De mal humor pero aparentando alegría: ¿virtud o hipocresía?
Miguel Serrano Cabeza comentó en el artículo anterior que “la verdadera pedagogía [es] la del amor, que siempre es respetuoso, humilde, firme y veraz”, lo cual mostró la Virgen María en sus apariciones a Sta. Bernadette. Como madre, me pregunto si siempre actúo así con mis hijos, y la verdad es que no siempre muestro ese amor que describe S. Pablo:
“El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.” (1 Cor. 13, 4-8).
Si el amor es veraz, entonces ¿por qué sería virtud mostrarse alegre cuando en el fondo uno se sienta mal? ¿No sería eso una mentira? ¿Por qué aparentar alegría a los demás aún cuando uno no se sienta bien?
1) Sta. Teresa de Jesús recomendaba no quejarse de males livianos porque: “Cuando es grave el mal, él mismo se queja; es otro quejido y luego se parece". (Camino de perfección 11,1). La fiebre de la suegra de Pedro era tal que otros pidieron por ella al Señor. “Tan pronto como ruegan al Salvador, cura Él espontáneamente a los enfermos. De este modo muestra que las pasiones y los vicios se mitigan siempre con los ruegos de los fieles, y que a veces da a entender a los mismos lo que no entienden absolutamente.” (S. Beda)
2) La fiebre representa para S. Beda nuestras pasiones y vicios, de las cuales nos cura el Señor. Añade Sto. Tomás de Aquino: “Tiene fiebre el que se irrita, puesto que por la ira muestra desenfrenadamente las manos. Pero si detiene la razón su mano, se levanta y de este modo le sirve.” (Sto. Tomás de Aquino, Catena Aurea) Debemos, pues, combatir nuestras irritaciones y malestares porque no pueden expresarse de manera razonable ya que nos ciegan e instigan el pecado, que nace del demonio, padre de la mentira.
3) No es lo mismo sentir que consentir. Por eso, cuando nos mostramos alegres luchamos el sentimiento de mal humor, por ejemplo, y damos a entender que de verdad no consentimos al pecado sino al amor cuya descripción leímos al principio de este artículo.
4) A continuación de esa descripción explica S. Pablo: “Cuando yo era niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías.” (1 Cor. 13, 9-12) Hay una etapa infantil que en los Estados Unidos se llama “the terrible twos”, refiriéndose a la terrible rebeldía de los niños de dos años. Son una ilustración perfecta de lo que debemos dominar para llegar a ser adultos. La gran mentira sería portarse como niños cuando somos adultos.
5) Dice además S. Pablo: “Al presente conozco sólo parcialmente, pero entonces conoceré como soy conocido.” (1 Cor. 13, 12) Si nuestras irritaciones y malestares son parte de lo que experimentamos, no son esas cosas negativas parte de la realidad de lo que somos en totalidad, lo que Dios vió que era bueno cuando nos creó. Ocultar malestares por Caridad no es mentir, sino mostrar que somos de verdad hijos de Dios.
6) La verdad es que “Dios quiere que tu miseria sea el trono de su misericordia, y tu impotencia la sede de todo su poder” (S. Francisco de Sales). Él entró en casa de la suegra de S. Pedro [en la ilustración] y le tomó la mano. Nos extiende Su mano también porque sabe que “No hay pecado en el mundo que el hombre no pueda cometer si la mano que hizo al hombre dejara de sostenerlo” (S. Agustín, Soliloquio, I 1). Mostrar mal humor es negar esa verdad de la ayuda que Dios está dispuesto a concedernos en todo momento.
7) Si somos humildes reconoceremos el bien que recibimos de Dios en todo momento para ofrecerlo a los demás en gratitud, como hizo la suegra en el Evangelio del 5o. domingo de tiempo ordinario tras ser curada: “se puso a servirles” (Mc. 1, 31). El Señor no le mandó hacerlo ni lo impuso como condición para su cura, mostrando todas las manifestaciones del amor que enumera S. Pablo. Todos tenemos la libertad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre lo bueno y lo mejor. El Señor nos concede su fuerza y hay mucho bien que podemos hacer sólo cuando nos olvidamos de nosotros mismos para alegrar a los demás.
Para reflexionar:
Tu mal carácter, tus exabruptos, tus modales poco amables, tus actitudes carentes de afabilidad, tu rigidez (¡tan poco cristiana!), son la causa de que te encuentres solo, en la soledad del egoísta, del amargado, del eterno descontento, del resentido, y son también la causa de que a tu alrededor, en vez de amor, haya indiferencia, frialdad, resentimiento y desconfianza.
Es necesario que con tu buen carácter, con tu comprensión y tu afabilidad, con la mansedumbre de Cristo amalgamada a tu vida, seas feliz y hagas felices a todos los que te rodean, a todos los que te encuentren en el camino de la vida. (Salvador Canals, Ascética meditada).
