La ambición de ser santo
Muy conocido es el dicho de S. Pablo: “evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad, y ¡ay de mí si no evangelizara!” (1 Cor 9,16), que uno podría fácilmente aplicar a S. Juan de Capistrano (1386-1456), el gran predicador franciscano conmemorado hoy por la Iglesia Católica. Pero, “¡Ay de mí si no evangelizara!” palidece ante “¡Ay de mí si no amara!” S. Agustín le diría al Señor: “¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?” (S. Agustín, Confesiones, 2, 5, 5).
El Señor insiste en el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario: “el que quiera ser primero sea esclavo de todos” (Mc. 10, 44). ¿Primero en qué? Primero en amor. “El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor [. . . ]. El alma piadosa e integra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite.” (S. Gregorio Magno, Sermón 92).
¡Cómo sacó a la luz el más profundo deseo de S. Pedro al preguntarle: “¿Me amas más que estos?” (Jn. 21, 15)! Siempre busca nuestra voluntad el Señor sin forzarla, aumentando nuestros deseos por Él. Como dice Sto. Tomás de Aquino: “quien no quisiera amar a Dios más de lo que le ama, de ninguna manera cumplirá el precepto del amor” (Coment. A la Epístola a los Hebreos, 6, 1).
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¿Cómo empezar a demostrarle a Dios nuestro amor? S. Josemaría Escrivá nos recomienda: “¿No has visto en qué ‘pequeñeces’ está el amor humano? – Pues también en ‘pequeñeces’ está el Amor divino.” (“Camino”, 824). Él el es que primero nos muestra esos detalles, como reconoce Yesenia Flores al cantar en este vídeo: “Qué detalle, Señor”:
“Has querido que nosotros te amáramos, porque en rigor no podíamos conseguir la salvación más que amándote. Y nosotros ni podíamos amarte, a menos que este amor viniera de ti. Como lo afirma tu apóstol predilecto, tú nos amaste primero y tú amas primero a los que te aman (cfr. 1Jn 4,10). Pero nosotros te amamos por la caridad y el amor que tú mismo has puesto en nosotros.” (Guillermo de Santhierry, “La contemplación de Dios”, 14).
¡Qué detalle, pues, Señor, ese amor tan grande que penetra cada momento de nuestras vidas, aun cuando no nos damos cuenta, ese detalle que requiere que correspondamos con amor!
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S. Juan de Capistrano recibió el detalle de la vocación cuando tras ser abogado, juez y gobernador de Perugia (Italia), fue encarcelado en una misión de paz. En la cárcel decidió dedicarse al Señor, y sus deseos de ser “primero” en el amor le llevó a tomar unas decisiones prácticas:
1) Una contrición profunda y sincera
Una vez liberado, arrepentido de toda vanidad pasada y deseo de aparecer bien ante otros, se dirigió al convento franciscano montando al revés un burro con un sombrero de papel que decía “Soy un miserable pecador”. Miraba así hacia atrás a los que se burlaban de él.
“Quien no se arrepiente de verdad, no ama de veras; es evidente que cuanto más queremos a una persona, tanto más nos duele haberla ofendido. Es, pues, éste uno más de los efectos del amor .” (Sto. Tomás, Sobre la caridad,1. c. 205).
2) Aumento de mortificación
S. Juan de Capistrano apenas dormía y ayunaba constantemente. Desde que se ofreció al Señor como religioso a los 30 años, ninguna humillación que le hacían sus superiores para probarle le desviaban de su deseo de padecer por el Señor. Tres veces quisieron varios Papas hacerle obispo, pero siempre prevalecía su deseo de no ser así honrado.
“Quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por Él; el que amare poco, poco. Tengo yo para mi que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor.” (Sta. Teresa de Jesús, “Camino de perfección”, 32, 7).
