(01) Las reformas de la Iglesia
La Iglesia es santa: «una, santa, católica y apostólica». Es ésta una verdad primera de nuestra fe. La Iglesia es santa porque «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, santa e inmaculada» (Ef 5,25-27).
De la santa Iglesia de Dios hablan ya, desde el principio, Ignacio de Antioquía, el Martirio de Policarpo, el Pastor de Hermas, la Carta de los Apóstoles (160-170, Denzinger-Hünermann=DS 1), los Símbolos bautismales de Roma (DS 10), de Jerusalén (DS 41), el Credo de Nicea, completado en Constantinopla (381: DS 150). La Iglesia ciertamente es santa y santificante, porque es el Cuerpo mismo de Cristo, su Esposa virginal, la Madre de todos los vivientes, o como dice el Vaticano II, el «sacramento universal de salvación» (LG 48b; AG 1).
La Iglesia es santa porque el Espíritu Santo es su alma, es santa por la eucaristía y los sacramentos, por la sucesión apostólica de los Obispos, por su fuerza espiritual para santificar laicos y sacerdotes, célibes y vírgenes, sobradamente demostrada en la historia y en el presente.
La Iglesia es santa, pero está siempre necesitada de reforma. Por eso la palabra reforma es tradicional en la Iglesia de Cristo. Nunca, por supuesto, en la tradición católica se habla de «re-forma» para expresar un «cambio de forma», pues la forma de la Iglesia, su alma, es el Espíritu Santo, que no cambia. Por el contrario, siempre se habla de reforma o bien como un «desarrollo» perfectivo de algunas formas precedentes, una «renovación», o bien como la «purificación» de ciertas doctrinas y prácticas que se habían desviado de la verdadera forma católica.
La Iglesia, por obra del Espíritu Santo, ha vivido en su historia muchas reformas de diversos géneros, alcances y promotores. Así podemos recordar, por ejemplo, la reforma de Cluny, la de San Gregorio VII, las reformas promovidas por los Reyes Católicos y el Cardenal Jiménez de Cisneros, la gran reforma del concilio de Trento, las reformas litúrgicas, las reformas realizadas por San Pío V, San Carlos Borromeo, San Pío X, y las impulsadas por San Bernardo, San Francisco, Santa Teresa de Jesús.
En el ámbito del protestantismo, los protestantes han considerado su escisión de la Iglesia en el siglo XVI como la Reforma por excelencia, y han considerado a sus fundadores como reformadores. La expresión «Ecclesia semper reformanda», empleada por el teólogo calvinista Gisbert Voetius en el sínodo de Dordrecht (1618-1619), vendría a ser por tanto un lema protestante. Pero bien sabemos nosotros, los católicos, que los protestantes, negando la autoridad apostólica, la libertad y el mérito, la necesidad de las buenas obras, el sacerdocio, el sacrificio eucarístico, la mayoría de los sacramentos, el culto a la Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la ley eclesiástica, etc., no fueron reformadores, sino grandes deformadores de la Iglesia y del cristianismo (cf. mi artículo, Lutero, gran hereje, 27-10-2008). Los católicos, pues, de ningún modo debemos cederles el uso de la palabra reforma, como si fuera propia de ellos.
A fines del XVIII, ciertos historiadores alemanes acuñan el término contrarreforma, que en el siglo siguiente se generaliza por influjo de Ranke. Pero con esa denominación la gran reforma católica iniciada en el XVI, la tridentina, aparece sólo como una mera reacción a la escisión protestante. De ahí que la Iglesia promueva más bien la expresión reforma católica, adoptada por Maurenbrecher en 1880 y difundida en las obras de Pastor. En tal expresión, la reforma de la Iglesia originada en Trento es ante todo fruto del Espíritu Santo y de las fuerzas internas de la misma Iglesia, siendo la escisión protestante sólo su ocasión histórica.
El concilio Vaticano II promueve importantes reformas, partiendo siempre del convencimiento de que «toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su propia vocación […] La Iglesia peregrina en este mundo es llamada por Cristo a esta perenne reforma (perennem reformationem), de la que ella, en cuanto institución terrena y humana, necesita permanentemente» (UR 6a). «Ecclesia semper reformanda» es, pues, un lema verdadero, ya que la Iglesia, que «encierra en su propio seno a pecadores, y es al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y la renovación» (LG 8c; cf. Gaudium et spes 43f). «Para conseguirlo, la Iglesia madre no cesa de orar, esperar y trabajar, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia» (LG 15). Así entiende la Iglesia su propia reforma.
