4.05.12

(178) De Cristo o del mundo -XX. La Cristiandad. 1. La Iglesia medieval

–Estaba pensando ya que… Bueno, mejor será que no diga nada.

–Exacto. Ha dado usted en el clavo. Es mejor que no diga nada.

En el período que acabamos de estudiar, del Edicto constantiniano de Milán hasta la muerte de San Be­nito (313-557), se produce una primera cristianización del mundo greco-romano, y al mismo tiempo una erradicación progresiva del antiguo pa­ganismo –mentalidad, costumbres, institu­ciones–, acelerada por la caída del Imperio romano en el siglo V.

A principios del siglo VI comienza un milenio cristiano, cuyo final podría verse hacia el 1500, en torno a la caída de Constantinopla, el descubri­miento de América, el comienzo de los Es­tados nacionales modernos, el Renacimiento y la crisis protestante. Es más o menos lo que suele llamarse Edad Media, en un sentido que para algunos es peyorativo: los siglos oscuros y semi­bárbaros, que dejando atrás las luces de la antigüedad, no han llegado todavía a la luminosidad del Renacimiento y del Siglo de las luces. La cultura católica ve, por el contrario, ese período de la historia humana como un milenio de Cristiandad. En estos siglos, la Iglesia pierde el norte de Africa, pero extiende y profundiza la evangeli­zación de Europa y del Asia próxima. Y muchos miles de mo­nasterios vienen a ser el alma de la Cristiandad medie­val.

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26.04.12

(177-3) Jesús hizo muchos milagros

–El sábado pasado, el segundo de Pascua, el párroco nos dijo en la homilía que «Jesús no anduvo sobre las aguas del lago»; que se trata sólo de un relato literario. Y lo mismo dice siempre que el Evangelio trae algún milagro.

–Qué miseria. En una entrevista que hacía recientemente un periodista al profesor Andrés Torres Queiruga le preguntó: «Usted rechaza “los milagros e incluso la resurrección de Jesucristo como milagro susceptible de pruebas empíricas”. ¿Su pensamiento continúa dentro del cristianismo?». Respuesta: «Sin duda. Como yo piensan hoy la mayoría de los teólogos actualizados».

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21.04.12

(177-2) El patriotismo y la crisis actual

–Me temo que hoy va a hablar usted de un tema que no conoce bien.

–Tranquilo. Tampoco lo conocen bien mis lectores.

Sabemos muy poco de economía. Un hermano mío economista decía que la política es cada vez más económica, la economía cada vez más complicada, y que cada vez son menos los que pueden opinar de política de forma responsable. Recortes, déficit público, prima de riesgo, IVA, IBEX, PIB, IRPF, deuda soberana, bolsa, Tesoro Público, mercados, bonos del Estado, etc. De cada uno de esos conceptos conocemos algo, un algo de contornos borrosos, pero que nunca acabamos de entender del todo. Y hemos de ser conscientes de que hablar tajantemente de lo que no se sabe es una forma de mentir. Por eso en lo que sigue no entro en modo alguno en consideraciones propiamente económicas, sino espirituales.

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18.04.12

(177) De Cristo o del mundo -XIX. Laicos y monjes. y 5

–Yo no quiero dejarlo todo, pero quiero ser perfecto.

–Bueno, pues a ver cómo hacemos. Lea lo que sigue, a ver si logramos solucionar su problema.

«Si quieres ser perfecto, véndelo todo y sígueme» (Mt 19,21). Esta misteriosa frase de Cristo se irá entendiendo en la Iglesia con creciente claridad, según Él mismo lo anunció: «el Espíritu de verdad os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16,13). Sobre todo a partir de los siglos IV-V, la doctrina de los preceptos y los consejos va formulándose teológicamente con una exactitud cada vez mayor, aunque sólo en el siglo XIII hallará en Santo Tomás la precisión necesaria para llegar a ser una doctrina de la Iglesia.

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13.04.12

(176) De Cristo o del mundo -XVIII. Laicos y monjes. 4

–Ya pensé que había usted abandonado la serie.

–Sus pensamientos se ven afectados por errores con notable frecuencia. No se fíe de ellos.

Sigo examinando la espiritualidad de la Iglesia, particularmente la de los laicos, y de modo especial en su relación con el mundo secular, en el período que va del edicto de Milán (313) a la muerte de San Benito (557).

Oración, ayuno y limosna. Los Padres antiguos, como hemos visto, llaman a los laicos a la perfección, a una vida homogénea a la de los monjes, aunque diversa, es decir, a una vida evangélica, libre del mundo. Ahora bien, ¿por qué prác­ticas concretas fundamentales orientan los Padres la via perfectionis de los laicos? Por el ca­mino de la sagrada tríada penitencial: ora­ciones, ayunos y limosnas. Estas tres santas obras las estimulan no sólo en la predica­ción, sino también en la misma disciplina de la Iglesia. En efecto, padres y concilios organizan la vida del pueblo cris­tiano principalmente mediante las oraciones (Horas, Eucaristía dominical), los ayunos (días peni­tenciales) y las limosnas (diezmos, primicias y colectas). Y creo que acertaban mejor que aquellos grupos laicales de hoy –no son muchos– que buscan la perfección profesando, en forma acomodada a su condición, los tres consejos evangélicos, pobreza, obediencia y castidad (Caminos laicales de perfección, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 1996, cp. 6).

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