Pregunta del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Cómo explicaría a otros que como cristianos deberíamos mostrarnos alegres en todo momento?
Mañana: La oración – “se puso a orar” (Mc. 1, 35)
8 comentarios
Una señora se me acercó en mi parroquia para ofrecer ropa de niños apenas usada que ya no le cabía a su hijo porque por su edad ya no iba a tener más hijos. Nos invitó a mi familia a su casa para comer y para que nuestros hijos jugaran juntos. Nos lo pasamos todos muy bien con esa alegre familia y nos sorprendió oir que no era mucho tiempo desde que la hija mayor de esa señora murió a los 17 años de una enfermedad inesperada.
Me dijo esa señora que sufrió una gran depresión inmediatamente después, pero que su fe y el apoyo de los sacerdotes de la parroquia le ayudaron a mostrarse alegre por amor de Dios y por sus otros tres hijos a pesar de sentirse hundida por dentro. La hija que falleció se llamaba Grace ("Gracia") y resulta que su cumpleaños era el mismo día que el de mi hijo. Recuerdo estas palabras de S. Pablo: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta."
"Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres". (Fp 4, 4 )
Cuenta otras anécdotas interesante sobre el P. Jesús y resalta lo que menciona en su comentario: "Y cuando llegó la tele a España dispuesta a hipnotizar a millones de contribuyentes, allí estuvo también don Jesús inyectando optimismo a las familias. Y se convirtió en "el cura de la tele": un cura que hacía reír y pensar hablando sólo de Dios."
Sobre este tema, sé bondadosa y dinos la cita de Sta. Teresa, que recuerdo haber leído algo así como tú lo dices, pero no haberlo entendido igual de bien: ella no pocas veces habla de dolores "incomportables" y también alerta a las prioras sobre las hermanas que padecen de "melancolía" en cuanto a que si no han entrado en el convento, mejor no entren, y si han entrado, cómo ayudarles en esa enfermedad espiritual. Como en tantos temas, creo que no se "arregla" el asunto con sonreir por fuera si por dentro no se procura la verdadera alegría, esa de la de S.Francisco de Asís, o la Bta. Teresa de Calcuta. En nuestro tiempo, creo que padecemos, y más en quienes estamos "más comprometidos" en la Iglesia, de una excesiva superficialidad en la que no percibimos ni predicamos lo que tú has expuesto muy bien: no rechazar el don de compartir la Cruz de Cristo también conlleva -normalmente- el don de mostrar la alegría mansa y humilde de Cristo, de la Virgen María, los ángeles y los santos.
Perdona, como siempre, escribiría tanto... en el Cielo será. Un abrazo
Cuando escribí este artículo, me acordé de lo que dijo Sta. Teresa porque lo había leído hace poco pero no podía encontrar la cita exacta después de algún tiempo o sea que no la incluí en el artículo. Mira por dónde, me lo pide usted y cuando voy a buscar la cita la encuentro enseguida (¿será porque me acordé antes de la oración de Bruno que menciona?):
"Cosa imperfecta me parece, hermanas mías, este quejarnos siempre con livianos males; si podéis sufrirlo, no lo hagáis. Cuande es grave el mal, él mismo se queja; es otro quejido y luego se parece. Mirad que sois pocas, y si una tiene esta costumbre es para traer fatigadas a todas, si os tenéis amor y hay caridad; sino que la que estuviere de mal que sea de veras, lo diga y tome lo necesario; que si perdéis el amor propio, sentiréis tanto cualquier regalo, que no hayáis miedo le toméis sin necesidad ni os quejéis sin causa. Cuando la hay, sería muy peor no decirlo que tomarle sin ella, y muy malo si no os apiadasen.Modificaré un poco el artículo porque veo más adelante: "En todo esto que he dicho, no trato de males recios, cuando hay calentura mucha, aunque pido haya moderación y sufrimiento siempre, sino unos malecillos que se pueden pasar en pie." (Camino de perfección, 11, 4)
Mas de eso, a buen seguro que adonde hay caridad y tan pocas, que nunca falte el cuidado de curaros. Mas unas flaquezas y malecillos de mujeres, olvidaos de quejarlas, que algunas veces pone el demonio imaginación de esos dolores; quítanse y pónense. Si no se pierde la costumbre de decirlo y quejaros de todo si no fuere a Dios, nunca acabaréis. Porque este cuerpo tiene una flata, que mientras más le regalan, más necesidades descubre. Es cosa extraña lo que quiere ser regalado; como tiene aquí algún buen color, por poca que sea la necesidad, engaña a la pobre del alma para que no medre." (Camino de perfección 11, 1-2)
Gracias por explicar cómo la alegría exterior nace en la interior que supera lo que uno esté sufriendo.
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