(Zenit/InfoCatólica*) No sólo la religión tiene espacio en la plaza pública, sino que una democracia necesita las aportaciones de la moral y de las convicciones religiosas para seguir siendo sana y fuerte, afirma el arzobispo de Denver. Sacar la religión del juego, añade monseñor Charles Chaput, autor del libro recién publicado "Render Unto Caesar: Serving the Nation by Living Our Catholic Beliefs in Political Life" (Dar al César: Servir a la Nación viviendo nuestras Creencias Católicas en la Vida Pública), es la forma más rápida de destruir una democracia.
En esta entrevista con ZENIT, monseñor Chaput habla sobre las ideas planteadas en su libro sobre los católicos y la política, y comenta lo que cree que son los temas importantes para los votantes estadounidenses en las elecciones presidenciales de este noviembre.
--El catolicismo en la vida pública de Estados Unidos ha tenido un largo y complicado viaje, y usted afirma que los católicos tienen mucho que ofrecer al proceso político, pero que con demasiada frecuencia mantienen sus creencias y convicciones separadas de su actividad política. ¿Por qué es así?
--Los católicos han sido siempre una minoría en Estados Unidos, y siempre ha sido real en este país el prejuicio contra los católicos, incluso antes de su fundación. Algunas discriminaciones han sido indirectas y corteses. Sólo en ocasiones ha tomado formas más vulgares de discriminación económica y política, y fanatismo mediático. De cualquier forma, el prejuicio siempre alimenta el apetito de una minoría de ser aceptada, lograr ser asimilada, y los católicos norteamericanos hacen esto extraordinariamente bien - de hecho, demasiado bien.
Bajo la excusa de ser buenos ciudadanos, a muchos católicos se les ha vendido la muy errónea idea de la "separación de la Iglesia y el estado". Los católicos norteamericanos siempre han apoyado el principio de mantener la autoridad religiosa y civil por separado.
Nadie quiere una teocracia, y muchos de los medios que han estado amenzando con el espectro del "fundamentalismo cristiano", lo hacen sólo como una forma especialmente ofensiva de meter miedo. La Iglesia no pretende dirigir el estado. Tampoco queremos que el estado interfiera en nuestras creencias y prácticas religiosas - que, sinceramente, es un problema hoy mucho mayor.
Separar la Iglesia y el estado no significa separar temas de fe y temas políticos. El verdadero pluralismo requiere un sano conflicto de ideas. De hecho, la mejor forma de acabar con la democracia es que la gente separe sus convicciones religiosas y morales de su toma de decisiones política. Si la gente cree de verdad en algo, actuarán siempre sobre ello como materia de conciencia. De otra forma sólo se están mintiendo a sí mismos. Por ello la idea de forzar a la religión a salir de los debates de política pública no es sólo poco inteligente, es antidemocrática.
--Un capítulo del libro se dedica a santo Tomás Moro. En el mismo capítulo menciona a John F. Kennedy, el primer presidente católico de Estados Unidos. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre estos dos líderes políticos católicos?
--Como digo en el libro, debemos ser cuidadosos a la hora de dibujar una paralelismo excesivamente cercano entre la situación de Moro y los problemas a los que hacen frente los funcionarios públicos norteamericanos. Pero Moro y su amigo John Fisher permanecen tan vivos en nuestras memorias por una razón. Conservaron su integridad a cualquier coste, incluidas sus vidas. Pusieron a Dios antes que al César.
En cuanto a Kennedy es necesario recordar el contexto de su campaña de 1960. Kennedy tenía mucho talento y coraje, pero también tenía que superar 200 años de suspicacia protestante inculcada.
Desgraciadamente, apoyando estos temores protestantes, creó un nuevo y muy dañado modelo católico de separación del servicio público de la convicción privada. Actuaba con buena voluntad, y por supuesto no podía ver el futuro - pero hizo mucho daño. Durante los últimos 40 años, su ejemplo ha guiado a cada funcionario público católico, que "personalmente se opone" a cierto mal grave, pero que no quiere hacer nada al respecto. Todavía estamos sufriendo los efectos.