El Cardenal Ratzinger, en su Informe sobre la fe (1985, fin cp. III), observa: «Debemos tener siempre presente que la Iglesia no es nuestra, sino Suya. […] Verdadera reforma, por consiguiente, no significa entregarnos desenfrenadamente a levantar nuevas fachadas, sino –al contrario de lo que piensan ciertas eclesiologías– procurar que desaparezca, en la medida de lo posible, lo que es nuestro, para que aparezca mejor lo que es Suyo, lo que es de Cristo».
¿Cuáles son en la historia de la Iglesia las causas que posibilitan o que exigen una reforma?
1.–A veces el progreso en un cierto campo de la vida eclesial promueve una reforma. Se hace ley entonces de aquello que de hecho, por obra del Espíritu Santo, se va viviendo, aunque con ciertas dificultades. Es, pues, la vida misma de la Iglesia la que hace posible y conveniente la norma. Así se produce, por ejemplo, en el Concilio de Elvira (306, can. 33) la norma del celibato sacerdotal. El Espíritu Santo, «el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad plena» (Jn 16,13).
2.–Pero más frecuentemente las reformas vienen a producirse cuando en las Iglesias se han producido desvíos doctrinales o se han establecido abusos intolerables –tolerados quizá durante siglos–, por ejemplo, en los beneficios clericales, en la investidura de los Obispos, en la vida de ciertas órdenes religiosas, en el modo de realizar el vínculo conyugal, en el uso injustificado de las armas, en lo que sea. Aquello que va mal en la Iglesia debe ser reformado. Aquello que va bien, no necesita ser reformado. Por ejemplo, «Cartusia nunquam reformata, quia nunquam deformata».
¿Necesita reforma la Iglesia en nuestro tiempo? Sin duda alguna, en muchas cosas y con gran urgencia. Es verdad que la pregunta es muy amplia y ambigua, pues hace referencia a asuntos diversos, complejos y delicados, que habremos de ir considerando con orden y cuidado. Pero lo que sí podemos afirmar ya desde ahora es que aquellas Iglesias locales que están mundanizadas, secularizadas, con más errores que verdades, arruinadas, sin vocaciones, en disminución continua, padeciendo en la mayoría de sus bautizados una apostasía generalizada y un alejamiento crónico de la Eucaristía, evidentemente necesitan una reforma profunda y urgente. Tienen que elegir: reforma o apostasía.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
41 comentarios
1)Diócesis:organización,estructura,configuración,territorialidad y alcance jurídico,simplificación canónica,implicación de todos en las Curias Diocesanas.
2)Nunciatura:papel del nuncio,funciones,atribuciones y competencias,formación y capacidades (importantísimo).
3)Colegio Cardenalicio:necesidad de su existencia,composición,atribuciones.
4)Formación y capacitación:planes de formación de seminarios,¿escuela de obispos?,criterios de selección de presbíteros y obispos.
5)Órdenes,Congregaciones,Institutos,Movimientos y Asociaciones:simplificación jurídico-canónica,objetivación de competencias de superiores y responsables,determinación de ámbitos (pastorales,apostólicos,territoriales,etc.)
Tengo más cosas que decir pero no quiero ser pesado.
Un abrazo.
Desde mi punto de vista, la reforma debe de empezar por que los eclesiásticos actuales tomen lección de los grandes maestros de religión que les han precedido. Así, aparte de beneficiarse personalmente éllos mismos, sabrán algo más del tema que están tratando, y, podran tener la influencia que les corresponde tener en la sociedad en beneficio de todos. Y no digo más para que no me censure LF.
Entrando en materia, recuérdese que en el Antiguo Testamento Dios se encargaba de buscar la reforma de su pueblo a través de profetas (no de cismáticos, dicho sea de paso) que no se cortaban lo más mínimo a la hora de llamar a las cosas por su nombre. Y eso les valió en la mayor parte de los casos el martirio. A lo largo de la historia de la Iglesia han existido grandes reformadores. Y todos tenían en común el ser no sólo santos sino fuente de santidad para otros. Y precisamente es eso lo que yo hecho de menos hoy.
