S. Claudio de la Colombiere: un jesuita brillante pero incomprendido
S. Claudio de la Colombiere (1641-1682) sufrió las incomprensiones de los que le rodeaban desde que comenzó su vida religiosa, a pesar de que se notaba su gran inteligencia. ¡Qué bien podía apreciar por las calumnias que sufrió en vida que el Señor mirara en el Evangelio del 6o. domingo de tiempo ordinario a un leproso: “sintiendo lástima” (Mc. 1, 41)! Marginado como el leproso, buscaba en el compasivo Sagrado Corazón de Jesús todo su consuelo, como demuestra su “Acto de confianza en Dios” (incluido al final de este artículo).
Destacó en el noviciado y por eso fue mandado como preceptor de los hijos de Colbert, el ministro de Tesoro de Luis XIV, pero encontraron un epigrama contra ese ministro entre escritos que guardaba por cualidades literarios en un cuaderno. No creyeron su falta de malicia y tuvo que volver a Lyon.
Poco después de comenzar su tercera probación fue admitido a los votos solemnes y mandado como superior al colegio de Paray-le-Monial en 1675, donde fundó una congregación mariana para nobles y profesionales para hacer frente a los protestantes. Allí conoció a Sta. Margarita María de Alacoque, una vidente del Sagrado Corazón de Jesús que muchos consideraban engañada por el demonio, pero a quien el santo creía y defendía, propagando la devoción al Sagrado Corazón.El Señor le había dicho a la santa que el santo era el siervo fiel que le mandaba, pero aun así sentía una gran aversión a confesarse con él. Cuando se lo dijo, respondió el santo que estaba contento de poder darle la oportunidad de ofrecer un sacrificio al Señor, porque venciéndose ella de ese sentimiento, podía cumplir el mandato de Jesús: ‘El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo’, lo cual le ayudó a la santa a superarse.
Dice la santa que S. Claudio: “tuvo que sufrir mucho por causa mía. Decíase que yo pretendía engañarle con mis ilusiones. Pero él no se preocupaba de habladurías, y no dejó de ayudarme en el corto tiempo que estuvo en la ciudad, y siempre ha continuado ayudándome.”
Por obediencia se fue de allí con el cargo de capellán de la duquesa de York en inglaterra, que era católica. Muchos no se explicaban su vida austera en el palacio (ni siquiera subía a los balcones para ver la vista), pero su ejemplo y sus sermones conseguían tantas conversiones que por las calumnias de un sacerdote apóstata (a quien había intentado ayudar) le encarcelaron en 1578 por convertir a ingleses y fundar un convento en Londres.
Tras la intervención de Luis XIV se salvó del martirio y volvió a Francia a comienzos de 1679 muy débil de salud, con fiebre y dolor de riñones por su tiempo en la prisión. Le mandaron a Lyon y a Paray-le-Monial para recuperarse, pero Sta. Margarita María de Alacoque le escribió que el Señor le había revelado que en Paray-le-Monial quería el sacrificio de su vida. Allí murió a los 41 años.
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Acto de Confianza en Dios por S. Claudio de la Colombiere
Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea. (www.corazones.org)
Pregunta del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Se ha sentido incomprendido alguna vez? ¿Cómo superó esa prueba de su fe?
Mañana: La oración de petición – “suplicándole” (Mc. 1, 40)
14 comentarios
Mirando al Señor en la Cruz.
Pidiendo,y obteniendo, la compañía amorosa de María,Nuestra Madre.
Aceptando la humillación,por gracia de Dios, como consecuencia propia del seguimiento del Señor y la configuración de mi persona con la persona de Xto.
"No puede ser discípulo de distinta condición que el Maestro".
God bless you
"¿Me preguntas a quién le llamo impuro? Al que busca la alabanza humana, al que predica el Evangelio por lucro, al que evangeliza para comer, al que considera la piedad como un negocio, al que no trabaja buscando el fruto sino el salario. Éstos son impuros; y los que por su impureza no pueden ver la verdad, se inventan razones para hablar de ella. ¿ por qué os precipitáis? ¿Por qué no esperáis a la luz? ¿por qué os atrevéis a hacer obras de luz antes de que salga la luz? Es inútil que os levantéis antes de amanecer (Sal 126,2)...."
S. Francisco de Sales, nos enseña que la "lepra" de La Sagrada Escritura, no es otra cosa que la AVARICIA, enfermedad bastante más común en el hombre de hoy, y en el de antes, que la lepra; y además se refiere al alma como es propio en el Evangelio. Pues en cuatro homilías que he oído hoy, no ha sido posible que el sacerdote hiciera referencia a ésta lepra espiritual que nos agobia a todos, a unos más a otros menos.
Anoche, oyendo un estupendo programa de Radio María, los oyentes mas bien se quejaban y digamos se dolían, de la sequía intelectual y del rollito facilón que adolece el catolicismo actual.
