(RV/InfoCatólica) “Los monasterios tienen en el mundo una función muy preciosa, diría indispensable“, destacó Benedicto XVI, añadiendo que “si en la Edad Media fueron centros de bonificación de los territorios pantanosos, hoy sirven para ‘bonificar’ el ambiente en otro sentido. En efecto, algunas veces, el clima que se respira en nuestras sociedades no es salubre. Está contaminado por una mentalidad que no es cristiana. En este clima no sólo se margina a Dios, sino también al prójimo, y no hay empeño en favor del bien común. Mientras que, por su parte, el monasterio es modelo de una sociedad que coloca en el centro a Dios y la relación fraterna, que tanto necesitamos también en nuestro tiempo“.
En su saludo a los amigos de Serra San Bruno, Benedicto XVI les recordó que “el privilegio de tener cerca esta Cartuja es una responsabilidad“. Alentándolos a “atesorar la gran tradición espiritual de este lugar y a procurar ponerla en práctica en la vida cotidiana, con el amparo de la Virgen María y de San Bruno“.
Abandonar todo lo que impide la comunión con Dios
Refiriéndose a la espiritualidad de estos monjes, el Santo Padre glosó una frase de la carta que su Fundador dirigió al Preboste Rodolfo de Reims en la que escribía: “Abandonar las realidades fugaces y tratar de aferrar lo eterno“. Y explicó que en esta expresión está “el núcleo de su espiritualidad“; a saber: el “fuerte deseo de entrar en unión de vida con Dios, “abandonando todo lo demás, todo lo que impide esta comunión y dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios, para vivir sólo de este amor“.
Por esta razón, el Papa no dudó en decirles a estos queridos hermanos que han “encontrado el tesoro escondido, la perla de gran valor“ (Cfr. Mt 13,44-46); y que han respondido “con radicalidad a la invitación de Jesús: ‘¡Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme!’“ (Mt 19, 21).