En lo que estoy totalmente de acuerdo es en que la reforma (¿conversión?) la impulsan los santos, que van por delante, inyectando en la vida de la Iglesia el influjo vital del Espíritu Santo. Así la reforma de Trento no se puede separar de santa Teresa, san Ignacio, san Francisco Javier, san Carlos Borromeo, y tantos otros.
Ahora está en nuestras manos, en la vida de oración de cada uno de nosotros, los católicos del siglo XXI.
Reformar el colegio cardenalicio, adaptar las estructuras jurídicas... ¿son esos los problemas más graves de la IC? Eso sería como darle una mano de pintura a un coche chocado. Si no se arregla la chapa... sería una preciosa chatarra recién pintada...
Mucho ánimo para los que tienen el necesario (y sufrido) don de la denuncia profética!!!
Por tanto, bienvenidas las reformas pero, claro, fieles a los orígenes y a la tradición y con el fin de profundizar en los mismos.
Padre Iraburu, espero ansioso los próximos artículos, pues el tema es del máximo interés.
LUIS FERNANDO, con el favor de Dios, aguantaré lo que pueda venir de la izquierda, de la derecha, del centro, de arriba y de abajo. "Todo lo puedo en Aquel que me conforta".
Celebro que insista Ud. en señalar la importancia y la necesidad de la reforma en la Iglesia. Y el verdadero sentido de esa reforma. Pues lo primero señala la vitalidad de la Iglesia, siempre joven. Y lo segundo, su misión de guiar nuestra peregrinación en este Valle hacia la Jerusalén Celestial.
Y ha puesto al Concilio VII en donde debe estar y donde siempre estuvo : un eslabón más de esta necesaria cadena de reformas.
Celebro también que combata Ud. con claridad las deformaciones semánticas protestantes que muchos católicos consumimos desprevenidamente. Sí señor, no hubo la tan mentada "reforma protestante". A otro perro con ese hueso, aunque por ahí lo escuchemos en boca de algún dignatario en discursos ecuménicos. Eso más ha sido revolución, quiebre o herejía. O las tres cosas juntas. Pero Ud. lo dice más fácil: eso ha sido una "deformación". Que reformas, verdaderas reformas, sólo las hubo dentro de la Iglesia. Hablemos pues con propiedad, y digamos que Lutero trajo la novedad de la Deforma Protestante. O la Deformación Protestante, si mejor queda.
Y deformación semántica hay también cuando se habla de "contrarreforma", que jamás ha existido tal cosa en la Iglesia sino sólo en ciertas cabecitas tendenciosas.
¿Reforma o apostasía plantea Ud.? Pues sí. ¿Pueden considerarse acaso "católicas" a universidades como la de Notre Dame, u otras que también consienten en sus campus festivales homosexuales, por mencionar sólo un punto? ¿Pueden seguirse estando codo a codo con católicos íntegros, como esos casi 100 prelados que expresaron su enérgico rechazo a la distinción dada a Obama?
"Estaban entre nosotros pero no eran de los nuestros" ¿Qué duda cabe?
"Imagino para el futuro a una Iglesia numéricamente reducida" decía el Card. Ratzinger.
Y ahora es Papa. Y ese futuro está más cerca...
Lo cuentas muy bien. Y Yo digo que todo ésto pasa porque están todos desorientados y no tienen no pajotera idea de la verdadera religión. Muchos años de dedicación a las ocurrencias, y cosas peores que no quiero decir; y ahora, pues resulta que están cegatos totales y perdidos. Y en el país de zp... buen rollito facilón, ytal, ytal, ytal... Una pena. No podemos esperar nada de nuestros eclesiásticos que no sea buenismo bobo,sicologismo barato, incompetencia solemne, etc, etc.... y familia, familia, familia. Y no será porque no ha habido hombres geniales en la Iglesia de los que poder tomar lección.
Claridad de Doctrina. Uno está cansado de contradicciones: contradicciones con lo dicho tradicionalmente y lo que se dice desde hace cuatro días.
Claridad de autoridad. Uno acaba desconcertado cuando ni los Obispos ni la propia Roma cesan, apartan o como se quiera llamar, a los que contradicen a la Iglesia o no acatan las decisiones del Papa (¿qué pasó al final con la vuelta al canon del 'pro multis'?).
Claridad en la liturgia. La verdad es que uno lo que querría es el regreso del rito tradicional o, al menos, la celebración del rito romano tal cual orienta el Concilio en la Sacrosanctum Concilium (sin cambio de orientación del Altar, ni lengua vernácula, etc). Pero a estas alturas, uno se alegraría con que se aclarara al común de los fieles que la Misa no es sólo la comemoración de la Ultima Cena, sino también, y especialmente, la Renovación de Sacrificio de la Cruz.
