(540) Ascesis de la memoria (2). ¡Levantemos el corazón!
–Vuelve a repetir lo dicho en el artículo anterior sobre los males de la memoria preocupada (537).
–Pero esta vez doy en positivo la doctrina cristiana que tiene en Cristo poder para vencer las preocupaciones con su gracia.
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–«No os preocupéis»: así lo manda Jesucristo y lo posibilita por su gracia
En el santo Evangelio nos enseña el Maestro que hemos de vivir sin preocupaciones, en un abandono filial que es confianza continua en nuestro Padre celestial, siempre providente. El texto más completo sobre el tema lo hallamos en Mateo 6.
25 «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. 29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. 34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán».
–Hombres celestiales
«El primer hombre [Adán] fue de la tierra, terreno; el segundo hombre [Cristo] fue del cielo. Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial, tales son los celestiales» (1Cor 15,47-48). Somos, pues, «hombres nuevos», «nuevas criaturas» (Ef 2,15; 2Cor 5,17), «nacidos de Dios», «nacidos de los alto», «nacidos del Espíritu» (Jn 1,13; 3,3-8). Por tanto, «si fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos juntamente con él» (Col 3,1-4).
Por eso nosotros «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2Cor 4,17). «Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo» (Flp 3,18-20).
Los cristianos hemos sido realmente llamados por Cristo a esa elevación del corazón sobre todo el mundo visible, centrándolo en Dios por la atención de la mente y el amor del corazón. Nos ocupamos de las cosas del mundo y trabajamos en él, como el Creador nos mandó (Gén 1,28-30); pero no nos preocupamos malamente de las cosas y vicisitudes del mundo presente. «Hermanos, el tiempo es corto… Sólo queda que los que tienen… como si no tuvieran; porque pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,29-31).
Y no es ésta, meramente, una enseñanza peculiar de ciertos autores o escuelas espirituales, como San Juan de la Cruz. En esa doctrina Dios revela la vocación y misión de todos los cristianos, no sólo de los monjes y contemplativos. Los hombres terrenos «solo aspiran a cosas terrenas», y andan necesariamente preocupados siempre: «Por todas esas cosas se afanan los gentiles». Los hombres celestiales, no. Libres de preocupaciones, viven en la alegría de Cristo y en su paz.
–Hombres de la Providencia divina, plenamente libres
La espiritualidad providencial acaba con todas las preocupaciones morbosas, que frecuentemente se apoderan de la mente de tantos cristianos, sin que apenas éstos se enteren de su condición maligna, ni se hagan problema de conciencia. Y es una espiritualidad tan fundamental que ya se revela ampliamente en el Antiguo Testamento, en el que es uno de sus rasgos predominantes.
«Encomienda al Señor tus afanes, que Él te sustentará» (Sal 54,23). «Cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia» (93,19). «Encomienda tu camino al Señor, confía en Él, y Él actuará. Descansa en el Señor y espera en él» (36,5.7). «En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo» (4,9; cf. 3,6).
Y esa espiritualidad alcanza en Cristo su plenitud. Bastaría ese final glorioso de Mateo 6 para expresar totalmente esa doctrina evangélica. La memoria ha de ser pacificada por la esperanza, por el abandono confiado en la providencia de Dios. Fuera ansiedades, ideas fijas, obsesiones, nudos del alma: todo eso son esclavitudes de la memoria y faltas de confianza en Dios. Tanto en pensamientos como en memorias, sentimientos y obras hemos de ser libres los cristianos de toda cautividad. Dios quiere pacificar nuestra memoria y liberarla, de modo que «nada la turbe y nada la espante» –como dice de Santa Teresa–.
«Para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres; mantenéos, pues, firmes y no os dejéis sujetar al yugo de la servidumbre» (Gál 5,1). El Espíritu Santo –escribe San Juan de la Cruz– quiere enseñarnos a «poner las potencias en silencio y callando para que hable Dios» (3 Sub 3,4), y que «la memoria quede callada y muda, y sólo el oído del espíritu en silencio a Dios, diciendo “Habla, Señor, que tu siervo escucha”» (3,5). Por eso, «date al descanso echando de ti cuidados y no se te dando nada de cuanto acaece, y servirás a Dios a su gusto y holgarás en él» (Dichos 69).