3) Mayor perfección en el cumplimiento de los deberes
El Oficio de Lectura de hoy recoge sus palabras sobre la excelencia de los sacerdotes que se comportan con dignidad, que “aunque viven en la tierra sujetos a las limitaciones naturales con los demás mortales, su anhelo tiende a la convivencia con los ángeles en el cielo, para ser agradables al Rey […]”. Así cumplió todas las misiones de paz encargadas a él por cuatro Papas, escribía contra las herejías de su tiempo y animaba a los soldados que defendían a Hungría de los musulmanes.
“Mientras realizamos con la mayor perfección posible, dentro de nuestras equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condición y de nuestro oficio, el alma ansía escaparse. Se va hacia Dios, como el hierro atraído por la fuerza del imán. Se comienza a amar a Jesús, de forma más eficaz, con un dulce sobresalto.” (S. Josemaría Escrivá, “Amigos de Dios”, 296).
S. Juan de Capistrano no se quejaba de la encarcelación que resultó en su conversión de vida, ni de las humillaciones que sufrió de religioso que le fortificaron su amor. Pero, quizás le motivaba pensar: ”¡Ay de mí si no llego a ser santo!” Que este santo nos ayude a aumentar nuestros deseos de ser “primeros” en el amor de Dios y a poner esos deseos en práctica.
[Fuente de citas: “Antología” por Francisco Fernández Carvajal]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Cómo demostraron su gran ambición los santos en su camino a la perfección? ¿Cómo perfeccionaron esas ambiciones? ¿Qué detalles de amor ha tenido el Señor con usted que al mundo no le parecerían tales?
Mañana: S. Antonio María Claret – “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir” (Mc. 10, 35)
17 comentarios
El Señor se ha dignado atraer,desde muy niño a este pecador para que fuera uno de su rebaño;fui consciente de ello unas semanas ante de la P.Comunión.
Hice esperar al Señor unos siete años,y,desde entonces,en el regazo de María no he parado de trabajar por su Reino,en la Iglesia.
Ser el servidor de todos es la máxima que nunca falla,si tienes crisis de fe,ponte a servir,que te encuentras desanimado ponte a servir,que tal punto de la Doctrina no lo digieres ponte a servir,que tienes problemas de relacion con los tuyos ponte a servir.Nunca falla,siempre que se haga en el Señor,no por servilismo.
Entrando a comentar el título del post creo que la santidad no es ambición,sino la condición natural del bautizado,revestido de Xto.,como S.Pablo,en todas sus cartas no deja de mencionar,y que no cito para no resultar pesado.
Completamente de acuerdo con Norberto:la santidad es la condición natural de todo bautizado.
Sólo así,uno es más uno mismo y es lo que Dios pensó y quiso para él cuando le creó.
Yo sí quiero la santidad y se la pido a Dios y la Virgen todos los días muchas veces(a ver si por pesada lo consigo...)
Fíjate que en este tema de la santidad, entiendo perfectamente a san Juan de Capistrano y a todos los santos en su ambición.
Y es que no se si lo llamarlo ambición, bueno, quizá lo es, pero no es una ambición que tenga su origen en más que en Dios, ese amor con que se saben amados les inflama de tal manera que no desean otra cosa que amarle de vuelta, es una pasión tan grande que se torna para ellos como en el aire que respiran.
Tan es así que hasta en las pequeñeces se regocijan de encontrarse en ellas a Dios, convierten todo en un acto de amor, y la práctica les lleva a tal extremo de destreza que toda su vida se ve imbuida en el amor, que ya no se sabe si es suyo o es de Dios.
De tal manera viven y actuan, de asombro en asombro; esto es lo que los va haciendo cada vez más humanos pero -aunque suene contradictorio- también cada vez más santos.
Bueno, y te preguntarás qué cómo se de esto? Bien, se de esto un poquito, porque de pequeñeces me alimento.
Linda tu nota, te la agradezco, un abrazo.
Tengo la impresión de que no es muy socialmente aceptado desear ser santo, quizás por la idea de que es demasiado ambicioso o que fuera una falta de humildad querer serlo, pero leo en muchísimas vidas de santos que no es así. Es lo que Dios quiere para nosotros, es la forma de llegar al Señor y no hay santo que no desee acercarse a Dios. Sería falta de humildad considerarnos santos cuando no lo somos, pero para llegar a serlo algún día estoy convencida de que hay que desearlo por amor de Dios, el que es verdaderamente Santo y fuente de toda santidad. Gracias por compartir su experiencia.
