(Libertad Digital) La palabra "linchamiento" es utilizada claramente en los informes policiales para definir la tensa situación generada a raíz de la actitud violenta de los proetarras. El escaso dispositivo policial consiguió, no obstante, resolver la situación, según El Mundo. A pesar de todo, tres agentes resultaron heridos de diversa consideración.
Aitor Torrea, el preso custodiado el día 11, está encarcelado por formar parte de la estructura de la organización etarra Segi en la prisión de Pamplona. Torrea obtuvo un permiso para acudir al funeral por su padre, un proceder habitual. Detenido hace un año por pertenencia a la citada organización, y por haber participado en no menos de una treintena de episodios de violencia callejera, él y otros cinco detenidos en una operación de la Guardia Civil en Burlada, Navarra, ingresaron en prisión por el entonces juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo. Por motivos humanitarios, se permite la asistencia de los internos a los sepelios de sus seres cercanos, aunque lo hacen escoltados por policías debido al riesgo de fuga.
Torrea fue trasladado desde la prisión de Pamplona hasta la iglesia de San Blas, donde se oficiaba el funeral, según informa El Mundo. En el dispositivo formó parte también un segundo vehículo, también de la Policía Nacional. Al llegar a la iglesia vieron que había mucha gente (unas 300 personas, según fuentes policiales) y se pidieron refuerzos ante cualquier posible eventualidad que pudiera producirse, incluso dentro de la propia iglesia. Y hasta allí se desplazaron otros cinco agentes de las Unidades de Intervención Policial: en total, una decena de policías.
Al finalizar los actos religiosos, según informa El Mundo, fue el propio etarra el que dio el pistoletazo de salida a los hechos. Sin tener en consideración el carácter religioso del oficio por su propio padre, comenzó a lanzar consignas a favor de ETA cuando aún estaba junto al altar. "Gora ETA", "Gora Euskal Herria askatuta". En ese momento, cerca de un centenar de personas corrieron hacia el preso y los agentes que lo custodiaban, que fueron empujados, zarandeados, y acabaron encajando todo tipo de golpes. Pese a la enorme diferencia numérica, los policías lograron sobreponerse y salir de la iglesia con el prisionero, que fue introducido en el vehículo policial. El coche sufrió graves desperfectos por los golpes de los proetarras.
Tres agentes resultaron heridos durante la operación, y a fecha del viernes 24 de octubre todavía continuaban dados de baja. Desde la Jefatura Superior de Policía de Navarra se han remitido las diligencias a los juzgados por entender que el etarrra ha podido comentar un delito de apología del terrorismo. Días después, el acusado fue puesto en libertad al entender la Audiencia Nacional que su "riesgo de fuga" se había reducido, aunque su acusación de pertenecer a Seguí y de haber intervenido en episodios de violencia callejera sigue viva.