--También observa que la nueva cultura de los medios ha creado un ambiente para el debate público en el que el "mercado serio de ideas" es reemplazado por los eslóganes. ¿Cómo pueden actuar en este ambiente los políticos católicos?
--No hay una respuesta fácil a esto. Los católicos norteamericanos necesitan tener una actitud mucho más crítica hacia los medios de comunicación, incluyendo las empresas de dichos medios. En el periodismo, por ejemplo, trabajan muchas personas buenas. Pero la imagen de la realidad informada por los medios de noticias siempre está coloreada por al menos tres cosas: la tecnología del medio, la necesidad de obtener beneficio y el sesgo ideológico de la organización.
Lo que vemos y oímos sobre información política suele ser una versión sesgada de los hechos. Los ciudadanos individuales necesitan estar alerta sobre cómo los medios agudizan los apetitos públicos y moldean nuestras opiniones. Y los políticos católicos necesitan aprender cómo usar los medios - de forma honesta, por supuesto - y cómo no ser utilizados por ellos.
--¿Espera que su libro, publicado meses antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, tenga de alguna forma impacto en el proceso electoral?
--Terminé el texto en julio del año pasado y lo estuve revisando hasta noviembre. Quería que el libro apareciera en marzo de este año para que hubiera espacio entre él y el periodo de campaña. Pero el editor tomó esas decisiones.
No es mi intención, ni en el libro ni en cualquier otro medio, decir a la gente cómo votar. No endoso candidatos, no uso un código de lenguaje para lograr que a la gente le guste o le disguste un partido político. Esa no es la labor de un pastor.
La gente necesita votar en conciencia. Pero la "conciencia" no aparece milagrosamente de la nada; no es un tema de opinión personal o preferencia privada. La conciencia siempre se basa en una verdad mayor que nosotros mismos. La gente que dice que es católica necesita ser honesta consigo misma y con la comunidad creyente. Necesita actuar verdaderamente como "católicos" en privado y en público, y eso incluye la forma en que toman sus decisiones políticas. Y es precisamente la labor de un pastor enseñar a los católicos su fe y animarlos a aplicarla.
--En este año de elecciones parece que habrá más debate sobre los "grandes" temas sociales que los católicos deberían considerar al votar. ¿Cómo ve esta tendencia? ¿Y cuáles ve usted que son los temas principales a los que se enfrentan los votantes católicos este noviembre?
--La enseñanza moral de la Iglesia no cambia, sea año de elecciones o no. Nos enfrentamos a un montón de temas importantes este otoño: la economía, la reforma de la inmigración, la guerra de Irak. Son urgentes y apremiantes, pero no puede utilizarse como una excusa para ignorar al niño no nacido.
No importa cuánto queramos taparlo con el debate sobre los "grandes temas sociales", la lucha contra el aborto sigue siendo un tema social fundamental de nuestro tiempo. No hay forma de esquivar los ingresos que genera, la brutalidad y la injusticia del aborto con un lenguaje piadoso o gestos teatrales. El aborto es un homicidio legalizado. Tiene que parar. Cualquier otro derecho depende del derecho a la vida.
--El libro está escrito principalmente para los lectores de Estados Unidos puesto que directamente habla de la Iglesia en Estados Unidos. ¿Qué puede obtener del libro los lectores de fuera del país?
--Todos los católicos, dondequiera que vivan, en el país que sea, necesitan recordar que primero somos ciudadanos del cielo. Ese es nuestro hogar. Servimos mejor a nuestra nación en este mundo viviendo nuestra fe católica plena y auténticamente, y aportando nuestro testimonio católico sobre la dignidad humana de forma vigorosa a la vida política de nuestra nación.
Es necesario que dejemos de estar avergonzados de hablar y trabajar por la verdad. Podemos ser discípulos, o podemos ser cobardes. En el mundo de hoy, no hay sitio para nada más. Es necesario que elijamos.