Vamos, resumiendo, que como simple fiel sólo suplico más claridad "católica". Esa que deslumbraba en el Magisterio previo al famoso Concilio.
Pues sí, que es muy bueno curar llagas o limpiar letrinas, o aparentar y mejor ser una excelente persona, pero el problema es que eso no alcanza para transmitir el mensaje del Evangeliso, que según enseña San Pablo, "entre por el oído".
Fijémonos sino en los intentos modernos que siguen el ejemplo de Enrique VIII: Iglesia Nacional DE China (y ahí están los uníatas, los romanos, escondidos en las catacumbas pero fieles a Roma), o la revolución mejicana triunfante que intentó crear (1927-1930)una iglesia propia, la Iglesia Nacional Mejicana. Hay otros casos históricos, pero también actuales, tengo oído que Chacez está intentando crear su propia iglesia nacional. De todos ellos el enemigo es Roma, el vaticano, El Santo Padre, el sucesor de Pedro asentado en Roma. y dicho todo esto vuelvo a preguntar ¿es importante o no este factor?
1.- Se agradece el título, pero la verdad es que de Monseñor nada. Cura corriente, sacerdote diocesano.
2.- A la dificultad señalada respondo: Pablo VI, en el maravilloso CREDO DEL PUEBLO DE DIOS (1968, nº 19), Juan Pablo II en su maravilloso CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1992, nº 811-870), y todos nosotros, fieles católicos, en el maravilloso CREDO apostólico que rezamos cada domingo en la Misa, estando absolutamente convencidos de la “romanidad” de la única Iglesia de Cristo, confesamos que la Iglesia es “una, santa, católica y apostólica”.
Catecismo: "Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican los rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión" (nº 811).
En cualquier caso, espero también con muchas ganas sus próximos artículos, padre.
Como decía el papa Pío XII, a veces es necesario tolerar el mal de los demás, no por egoísmo, sino para evitar un mal mayor o buscando un bien más grande, pero nunca es moral adherirse con la propia voluntad a un mal, siquiera pequeño, bajo ninguna justificación. Para mí esto no es ninguna mera teoría, sino que veo su utilidad en el día a día. Creo que cuando se busca el bien real de las personas, el bien de la humanidad entera, se ve claramente que, el mal en sí mismo, nunca es una opción. Sólo una visión que no abarque a todos los implicados en una situación (y por extensión, que no abarque a toda la humanidad), y, por ello, sin profundidad en el supuesto bien que persigue, podría hacernos pensar que el mal sí sirve para algo, ya que, por medio de él, se pudieran conseguir bienes superficiales, que no reales, ni para todos.
Creo que esto se debe a que la auténtica vivencia del Evangelio escasea aún dentro de la Iglesia. Creo que haría falta evangelizar a los que se llaman cristianos, ya que en muchos casos esto se da por hecho, cuando, en muchas ocasiones el estilo de vida de los que se llaman cristianos en poco difiere de los más mundanos, al menos en lo de poner en primer lugar sus particulares intereses superficiales; con esto, ya cambia toda la forma de pensar del "cristiano".
Como sugerencia, Padre Iraburu, le sugeriría hacer algo al respecto de evangelizar a los "cristianos", que es lo que siempre se da, incorrectamente, por hecho, cuando es lo que falla. Cualquier cambio que se precie tiene que pasar por la mejora de las personas; un cambio de mera estructura nunca es suficiente para la auténtica mejoría.
A ver quién no emplearía la fuerza para, por ejemplo, defender a sus hijos de una agresión. Pues trasládese esto a la sociedad.
En Argentina tenemos un ejemplo más que contundente. Por ciertos imperativos ideológicos, el gobierno viene desarmando a sus fuerzas armadas y de seguridad, no sólo de "fierros" sino del uso de los mismos, tras la doctrina de combatir lo que ellos llaman el "gatillo fácil".
Consecuencia : impresionante rearme de la delincuencia, jamás visto en la historia. Hoy cuentan con armas más sofisticadas que las del mimsmísimo ejército.
¿Sería tan amable , doña Ana Vázquez, de ir a predicarles?
La doctrina de Jesucristo sigue siendo, por supuesto, un escándalo, para muchos.