La fe en la Providencia estaba muy arraigada en el pueblo cristiano antes de su secularización cultural, hoy tan frecuente incluso en cristianos practicantes. Por eso nuestros antepasados cristianos tenían menos preocupaciones y necesitaban menos ansiolíticos. Los refranes que cito ahora, y tantos más, expresaban y estimulaban su abandono confiado en la voluntad de Dios providente:
«Dios escribe derecho sobre renglones torcidos», «Que sea lo que Dios quiera», «Dios proveerá», «Así nos convendrá», «No hay mal que por bien no venga», «Dios dirá», «Si Dios quiere» (cf. Sant 4,15), «Con el favor de Dios», «Gracias a Dios», «Todo está en manos de Dios», «Dios da la ropa según el frío», «Dios aprieta, pero no ahoga», «El hombre propone y Dios dispone», etc.
–Infancia espiritual
Confiad en el Padre, que si cuida de aves y flores, más del hombre. No os preocupéis, que con eso no vais a adelantar nada, es completamente inútil: «¿Quién de vosotros con sus preocupaciones podrá añadir una hora al tiempo de su vida?». Es normal que los paganos se preocupen, pero es anormal que anden con ansiedades quienes saben que su Padre celestial conoce perfectamente sus necesidades. La paz está en buscar el Reino con todo el corazón, despreocupándose por las añadiduras y sin inquietarse para nada por el mañana (Mt 6,25-34; 13,22; Lc 12,22s; Jn 14,1. 27; Flp 4,4-9).
«¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre… Por eso, no tengáis miedo [no os preocupéis]: valeis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10,29-31).
«Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3). Frase misteriosa, porque realmente los niños, como dicen las madres, «no tienen idea buena», casi todo lo que se les ocurre está mal; vienen a ser «locos pequeñitos», decía otro. Es, pues, como para preguntarse: «¿Qué hay en los niños que Jesús los pone como modelo?». Ciertamente: que no se preocupan, que no se preocupan ni por el mañana ni por el presente. Viven permanentemente confiados a la solicitud providente de sus mayores…
Creo que no serán capaces ustedes de imaginarse a un niño preocupado, diciéndose: «con lo raro que soy, ¿sabrán mis padres educarme convenientemente? ¿No se pasarán de rígidos o de permisivos?». O a otro que fuera llevado de la mano por su padre a través de una gran ciudad: «¿Sabrá mi padre llevarme por donde más convenga o nos perderemos por barrios peligrosos?». Un niño normal camina conducido de la mano por su padre y, aunque no sepa a dónde van ni por dónde, anda tranquilo sin preocupación alguna: se fía absolutamente de su padre. No tiene derecho a vivir lleno de preocupaciones.
En mi anterior artículo (437) sobre este tema, «Mónica» me puso un comentario perfecto:
«Muchas gracias Padre. Me ha impactado muy positivamente. Estoy en ese camino, con altibajos dependiendo del día. Pero cuando estoy preocupada, pienso que Jesús está en la barca conmigo. ¿Como tener miedo, cuando Aquel a quien el mar y los vientos obedecen, se encuentra a mi lado?»
Argumento irrefutable.
–Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Todas las criaturas visibles del universo han sido creadas para realizar siempre la voluntad del Creador. Y por supuesto, también el hombre. Todas las criaturas inanimadas cumplen infaliblemente la voluntad del Creador, pue su obediencia es necesaria. Sólo el hombre, por ser imagen de Dios y príncipe administrador del mundo, es libre y ha de obedecer libremente. «En Dios existimos, nos movemos y somos» (Hch 17,28). Si obedece, perfeciona su ser y crece. Si desobeece, si se resiste a la voluntad de Dios y prefiere hacer la suya, peca; y en la medida de su pecado, en esa medida se disminuye o se destroza.
La Virgen María no tiene su memoria llena de proyectos y preocupaciones. Y su paz perfecta procede de que vive una indiferencia espiritual absoluta, ya que nunca quiere nada desde su propia voluntad autónoma, sino que sólo quiere ir haciendo la voluntad de Dios providente según se va manifestado en su vida. Fiat. «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí» según su voluntad (Lc 1,38).
Jesús, su Hijo y su Creador vive así también: «Os lo aseguro: el Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo… Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Jn 5,19.30). Todo lo va queriendo Jesús según se va manifestado como voluntad de Dios providente. «Obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,8). «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Ausencia total de preocupaciones en su memoria. Como su santa Madre, El tampoco hace planes propios, nada teme, nada quiere con empeño por sí mismo.
Así es la vida que debemos participar cada vez más plenamente por obra del Espíritu Santo, que nos ha sido dado como don supremo del Padre y del Hijo. Así es como la gracia divina nos va edificando como miembros de Cristo y como templos de la Santísima Trinidad.
José María Iraburu, presbítero
Post post.- Y aún vendrá un (y 3), si Dios quiere, sobre los medios y modos de ejercitarse en la ascética de la memoria.
