -se decía- prevenir riesgos para su vida futura». El resultado es que cada uno de esos 17, hoy adolescentes, así producidos, lleva algo de material genético de tres personas diferentes. Se ha confirmado, según informa The Independent esta semana, pues «una clínica privada de fertilidad está hoy investigando la salud de estos 17 adolescentes».
Esta particular técnica que busca satisfacer el sueño de concebir un hijo… asegurando además que sea ‘saludable’, involucra consecuencias bioéticas, legales y un fondo eugenésico según afirma el médico inglés Peter Saunders… «No se trata de encontrar una cura. Se trata de evitar que las personas con MCD (enfermedad mitocondrial) sigan naciendo», afirma categórico.
Saunders agrega también que estas técnicas implican una «cosecha de óvulos que es riesgosa e invasiva para las mujeres donantes». Y nada asegura el éxito posterior de la fecundación, de la anidación del embrión «seleccionado» por sus cualidades biológicas.
«¿Cuántos estudiantes cargados de deudas o mujeres infértiles desesperadas serán explotadas?... ¿Cuántos miles de embriones humanos serán destruidos?», pregunta el profesional inglés.
Otro caso que cuestiona las técnicas de reproducción asistida ocurrió durante 2013 en Italia y fue dado a conocer a comienzos de agosto por el periódico La Stampa. Los hechos son que el embrión obtenido por fecundación in vitro de una madre, le fue implantado –«por error»- a otra y el de ésta a la primera. Las consecuencias han sido trágicas puesto que uno de los bebés murió por aborto espontáneo y hoy dos madres se disputan legalmente al bebé vivo. «Es el tipo de situación susceptible de ocurrir cuando tienes una vida humana realizándose y guardándose en el laboratorio», comentó al medio digital Aciprensa Brendan Foht editora de la revista de bioética La Nueva Atlántida.
Tres vidas y un encuentro
La psicóloga Marta Hermosilla saltó a la escena pública cuando en 1991 publicó junto a dos colegas el libro «El proceso de ser padres adoptivos». Valiosa obra de referencia para padres que deciden adoptar. Pocos conocían entonces que Marta era protagonista de aquello que el libro refiere. Recién el año 2013 lo hizo público en un video señalando… «Yo adopté hace 36 años mi primera hija… Es maravilloso tener un hijo, sobre todo cuando se le ha esperado con ansias, cuando no ha venido, cuando el no tenerlo ha sido una frustración de la cual hay que recuperarse…», señala esta profesional.
Para Marta el ser madre adoptiva es un auténtico don, tal cual lo cuenta en la revista Adopción y Familia: «La adopción es un maravilloso encuentro, en el cual las instituciones y las personas que en ellas trabajan, son meros instrumentos que lo facilitan, pero lo esencial es que los hijos vienen de Dios, sean adoptivos o biológicos, y si se tiene fe y esperanza, el hijo encontrará la manera… de llegar a sus padres.»
Brittany Rotz era otra chica adolescente americana que enfrentaba un embarazo no deseado. Pero descubriría feliz y orgullosa su capacidad de enfrentar las mentiras de un sistema pro aborto. «Ellos merecen vivir y sentir latir su corazón, las emociones del amar y ser amados. Desechar a un inocente, ese indefenso milagro de vida, es lo peor que uno puede hacer», sentencia rotunda esta activista cuya historia fue publicada en Portaluz hace algunos meses…
Junto a Michael, su novio y padre de la bebé, investigaron todas las posibilidades que existían antes de tomar una decisión definitiva sobre lo que debían hacer. «Sí, pensamos en abortar a nuestra hija -recuerda la joven- pero había en mi corazón un sentimiento que no puedo describir y me hizo decir «no» al aborto...». «Fui yo quien cometió el error, no mi hija. Tuve que asumir la responsabilidad de mis acciones, y abortar mi pequeño milagro no era precisamente tomar responsabilidad, sino que deshacerme de «eso», tomando el camino más fácil… Nosotros no íbamos a ser capaces de dar a nuestra hija la vida que se merecía. Tomamos entonces la decisión de ponerla en adopción», señala emocionada
Jaime Pallares Crespo desconoce el contexto en que fue gestado o las razones por las cuales lo entregaron en adopción. Él agradece en estas líneas a su madre biológica no haberlo abortado…. «No la juzgo por las circunstancias que debió pasar. No la conocí. Sin embargo, mi corazón siempre ha sentido que debió ser una mujer buena, que sintió amor por el ser que estaba creciendo en sus entrañas y que tuvo ilusión por su nacimiento».
Testigo privilegiado del don de la vida, Jaime comparte su testimonio para el portal Vida Humana y narra que en una etapa de la vida «supe que mi madre vivía en la provincia ecuatoriana de Loja y mi adopción se dio en la ciudad de Cuenca, en el mes de mayo de 1972, cuando apenas tenía quince días de nacido».
En ese momento, en la ciudad de Quito, Jaime y María Eugenia, sus padres adoptivos, llevaban cuatro años intentando concebir hijos. «Seguramente sintieron nervios y temores; sin embargo, mi papá no tuvo dudas… mis papis entendieron plenamente el significado de una decisión basada en el amor, ya que me lo han demostrado con el corazón, con las decisiones y con los hechos del día a día, a lo largo de toda una vida… Mis padres, en el tiempo justo, me dijeron la verdad de mi adopción. Desde que tuve uso de conciencia supe que fui adoptado, y supe también de la adopción de mi amada hermana Andrea… Mi vida es un testimonio de gratitud permanente a Dios por crearme y darme la posibilidad de cumplir una misión en esta vida, a mis progenitores por permitirme nacer y a mis padres adoptivos por acogerme y amarme».