Efectivamente serían pocos los que recurriesen al amor en esa situación que plantea, que es lo que propone Jesucristo en Su divina visión.
Pero le puedo asegurar que si usted, ante esa situación que plantea, cree en la única opción de lo bueno en sí mismo como solución y tiene en cuenta: 1º.- contar sólo con conductas buenas en sí mismas, lo cual descartaría la agresión y el insulto, y .2º.- tener buena intención hacia todos los implicados (sus hijos, usted y los agresores, como más directamente relacionados; siempre con la extensión en mente de toda la humanidad); con estas dos condiciones, le puedo asegurar que resolvería la solución de la mejor manera.
¿Cuál es la peor manera de responder, por el contrario? 1º.-Contar, como posibilidad, con conductas malas en sí mismas,aunque sea "como última opción", y 2º.- pensar sólo en sus intereses o en el de los suyos. Le puedo asegurar que esto, además de ponerle en peligro físico, le produciría daños morales. El egoísmo es la forma más ineficaz de resolver los problemas y con el cual todo se va complicando (entre otras cosas, si sobreviven, le daría muy mal ejemplo a sus hijos y demás; le daría el ejemplo de que vale todo para defenderse y eso, además del daño moral, y en relación con esto, mañana les puede costar la vida).
Como dije, para mí esto no son teorías, sino cosas que he vivido, incluso en relación con mi trabajo en prisiones.
Otra cosa, por supuesto lícita, es que usted, siempre con buena intención, pueda contener, incluso físicamente, a alguien de cometer un error, o incluso salir corriendo, por lo mismo, siempre que luego no se guíe por liberarse del tema sin más, sino que piense también en esa persona, e incluso en terceras personas, como más directamente relacionadas.
Si la agresión tuviera validez, ya estarían todos los problemas solucionados, ya que eso, desde luego, no es lo que falta.
Le puedo poner mil ejemplos de lo que ocurriría en cada una de las situaciones que le expongo.
Resulta que si usted sólo piensa en el beneficio de sus hijos, no les hace bien, ya que sólo piensa en bienes materiales, pero no piensa en su bien como persona. Imagínese que, en esa situación, usted tiene espectadores: le puedo decir, que, entonces, lo más difícil le sería actuar bien, quizá un poco en relación con la respuesta que usted me ha dado: porque nadie lo entendería, aunque sería tremendamente útil. Ahora, si quiere "montar un número", y le puede su ego sobre hacer el bien real, incluso a sus hijos, y no le importa sacrificarlos por su ego, responderá agresivamente; luego, posiblemente todos "le entenderán", incluso aunque haya que lamentar una grave desgracia personal inmediata. Le puedo asegurar que sólo lo bueno sirve, y los "números" no sirven para nada, más que para el propio vano lucimiento, o para resarcir cualquier otro interés personal superficial.
Y por poner otro ejemplo, no me imagino la Reconquista de España sin el uso de las armas.
Efectivamente serían pocos los que recurriesen al amor en esa situación que plantea, que es lo que propone Jesucristo en Su divina visión.
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Ana, se ve que no se ha enterado y por las dudas le aviso: Peto está proponiendo un ejemplo donde, justamente por amor, debemos hacer cosas que normalmente no haríamos.
Quizás su discurso tenga cierta utilidad en las cárceles donde trabaja, pues los delincuentes son quienes utilizan las armas para agredir. Convencerlos a ellos de que depongan armas es loable, y le reitero la invitación por si alguna vez viene por Argentina.
Pero querer decirme por ejemplo a mí, que me he comprado un revólver y una escopeta para, llegado el caso, defender a mi familia y a mí mismo, que he hecho algo en contra de las enseñanzas de NSJC, me parece más bien tirando a dislate. Maldita la gracia que me hace tener que andar manipulando armas, pero la realidad de la inseguridad y mi deber de estado me obligan.
Siga Ud. inculcando pacifismo en las cárceles. Pero cuidese de predicar sólo a los victimarios. Que las potenciales víctimas bien sabemos a que atenernos, sin salirnos en lo más mínimo de lo que enseña la Iglesia.
Por cierto, pone el ejemplo de su trabajo en prisiones. ¿Se da cuenta de que si no hubiera prisiones, y por tanto coacción ante el delito, usted no podría haber realizado esos trabajos? Vaya persiguiendo a los delincuentes por la calle para predicarlos mientras cometen crímenes y delitos, a ver qué tal resulta la cosa.