14 comentarios
ascesis de la memoria, objeto de este post. Recuerdo como en tomo jocoso nos exhortó a los "preocupones" a tomar Mt 6,25 "en ayunas y antes de acostarnos..." Sigo necesitado del mismo tratamiento, a poco que lo deje, vuelvo a la preocupación morbosa impropia de la libertad de los hijos de Dios. Gracias por lo de entonces y por ahora. Que Dios le bendiga muchos años más entre nosotros.
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JMI.-Duplique la dosis tanto en ayunas como al acostarse.
Si no le resulta tampoco, avíseme. Tengo un pariente psiquiatra muy bueno.
Bendición +
Me sorprende que la gente se preocupe tanto por las cosas, que-muchas veces ni siquiera van a suceder más que en nuestra mente.-
Yo, ayudada por la gracia de Dios, pienso en esas palabras suyas y confío plenamente en que nada me faltará nunca. Ni siquiera me molesto en pensar qué será de mi vida más adelante: será como el Señor quiera. Confío absolutamente en que lo que me suceda será lo mejor para mí.
No tomo ansiolíticos ni nada para dormir, claro.
Dios lo bendiga, Padre.
Lo que me preocupa es saber si lo que estoy haciendo es en verdad la voluntad de Dios.
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JMI.-Ocúpese en discernirlo, sobre todo por la oración de súplica: "dame, Señor, tu luz y tu verdad" sobre mí, sobre tal asunto.
Pero no caiga en la tentación de la preocupación.
Bendición +
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JMI.-Imposible servir a Dios "y" a las riquezas. Lo dice el Señor.
Pero también dice que lo imposible para los hombres es posible para Dios.
Siempre la Iglesia ha tenido hijos que, siendo a veces muy ricos, han puesto sus riquezas al servicio de Dios y de los hombres. Por obra del ESanto.
Pido al Señor por lo que usted pide.
Bendición +
Podríamos ser como animales y hacer lo que tuvieramos que hacer, pero la prueba de que somos imagen De Dios es que humillando nuestra mente podemos hacer las obras De Dios.
Gracias padre, Dios le bendiga. Por favor, díganos más. Mi memoria es una banda de caballos salvajes, siempre lo ha sido. Es una pena vivir así, como usted decía, como un excéntrico.... total impedimento a la obra De Dios.
Como meter en vereda a la memoria? Como embridar a este loca de la casa?
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JMI.-Prueba, Diego, a sumergir la cabeza en un cubo con lejía.
No más de 5 minutos.
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JMI.-Sea por siempre bendito y alabado.
Bendición +
Ya San Paulo VI no regaló su texto sobre la «Alegría cristiana» el Año Santo de 1975, en una época marcada por la contestación. Cuando más oscura parece la noche, viene el Señor y nos ilumina. Y nos sana. Deo gratias!
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JMI.- De gratias!
Benedictio +
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término».
Salmo 23
Quién esto conoce y cree por obra y gracia de Dios, puede decir: ¿Dónde está, oh preocupación, tu victoria? ¿Dónde está, oh preocupación, tu aguijón?
Lucía Martínez... me atrevo a recomendarte el libro del Santo Abandono de Dom Vital Lehodey.
Gracias padre.
En el Buen Dios.
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JMI.-Es un clásico. Muy bueno.
Y "El abandono confiado en la Providencia divina",
del P. Jean-Pierre de Caussade, S.J., que tenemos en la www.gratisdate.org y también impreso en papel, en la Fundacion GRATIS DATE.
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JMI.-Empiece, si le parece, por LA SUBIDA AL MONTE CARMELO.
Que el Señor le ilumine y le mueva mucho por él.
Bendición +
Llevo unas semanas -antes de leerle-, en esta linea; Usted me lo confirma. Con un añadido: Para dormir, me acuerdo de la frase de San Agustín -algo asi-: "El Señor, que te creó sin tí, no te salvará sin tí". Lo que llevo haciendo un tiempo: Me pongo en la posición más cómoda posible y decido "estar durmiendo" (Tomando aquello de Cela en el Senado...); sin moverme -mi parte-. Ya, lo de quedarme "dormido"; lo dejo en manos del Señor. Funciona, aún si me he desvelado. (De no funcionar, es porque no lo hago muy bien aún; pero no me desespero...).
Gracias Padre.
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JMI.-Las citas que hago de S.Juan de la Cruz dan ejemplos muy elocuentes.
No conozco ningún autor que trate el tema más ampliamente. Ni tampoco estudios monográficos. Quizá si busca usted en internet halle algo.
En libros sobre espiritualidad monástica antigua se expone a veces muy lúcidamente la lucha contra los "logismoi", pensamientos obsesivos, normalmente negativos, que deben manifestarse al maestro espiritual.
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