Hoy no andamos sobrados de jesuítas de la calidad de S. Claudio de la Colombiere. Menos mal que con los libros vamos juntando retazos para darle coherencia intelectual y espíritu a las palabras que oimos cada día; pero claro, de ésta manera la evangelización es más lenta, y tal vez, no llegue a todos como es debido, lo cual me apena mucho, pues se pierde mucho tiempo. Y como no puede ser de otra manera lo siento especialmente por mí. Yo, sí, como S. Claudio sólo tengo esperanza y, en la Misericordia de Nuestro Señor confío, pues no tengo prendas personales de ninguna clase que valgan.
En cuanto a lo de sentirse comprendido o no; no creo que podamos decir que ésta cuestión tiene entidad como para que sea una prueba para la Fe. Hay otras cosas que son bastante más gordas que ésa.
Contemporáneo de S. Claudio, jesuíta y genial fue nuestro Baltasar Gracián; también tuvo muchos problemas con sus compañeros de profesión. La culpa, como nos enseñó Fr. Luis de León es de la ignorancia y la envidia; y parece que están en el mundo para quedarse; Así que, untémonos con un poquito de paciencia, no se ha inventado otro unguento mejor que valga
Saludos a todos
"Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa..." (Mt. 5, 11-12)
Pues en las homilías que he oído sobre este evangelio (sólo oí una hoy) suelo oir predicar sobre la lepra del pecado. Siempre aprecio el tiempo que dedican los sacerdotes a sus homilías [Me impresionó, por ejemplo, que el P. Tomás de la Torre mencionó en un artículo que comienza los lunes y continúa esa labor a lo largo de la semana.] Me gusta pensar que cada uno hace lo que puede con lo que el Señor le ha concedido. Sé que no hace falta ser un gran intelectual para convertir a las almas, que la vida espiritual centrada en la oración es lo más importante, según lo que leo sobre los santos.
Eso dicho, también me apena mucho cuando oigo alguna homilía en la que el sacerdote habla mucho sobre el pozo, digamos, sin dar de beber a las almas sedientas, lo contrario de lo que hacía S. Claudio.
Algunas citas de "Antología" por Francisco Fernández Carvajal (Ver "Predicación"):
"Si no arde el ministro de la Palabra, no enciende al que le predica" (S. Agustín)
"Así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber sido adoctrinados" (S. Gregorio Magno, Regla pastoral,2).
"Es difícil averiguar por culpa de quién deja de llegar al pueblo la palabra del predicador; pero, en cambio, fácilmente se ve cómo el silencio del predicador perjudica siempre al pueblo y, algunas veces, incluso al mismo predicador" (S. Gregorio Magno, Hom. 17 sobre los Evang. ).
Predicó en Kagashima, Hirado, Yamaguchi, Miyako (Kioto), Funai [No conozco esos lugares, pero quizás le suenan a usted]. He leído que en Japón cambió la palabra que usaba al principio para referirse a Dios (Dainichi), porque no se ajustaba al concepto cristiano de un Dios personal.
Los japoneses discutían largo rato con él y sus compañeros y el santo comentó que los que más pega le daban y más discutían con ellos resultaron ser los primeros en convertirse y los más fieles una vez convertidos. O sea que, ¡mucho ánimo! y acuérdese por favor de los que pasamos por aquí en sus oraciones, como me acordaré de usted en las mías.
Nada que perdonar.Solo quería aclarar que la situación de "incomprensión", también la vivo en el momento presente.
TODO ES GRACIA.
God bless you
¡Cuántas personas, entonces, rezarán también por nosotros sin que lo sepamos en este mundo! Me ha sorprendido muchas veces ver cómo los que más antipatía me mostraban en alguna ocasión u otra eran los que mejor me trataban años después.
Un contemporáneo de S. Claudio, el escolapio S. Pompilio Maria Pirrotti, fue también perseguido por las mismas ideas y las mismas autoridades eclesiásticas, aunque en Nápoles. El jansenismo fue triunfante en ambos casos. La idea de la justicia divina, prevaleciendo sobre su misericordia, alejaba los fieles de los sacramentos y, por tanto, de la fuente instituida por Cristo para su santificación. Fue necesaria una revelación divina para que las cosas volvieran a su origen. En el mundo moderno será la idea de justicia social la que se imponga sobre la caridad, aunque el Papa actual presente la caridad como opus primum Ecclesiae..
Sobre S Pompilio, un santo milagrero como pocos, solo diré dos anécdotas entre muchas: solía saludar a una estatua de la Virgen, diciendo: "Ave, María" y la "Mamma" como él la llamaba le respondía: "Ave, Pompilio". Era frecuente su contacto con las almas del purgatorio de las que era muy devoto y que varias veces se le aparecieron.
Hubo un caso de bilocación cuando impidió que una devota suya, a quien dirigía en la confesión, fuese matada por el marido que la amenazaba con un cuchillo. Fue un hecho inusitado dentro de la tradición católica. La mujer lo invocó gritando: "¡Padre Pompilo, ayúdeme!" Y el santo, que estaba en ese momento predicando, quedó en éxtasis y agarró la mano del marido impidiendo el asesinato. Fueron unos instantes hasta que continuó el sermón.
Murió prácticamente víctima del confesionario en que pasaba largas horas. Sintiéndose mal fue llevado a su celda y no quiso dormir en la cama. Sentado en una silla, y abrazando el crucifijo murió santamente el 15 de julio de 1776.
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