Lo digo porque grandes santos se hicieron santos deseándolo de todo corazón por amor de Dios como Sta. Teresita de Lisieux y S. Ignacio de Loyola, por ejemplo. S. Felipe Neri solía preguntar a sus amigos que cuándo serían ellos santos al saludarles. Seguro que los apóstoles Juan y Santiago parecían muy caraduras a los otros diez, pero hay que tener una gran confianza en el Señor como esos dos y perseverar pidiendo esa gracia, como dice. Un saludo.
Aprecio comentarios como los que dejó usted, Concha y Norberto porque me animan a mejorar. Sé que si llego a la santidad que el Señor quiere de mí no será por mi cuenta, sino porque por Su Gracia pasan por mi vida personas como ustedes. Un saludo.
La vocación universal a la santidad de todo bautizado es una predicación constante de los Papas,de los dos últimos abundantísimos documentos y citas.
Otra cosa es que se predica más "sed buenos",que "sed santos",se puede y se debe buscar la santidad, en correspondencia a la Salvación que el Señor nos alcanzó con su Pasión ,Muerte y Resurrección.
Hace muchos años leí un libro de Thomas Merton, cuando sus escritos no se habían vuelto una moda y estaban firmemente arraigado en la doctrina católica, que se titula Vida y Santidad del cual conseguí en buena medida mi concepto de la santidad.
Discúlpame que abuse de tu espacio pero creo que para que visualices de qué hablo mejor te dejo su conclusión aquí:
"El cristiano perfecto, por lo tanto, no es el que es necesariamente impecable y situado más allá de toda flaqueza moral, sino el que, porque sus ojos están iluminados para conocer las dimensiones totales de la misericordia de Cristo, ya no está atormentado por los dolores y fragilidades de la vida terrena. Su confianza en Dios es perfecta, porque ahora sabe, por así decir, por experiencia, que Dios no puede dejar de asistirle (y, con todo, este conocimiento es simplemente una nueva dimensión de la fe leal). Corresponde a la misericordia de Dios con confianza perfecta.
Para dichos hombres, verdaderos enamorados de Dios, todas las cosas, parezcan buenas o malas, son en realidad buenas. Todas las cosas manifiestan la misericordia amorosa de Dios. Todas los acontecimientos les sirven para unirse más estrechamente con Dios. Para dichos hombres, ya no existen los obstáculos. He aquí el significado de la “perfección espiritual” y la consiguen no los que tienen fuerza sobrehumana, sino aquellos que, aun débiles y defectuosos en sí mismos, confían perfectamente en el amor de Dios.”
En cierto sentido, la salud del cuerpo no puede ser "mala" cuando nos viene de Dios (siempre que no nos lo hayamos causado) y puede ser un medio para mejorar nuestra salud espiritual. La salud del alma... eso me parece otra cosa cuando lo único que lo estropea es nuestra voluntad al pecar.
Gracias por la cita. Un saludo.
En la pedagogía se enfatiza mucho el tener una expectativa apropiada para motivar a los alumnos a mejorar. Si a los alumnos no se les presenta una expectativa que les desafía, pierden interés y no quieren hacer lo que les parece una pérdida de tiempo. Si la expectativa les parece inalcanzable, se desaniman y no quieren hacer más de lo que tienen que hacer. Pero, si la expectativa les desafía lo suficiente y les ofrece los medios para alcanzarla, se avanza muy deprisa.
El Señor siempre nos concede la gracia necesaria para superar las pruebas de las tentaciones, pero si no confiamos en Él, nos puede parecer inalcanzable la santidad. Pero, en general, Él no nos hace santos en un instante, sino que nos anima a mejorar como Buen Maestro que es.
El blog de Maricruz es "Deo Omnis Gloria". ¡Qué buen título!, ¿verdad?
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