El Cristianisno no es irrealismo. En la tierra no hay paraísos, Ana.
Luis Fernando: ¿qué tal?: “Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, ¿qué mérito tiene el que sólo ama a sus amigos?; “No he venido a curar a los sanos, sino a los enfermos”; "¿De qué le sirve al hombre ganar su vida, si pierde su alma?". Además, la idea de que se trata de “eliminar” a uno se corresponde con la idea errónea de pensar que uno solo puede hacer mucho mal; para que el mal afecte a grandes multitudes, tienen que existir muchos cómplices del mal. No se trata de eliminar a uno. Una vida santa hace mucho bien y eso es lo que escasea hoy en día.
D. Ricardo: De lo que he dicho arriba estoy completamente segura. Si quiere proteger a su familia, yo le recomendaría hacer todo el bien que pueda a la humanidad, en la cual está englobada su familia, pero no está sólo su familia. Sólo hay una forma de depurar la intención y es buscar el bien real, el bien integral de una persona, por encima de los intereses propios, lo cual termina en un amor a la humanidad. Usted tiene que querer a su familia, pero no la quiere bien si le da mal ejemplo, y esto surge porque sólo piensa en su vida física, sólo tiene una visión parcial. Yo le diría que se encaminase a que cada uno de su familia fuese la persona más generosa posible: tenga una vida bien encaminada, no una vida encaminada a la vana, osada e irreal pretensión de “tenerlo todo resuelto”.
Por supuesto, que esto no lo puede transmitir si no lo vive. Le aseguro que esto es lo que más le va a proteger, porque se irá haciendo costumbre en todas sus actuaciones. Si algún día le entra alguien en casa, lo mejor que puede hacer es actuar bien y con buena intención hacia todos. Posiblemente si usase un arma frente a un atracador, fácilmente sería usted o algún familiar suyo, hombre muerto, incluso con su propia arma. Le puedo explicar todo esto con mucho más detalle, si tiene interés.
Peto: es justo al revés. Si actúa bien, protege a su familia y si actúa mal, se la juega, y los expone, y les da seguro mal ejemplo; o sea que, con esto último, el mal moral lo tiene asegurado, y seguramente tendría que añadir un mal físico. Actuar bien no es dejar que los maten; ya le digo, es actuar bien y con buena intención para todos: le aseguro que esto es lo que más va a proteger a su familia, y a usted, pero hace falta mucha valentía y mucho amor para llevarlo a cabo, porque a lo mejor, a pesar de salvarlos a todos, lo crucifican; si prefiere verlos a todos muertos, que a usted crucificado, sería su opción, desde luego no cristiana.
Uno no manda en muchas circunstancias; si surgen, cuanto mejor actúe, mejor para todos.
Si el mundo va como va es porque la mayoría de la gente sólo piensa en los suyos y esto no hace bien a nadie, ni siquiera a su familia. “Encaminaros a construir mi Reino, y todo lo demás se os dará por añadidura”, dijo Jesús.
Está claro que el cristianismo no es irrealismo, pero muchos creen que lo es y prefieren hacer lo que consideran "más práctico", o sea, más egoísta. Es fácil caer en el engaño del mal.
Y San Pablo dice que los magistrados, como MINISTROS DE DIOS, usan la espada para castigar a los delincuentes.
El pastor tiene que liarse a pedradas con los lobos que vienen a comerse a sus ovejas. De igual manera, es legítimo el uso de la violencia para impedir un mal mayor. De lo contrario, el mundo entero sería ingobernable. Lo quieras o no, existe la doctrina de la guerra justa. Está en la Escritura, está en los padres de la Iglesia, está en el Catecismo y está en todo el magisterio. Si tú lo rechazas, te opones a una doctrina católica. Así de simple.
Es más, cuando Dios impongan su Reino al regreso de Cristo no lo hará "pacíficamente".
Muchas gracias por tu claridad lo cual permite la comunicación. La Iglesia está falta de santos, no de látigos. Los látigos sí abundan aunque no abunda el celo por las ovejas. ¿No te parece una contradicción, según tu teoría?
Jesús cogió el látigo pero no lo descargó sobre nadie, sino sobre bienes materiales. Jesús no hirió a nadie ni para defenderse; y criticó que Pedro lo hiciera, y anuló el efecto de su acción con Su Poder.
El uso de la violencia nunca impide un mal mayor, sino que lo procura. Jesús no llamó a ser ingenuos, pero llamó a conseguir los bienes que proponía con un determinado método, que no es otro sino el amor de verdad, y ahí es donde, en principio, comienza la dificultad.
Jesús dijo que era estrecho el camino de la Vida y que pocos daban con él. El camino de la violencia es “entendido” por muchos, lo cual daría que pensar con respecto a que algo estuviese fallando. En esto coinciden “cristianos” y no cristianos.
Tú crees que el mundo sería ingobernable sin violencia; así pensaban los que esperaban a otro tipo de Mesías; los que esperaban un Mesías fuerte, que les quitase los problemas de enmedio; por eso rechazaron y crucificaron al auténtico Mesías que “sólo”, les proponía “Amor” para solucionar los problemas y la “gobernabilidad“del mundo, como tú dices. “Llorad por vosotras y por vuestro pecado”, dice Jesús. ¿Qué ofreció Jesús como salvación por la humanidad? “Amor”, lo cual está claro que ha sido, y seguirá siendo escándalo para muchos.
No hay guerra justa, está claro.
Desgraciadamente, creo que hoy Jesucristo sería nuevamente crucificado incluso por su propia Iglesia.
Hoy lo que falta son personas que realmente antepongan el bien real de la humanidad a sus propios intereses, que busquen el bien de otra persona, por encima de los propios intereses, y, por tanto, que confíen en el potencial y en valor de cada persona, y sin esto, no se anda en la verdad ni se entiende nada.
Procuraré mirar el Evangelio para ver con más detalle lo que dice al respecto, y, si no hay inconveniente, lo añadiré luego.
En el Prólogo del Nuevo Testamento de Ediciones Cristiandad, de Juan Mateos, y L. Alonso Schokel, se refiere, en la página 35, refiriéndose a Jesús: “Él no quiere ideas preconcebidas, sino resultado de la experiencia”.
(nota propia: para afirmar la validez de algo, la persona tiene que vivir cristianamente, cumpliendo la voluntad de Dios, cumpliendo los mandamientos, amando a Dios sobre todas las cosas, encaminándose a construir Su Reino en primer lugar. Así es como se puede llegar a la experiencia de que la agresión nunca sirve de nada. El que cree que la agresión es válida tiene que pensar qué experiencia de Dios tiene al respecto, y tendrá que confesar que ninguna, que él con su estrecha y material visión cree que es así mejor.)
También en el prólogo, en la misma página: “...Jesús pide mucho más: no basta con no matar, si desprecias ya estás matando (Mt 6,21-22);...”.
(nota propia: además, el “no matar” está incluso en la letra de la ley de Dios, en Sus Mandamientos. )
En el prólogo, página 29: “Todo lo que para Dios vale, el mundo lo odia y lo mata; todo lo que vale para el mundo, Dios lo aborrece”.
(nota propia: está claro que la agresión “vale” para el mundo.)
En la página 42: “Por definición, el grupo no vive para sí mismo, los discípulos son “pescadores de hombres” que tratan de atraer a otros a la nueva manera de vida. … el que ha encontrado el tesoro y la perla quiere que los demás los encuentren también (Mt. 13, 44-46).
(nota propia: el amor de verdad siempre es universal; si se vive el egoísmo, no se vive el Evangelio; ahora, “te evitas muchos “problemas”, sobre todo “el ser crucificado””. Desde luego a nadie van a crucificar por defender la agresión como solución de la humanidad.)
Página 32: “Para ser discípulo suyo hay que arrancar la raíz del propio interés: “El que quiera venirse conmigo, reniegue de sí mismo” (Mt 16,24)
Y en los Evangelios, también del mismo autor:
Mt 9,12: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Id mejor a aprender lo que significa “corazón quiero y no sacrificios”; porque no he venido a invitar a los justos, sino a los pecadores”.
Mt 10, 39: “El que conserve su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la conservará.”.
Mt 12, 34: “¡Camada de víboras! ¿Cómo pueden ser buenas vuestras palabras siendo vosotros malos? Porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca: el que es bueno saca cosas de su almacén de bondad; el que es malo saca cosas malas de su almacén de maldad”.
Mt 15, 11: “Escuchad y entended: No mancha al hombre lo que entra en la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre.”
Mt. 16, 23-23: “...-¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso! Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás! Eres un peligro para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la humana.”
Mc 7,21: “-Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre;...”
Lc 6, 22-23: “Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y propalen mala fama de vosotros por causa de este Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, mirad que os va a dar Dios una gran recompensa; porque así es como los padres de éstos trataban a los profetas.”
Lc 6, 27-38: “...: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian. Al que te pegue en la mejilla, preséntale la otra; … Así, pues, tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
Si queréis a lo que os quieren, ¡vaya generosidad! También los descreídos quieren a quien los quiere. Y si hacéis el bien a quien os hace el bien, ¡vaya generosidad! También los descreídos lo hacen. … ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los malos y desagradecidos. Sed generosos como vuestro Padre es generoso.
Además, no juzguéis y no os juzgarçan; no condenéis y no os condenará; perdonad y os perdonarán; dad y os darán; os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán con vosotros.”
Lc 17, 33: “El que pretenda poner su vida al seguro, la perderá; y, en cambio, el que la pierda, la recobrará.”
Lc 22, 49: “ … - Señor, ¿atizamos con el machete? Y uno de ellos, de un tajo, le cortó la oreja derecha al criado del sumo sacerdote. Jesús intervino diciendo: -Dejad que lleguen hasta eso. Y, tocándole la oreja, lo curó.”
Jn 8, 47: “El que es de Dios entiende lo que Dios dice; por eso vosotros no lo entendéis, porque no sois de Dios”.
Jn 8, 59 : “Cogieron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del templo”.
Jn 9, 10- 18: “...: yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se desprende de su vida por las ovejas; el asalariado, como no es pastor ni las ovejas son suyas, cuando ve venir al lobo, deja las ovejas y echa a correr, y el lobo las arrebata y las dispersa; porque a un asalariado no le importan las ovejas. … ; además, ME DESPRENDO DE LA VIDA POR LAS OVEJAS. … POR ESO ME AMA MI PADRE, PORQUE YO ME DESPRENDO DE MI VIDA PARA RECOBRARLA DE NUEVO. NADIE ME LA QUITA, YO LA DOY VOLUNTARIAMENTE. ...”
Jn 12, 25: “ Quien tiene apego a la propia existencia, la pierde; quien desprecia la propia existencia en el mundo éste, la conserva para una vida sin término.”
Jn 14, 27: “”Paz” es mi despedida; paz os deseo, la mía; y yo no os la deseo como la desea el mundo.”
No hay guerra justa, está claro.
Catecismo de la Iglesia Católica:
2308 Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras.
Sin embargo, ‘mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar a los gobiernos el derecho a la legítima defensa’ (Gs 79, 4).
2309 Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a ésta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es preciso a la vez:
– Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
– Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
– Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
– Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.
Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la ‘guerra justa’.
La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común.
2310 Los poderes públicos tienen en este caso el derecho y el deber de imponer a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa nacional.
Los que se dedican al servicio de la patria en la vida militar son servidores de la seguridad y de la libertad de los pueblos. Si realizan correctamente su tarea, colaboran verdaderamente al bien común de la nación y al mantenimiento de la paz (cf GS 79, 5).
Según Ana Vázquez, el Catecismo de la Iglesia está equivocado. Ella interpreta la Escritura mejor que el magisterio de la Iglesia. Es decir, tiene el germen del protestantismo bien implantado en su conciencia.
Podría empezar a citar varios versículos para rebatir sus tesis como hago cada vez que debato con un protestante sobre las doctrinas que nos separan.. No hace falta. Lo que aquí se trata es de demostrar cuál es la doctrina católica, y para ello me basta y me sobra con el Catecismo. Ana Vázquez se separa de la enseñanza de la Iglesia al menos en ese punto Por tanto, tema zanjado por mi parte.
En las clases ya no discuto, mis compañeros festejan todo ataque a la doctrina de la iglesia, les encanta escuchar todo lo que alague los oídos y les sea menos exigente para profesar una moral sin compromiso. A lo que me siento muy comprometido es a formarme solidamente para resistir firme en la Fe. !Qué Dios lo bendiga!
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JMI.-Agárrate fuerte de la mano de tu madre: Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios...
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JMI.-No tiene Ud. ninguna obligación moral de echarle de casa. Acogerle, estando en la situación que me describe, es un acto de caridad.
Pido al Señor por ustedes.
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En todo caso conviene advertir que el blog no funciona como consultario de problemas morales personales.
No alcanzaría a atenderlos como se debe.
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JMI.-Qué razón tiene.
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